El director de Lo Siniestro, Sergio Mazurek, regresa al cine de género con Ecuación, los Malditos de Dios. Y lo hace con parte del team Buenos Aires Rojo Sangre, con la ayuda de nombres como Fabián Forte, Daniel de La Vega y Pablo Parés, por ejemplo, en distintos rubros técnicos.
En Ecuación, la trama gira en torno a una premisa muy simple: la muerte. Su protagonista es un médico, Hermes (interpretado por Carlos Echeverria), que de repente se encuentra rodeado de muertes, en la calle, en el tren en el que viaja y, claro, en el hospital donde trabaja, donde una racha de fallecimientos lo acecha desde hace varios días. Muertes que no sólo le llaman la atención a Hermes por la cantidad y acercamiento, sino porque cada vez que una de éstas se sucede, hay un misterioso hombre rondando la escena.
A partir de que se vuelve consciente de esto, Hermes se sumerge en un estado que no termina de entender. Tiene pesadillas constantes hasta el punto de a veces no distinguir qué es real y con su pareja de ya cinco años se encuentra en crisis. Ciertas situaciones y detalles lo terminan llevando a investigar qué sucede realmente, quién es esta persona y así llega a historias sobre Dios y unas extrañas criaturas.
Si bien no conviene adelantar mucho más de la trama, lo cierto es también que ésta se torna constantemente reiterativa y, en su resolución, sobreexplicativa. Seguimos a Hermes paso a paso a través de diferentes personas a las que acude, pero la mayoría de ellos no aportan más que datos menores, haciendo que el film se vaya sintiendo largo, estirado. Hay algo interesante en la idea de lo circular pero queda sólo en eso.
Hablar de Ecuación, es inevitablemente hablar de algunos problemas que se perciben a primera vista. La construcción de climas es pobre, nunca se llega a sentir esa sensación ni de misterio ni de terror (aunque es verdad que es algo muy complicado para nuestro cine muchas veces). Las actuaciones son todas bastante flojas, hasta una actriz como Paula Siero queda deslucida, diciendo sus líneas sin pasión y como si fueran recitadas; y muchos de los otros personajes hasta pueden causar gracia sin quererlo por lo berreta que se la sienten a esas interpretaciones. A nivel estético se nota que hay un bajo presupuesto, pero en varias escenas logra sortear ese percance; la dirección es bastante notable.
A la larga, a Ecuación se la percibe amateur. Es una película que sólo puede funcionar en un marco como el del mencionado Buenos Aires Rojo Sangre, con gente que busca especialmente entretenerse con un cine de género sabiendo que no siempre se van a encontrar con una calidad alta pero sí es muy probable que con buenas ideas. Acá, la idea queda desaprovechada y la película termina siendo uno de los intentos más vanos y flojos de hacer cine de género en lo que va del año. Una pena.