Difuminando la frontera moral.
Existen varias perspectivas para analizar sucintamente una película como El Aprendiz (The November Man, 2014), una suerte de thriller de espionaje “old school” que pone el acento en las secuencias de acción a punta de pistola y el desarrollo de las minucias narrativas por sobre la andanada de artilugios tecnológicos, adolescentes de cotillón y líneas bobaliconas de diálogo, en esencia las marcas de estilo que la industria hollywoodense pretende imponer como rasgos excluyentes a la hora de la construcción del sentido común del espectador. Más allá de los patrones dominantes en el momento en que nos toca vivir, a veces la “novedad” no es más que el retorno de aquellos ingredientes que ya habíamos olvidado.
Del anclaje genérico/ comercial podemos pasar a considerar el film como otra realización de Roger Donaldson, un director que casi nunca superó una medianía cualitativa no exenta de instantes de verdadera eficacia, léase Motín a Bordo (The Bounty, 1984) o Trece Días (Thirteen Days, 2000). El australiano fue reclutado por el protagonista y productor del convite, el también veterano Pierce Brosnan, para que imprima todo el clasicismo posible a un devenir con diversos giros e inconsistencias. El oficio del cineasta hace que los deslices del relato queden en un segundo plano frente al dinamismo de la propuesta, las correctas actuaciones del elenco en su conjunto y esos detalles vintage de cadencia por demás sádica.
Con apenas esbozar la premisa de la historia uno dilucida las razones que llevaron al ex James Bond a encarar un proyecto de este calibre: luego de otra de esas operaciones fallidas que derivan en el retiro de turno, Peter Devereaux (Brosnan), un agente de la CIA, decide regresar a sus funciones cuando su anterior jefe John Hanley (Bill Smitrovich) le solicita ayuda para “extraer” de Moscú a Natalia Ulanova (Mediha Musliovic), no sólo la madre de su única hija sino también una informante que puede vincular al candidato presidencial Arkady Fedorov (Lazar Ristovski) con crímenes de guerra durante el conflicto checheno, vía una testigo que sufrió en carne propia las vejaciones perpetradas por los militares rusos.
Si bien el irlandés estuvo coqueteando con algunos engranajes prototípicos del espionaje en su era post 007, en opus como Al Caer la Noche (After the Sunset, 2004), The Matador (2005) y la extraordinaria El Escritor Oculto (The Ghost Writer, 2010) de Roman Polanski, El Aprendiz es su reaparición concreta en el mundo de las conjuras y los ardides gubernamentales. Aquí por suerte el guión sabe adaptarse al nihilismo de la saga Bourne y los planteos existenciales de las traslaciones recientes de las novelas de John le Carré, hoy por hoy volcando el combo hacia un mainstream pasatista aunque lúcido en lo que respecta a la sustentación de un verosímil que difumina las fronteras morales entre los personajes…