Guy Ritchie vuelve a la carga con otra famosa dupla de acción. Esta vez no son los personajes de Arthur Conan Doyle sino los protagonistas de la famosa serie de los 60, El Agente de CIPOL. El agente de la CIA Napoleón Solo (Henry Cavill) y el de la KGB Illya Kuryakin (Armie Hammer) deben unirse para combatir a una organización criminal que trabaja con armas nucleares.
Desde el inicio la acción ocupa la pantalla y como suele suceder en las películas de Ritchie, el vértigo viene acompañado de chistes, ironías y muy buena música. El hecho de que en medio de la Guerra Fría un americano y un ruso se vean obligados a trabajar juntos da lugar para mucha diversión de la mano de decenas de insultos, peleas y golpes bajos. Cavill y Hammer tienen muy buena química, lo que ayuda a que varios de los momentos más divertidos se produzcan cuando ellos están simplemente hablando (léase, intercambiando insultos).
Las mujeres del film tienen también sus propias escenas para lucirse. Por un lado está Alicia Vikander, quien gracias a su vestimenta y su peinado por momentos parece ser una copia a carbón de Audrey Hepburn. Vikander es graciosa, divertida (como cuando baila sola en una habitación de hotel), y lo más importante es que no es ninguna “dama en apuros” esperando a que la salven. Por otro lado está Elizabeth Debicki, la villana del film: es tan hermosa como diabólica. Sus joyas, sus atuendos perfectos, junto a sus ojos impasibles y fríos, la convierten en una gran malvada.
El Agente de CIPOL no está al nivel de la última Misión Imposible o la última de James Bond. A pesar de eso cumple con todos sus objetivos. Entretiene de inicio a fin, crea varias carcajadas, es visualmente atractiva, tiene una gran banda sonora que musicaliza perfectamente cada escena, y presenta personajes que dan ganas de volverlos a ver en otra entrega.