Un amor para toda la vida
El tema elegido por la directora Jeanine Meerapfel para su nuevo largometraje – historias de desencuentros, olvidos y recuperación de recuerdos vitales -- no le es ajeno en absoluto. De hecho El amigo alemán, protagonizada por la estrella televisiva Celeste Cid y el actor alemán Max Riemelt, tiene más de un punto de contacto con La amiga (1988) y Amigomío (1994, codirigida con Alcides Chiesa), a tal punto que el último film de Meerapfel pareciera cerrar un círculo o una trilogía.
Expuesta suscintamente, la trama de El amigo alemán cuenta la historia de amor entre Sulamit, hija de inmigrantes alemanes judíos, y Friedrich, hijo de un inmigrante alemán nazi. Sulamit y Friedrich, por esas razones no completamente dilucidadas que hicieron que víctimas y victimarios del Holocausto eligieran la Argentina como nuevo hogar, son apenas dos chicos en edad escolar que viven calle por medio.
Sulamit y Friedrich, aún inocentes e ignorantes del pasado que arrastran sus progenitores, se conocen y no tardan en hacerse compinches, amigos del alma, casi novios pubescentes. La historia transcurre en un suburbio residencial de Buenos Aires en los años 50, época convulsionada políticamente en la Argentina, y continúa en Alemania con el trasfondo del mayo francés y su impacto sociopolítico en Europa y en todo el mundo, para luego retomar la acción durante los primeros años de la última dictadura militar. Sulamit, debido al comprensible mutismo autoimpuesto por sus padres, poco sabe de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y menos aún del exterminio llevado a cabo por los nazis en los campos de concentración. Friedrich, por su lado, vive una situación parecida, pero mucho más oscura: un día descubre que su padre no es quien dice ser, y que toda su familia ha adoptado una identidad falsa para ocultar su pasado nazi. Los padres de Sulamit huían de la guerra, los de Friedrich eran fugitivos de la justicia. Es a partir de este eje narrativo que Meerapfel, en su doble función de guionista y directora, imagina una historia ficticia que bien pudo haber sido real y que de hecho contiene muchos elementos autobiográficos.
A partir del camino en busca de la verdad que emprenden Sulamit y Friedrich, Meerapfel construye un conmovedor relato atravesado por la historia de las décadas transcurridas entre el final de una confrontación, el comienzo de una nueva era signada por la liberación y la rebelión estudiantil, y el retorno a una época sombría, aterradora casi al punto de la parálisis: los años de la guerra sucia en la Argentina, cuando la Junta Militar exterminaba y desaparecía a insurrectos y supuestos complotadores.
Dado el formato narrativo adoptado por Meerapfel – casi una road movie centrada en Sulamit y su periplo en busca de Friedrich, y su reencuentro en la Patagonia, lugar elegido por el muchacho como residencia permanente junto a una comunidad mapuche – El amigo alemán no se pierde en vericuetos y callejones sin salida. La historia de Sulamit y de Friedrich, a pesar de la naturaleza circular de los eventos narrados en El amigo alemán, es clara y prácticamente lineal, y si algún reparo puede esgrimirse contra el estilo fílmico de Meerapfel, tal vez sea la excesiva prolijidad, a veces con pocos matices, de los eventos que se van sumando a la historia.
Pero más allá del peso propio de los eventos narrados en El amigo alemán, el verdadero sostén del film es la convincente actuación de Celeste Cid, actriz con mucha escuela a pesar de los prejuicios que le juegan en contra, como su glamour personal y el aura estelar que confiere la televisión. Después de todo, más allá de las contundentes vicisitudes históricas de los personajes, Celeste Cid se mueve en un territorio familiar porque El amigo alemán no deja de ser una historia de amor. Verídica y comprometida, pero historia de amor al fin.