El Apóstata: Descreer o reventar
Una coproducción española – uruguaya explora los ideales de un hombre que busca dejar de pertenecer a la Iglesia Católica a cualquier precio al tiempo que escapa a toda velocidad de la madurez
La rebeldía, la crítica al sistema y la emancipación son los tres pilares en los que se sostiene a lo largo de su extensión la película El Apóstata que este jueves se estrenó en la cartelera porteña.
Esta co producción hispano uruguaya no busca romper ningún molde sino contar la historia de un hombre que, al borde de los 30 años y sin mayores pretensiones de la vida, encuentra un objetivo que lo moviliza en su deseo de renunciar a la fe católica.
Gonzalo Tamayo (Álvaro Ogalla) comienza los trámites para que la Iglesia Católica remueva de sus registros su fe bautismal ya que considera que nadie debe tener sus datos.
Pero mientras se concentra en cumplir sus objetivos, Gonzalo –que aplaza indefinidamente sus estudios en la facultad de Filosofía- ve como una serie de eventos va cambiando su vida, ya aburguesada de por sí, hacia una incertidumbre que lo atemoriza.
Por eso, Gonzalo prefiere volver a intentar conquistar a su prima (Marta Larralde), que se separa y se reconcilia con su novio todo el tiempo, en lugar de apostar por su vecina (Bárbara Lennie), a cuyo hijo le da clases particulares.
El director uruguayo Federico Veiroj apuesta por construir una visión caleidoscópica del personaje que permite conocer el pasado y presente del protagonista sin que por ello el relato sufra la proliferación de flashbacks, e ir imaginando lo que se le viene encima a Gonzalo: el momento de madurar.
Un detalle muy bueno sobre este film es que logra construir con un relato sencillo y sin grandes pretensiones, una idea de épica que es la que lleva adelante Gonzalo, como un cruzado del siglo XXI que busca vencer al sistema con un puñado de papeles como arma.
El Apóstata es una bella sorpresa en una semana cargada de estrenos ultra-promocionados e irrelevantes que no va a cambiar la forma de ver la vida de nadie. El Apóstata sí que lo hace.