El delirio místico de la existencia
Hay films que pueden ser sumamente aclamados o, por el contrario, odiados; la cuestión es que cuando una obra subsume tantos motivos para generar un universo propio y desarrollar una historia diferente, y alejada a la convencionalidad, al menos no puede ser ignorada, sino vista y analizada al ser tan rica en su composición.
Todo esto sirve de introducción a El Árbol de la Vida, la nueva película de Terrence Malick, la cual narra como Jack (Sean Penn), un hombre de un presente desencantado hace un recorrido de su vida desde su niñez junto a sus hermanos menores en un pueblo de Texas, en dónde será fundamental su relación con su padre (Brad Pitt), su madre (Jessica Chastain); esto lo llevará a un delirio mental de recuerdos odio, alegría y a pensar el sentido de la existencia, la moral, la religión y la muerte.
El tema con esta nueva producción de Malick es que si el argumento cambiara en algo el film seguiría siendo el mismo, porque más que la narración de los hechos que suceden en el transcurso de las acciones, lo que damnifica a la obra es la película en sí, se puede decir que El Árbol de la Vida es una película metafísica, que abunda sobre muchas de las cuestiones universales, ya sean desde las más simples hasta las más infinitas que dialoguen con la creación del mundo; de esto deriva que lo que sucede en lo material quede en segundo plano detrás de las ideas que se intentan desplegar a través de las imágenes que hacen que la obra sea rara e interesante en casi todas sus concepciones.
A simple vista, todo esto resulta ser muy complejo, y lo es: el film de Malick resulta muy pretencioso, como a partir de una simple historia de los recuerdos de un hombre sobre su familia en la década de 1950 se puede llegar a conjeturar sobre los principios de la aparición de la vida en La Tierra, o más allá de eso meterse con el mismísimo Cosmos. Pero todo tiene un sentido, y si no lo tiene, el hilo narrativo lo justifica; El Árbol de la Vida propone un recorrido de la nada hacia lo supremo, el cual posee una delicadeza artística que cierto viaje psicodélico conjuga un delirio en un sentido como formulaba la imponente 2001: Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick o a la mítica placa musical The Dark Side of The Moon de Pink Floyd.
Lo que juega a favor del film para narrar a través de los que podemos decir hechos comunes dentro del desarrollo de una persona desde recién nacido hasta su adolescencia, y como cada pequeña cosa fue influyendo en su personalidad o para construir una filosofía de un cierto principio de las cosas, es que a parte de tener una impecable estructura narrativa y temporal que va desde el presente de Jack, sus recuerdos de chico y los ensueños sobrenaturales, El Árbol de la Vida tiene una contundencia visual impecable, los planos detalle abundan y resultan asombrosos, como los generales que indican lo esplendoroso que la obra presenta.
El Árbol de la Vida es un film que deambula desde lo cotidiano hasta lo extremadamente místico y sorprendente. Malick crea un universo cinematográfico devastador que deja mucho por discutir y pensar y, por sobre todas las cosas, una obra que es y será de gran importancia.