A cada oficio se lo identifica inmediatamente con alguna parte del cuerpo; si decimos “obrero” hay brazos, si decimos “psicólogo” hay oídos, para “artista”, las manos, para “fotógrafo”, los ojos. También la totalidad de la persona suele desaparecer detrás del rol. El protagonista, el sommelier Charlie Arturaola, parte de la pérdida del sentido de su paladar para encontrar su completa identidad. En efecto, desde el comienzo, él es un paladar andante mejor considerado por su capacidad de degustación que por lo que dice y, aunque es presentado como un personaje reconocido internacionalmente, a quien las mejores bodegas piden opinión, no encaja en ninguna parte, ni siquiera en su matrimonio. Por otro lado, en un entorno típico de la high society rebosante de esnobismo, con hombres y mujeres extremadamente elegantes, Charlie es un “sudaca”...