En estos tiempos en los que la industria cinematográfica está signada por los avances tecnológicos, las tres dimensiones y los sorprendentes efectos especiales, hay que jugarse a filmar una película muda, y en blanco y negro. Y en este caso, el resultado es por demás favorable.
Esta cinta dirigida espléndidamente por el realizador francés Michel Hazanavicius, conocido por su serie de sátiras a las películas de espionaje ("OSS 117: El Cairo: Nido de Espías" y "OSS 117: Perdido en Río"), nos traslada hacia Hollywood de los años 20 con una historia que se desarrolla entre 1927 y 1932, lapso que marcó un antes y un después en la historia del séptimo arte a través de la llegada del sonido que irrumpía y ponía en peligro las carreras de muchos artistas, como bien señala el título del film.
Uno de ellos es George Valentin (gran labor del francés Jean Dujardin, actor fetiche del director galo), un famosísimo actor del cine mudo que hacia 1930 ve cómo este gran cambio, por el que apuesta fuertemente el estudio para el que trabaja, marca el fin de su estrellato, lo cual lo lleva prácticamente al olvido, ya que él se rehúsa a aceptarlo.
Crisis personal, económica y matrimonial de por medio (su esposa, a cargo de Penelope Ann Miller, decide pedirle el divorcio), comienza a entrar en una profunda depresión. Al mismo tiempo, el protagonista es testigo del rápido ascenso de Peppy Miller (logrado desempeño de la argentina Bérénice Béjo, esposa de Hazanavicius), una joven extra que se transforma en la figura cinematográfica del momento.
"El Artista", que cuenta cómo se entrelazan los destinos de ambos (lo cual propiciará el surgimiento del amor) es una obra maestra muy original, y por eso es que ha cosechado halagos y críticas muy positivas, además de encabezar las nominaciones en esta temporada de premiaciones que culminará con una nueva entrega de los Premios de la Academia, para los que aspira, nada más ni nada menos, que a diez estatuillas.
Con un argumento simple pero sólido, este film que también cuenta con la participación de John Goodman, James Cromwell, Malcolm McDowell y el talentoso y expresivo perrito Uggie (un Jack Russell Terrier), es un sentido, excelentemente logrado (desde lo técnico, lo visual, lo musical y lo actoral), entretenido y metafórico homenaje a aquella época del celuloide en la que, y con ésto voy a modificar la frase, un gesto valía más que mil palabras.