Pasión y política
Una chica y un nene mantienen un inocente idilio durante la infancia en un pueblito suburbano por los años del derrocamiento de Perón. Ella es hija de alemanes judíos y él, de nazis. Como si siguiera al pie de la letra al bolero Inolvidable, El amigo alemán cuenta esa historia de amor entre Sulamit y Friedrich a través de varias décadas, donde los protagonistas se involucran con los movimientos estudiantiles de Alemania en el ‘68, la última dictadura argentina y hasta con el conflicto de tierras mapuche en la Patagonia.
El amigo alemán resalta los parecidos y diferencias entre los entornos de sus protagonistas y también entre los movimientos políticos alemanes y argentinos. Jeanine Meerapfel, directora de La amiga y El verano de Anna, narra los politizados contextos que ella misma, como hija argentina de inmigrantes alemanes que estudió en tierra paterna, vivió de los dos lados del Atlántico, sin dejar que ese trasfondo se ubique por encima de la tierna historia de amor entre Sulamit y Friedrich.
La mejor muestra de la sensibilidad de Meerapfel se revela en cómo consigue que su cámara recorra con templanza el cuerpo desnudo de Celeste Cid. Un plano hermoso que se acerca a la intimidad de una pareja sin invadirla y refleja el espíritu de la película: la importancia del amor y sus momentos mágicos por encima de las convulsiones propias de una época. El regreso de Cid al cine es auspicioso. La actriz se luce al ponerle el cuerpo a un personaje que pasa de adolescente a cuarentona y habla buena parte del tiempo en un idioma que no le es propio.
El totalitarismo es el principal enemigo de El amigo alemán. No importa si se habla del nazismo o de la dictadura, esto es explícito en el costado político de la película. Pero como Meerapfel prefirió dejar en un segundo plano este aspecto de El amigo alemán, también se utiliza al régimen totalitario como metáfora amorosa.
Todos los problemas para Sulamit y Friedrich se producen porque él, siempre atribulado por el oscuro pasado familiar, no se decide a abrirse y permitir la actuación de alguien más en sus sentimientos. Sólo eso necesitaba. Es fácil. Ya lo dice una canción.