Una enorme intensidad dramática
Es la ópera prima de Hernán Belón en el cine de ficción, cuyo escenario casi excluyente es una antigua casa de campo, cerca de un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Los protagonistas son Santiago y Elisa, casados y padres de Matilda, una hermosa niña de un año y medio.
Viven en la ciudad, pero por iniciativa de Santiago compran esa casa de campo en busca de un remanso lejos de las neurosis urbanas y para comenzar un nuevo proyecto de vida. Esos personajes fueron interpretados con solvencia por Sbaraglia y Fonzi.
Santiago es todo impulso, inclusive en el plano afectivo, mientras Elisa demuestra ser una mujer aún afectada por el embarazo y el nacimiento de su hija. Es hipersensible, ciclotímica y temerosa (el clásico miedo a lo desconocido), porque siente que el campo y la nueva casa no le reportan seguridad y más bien los observa como ambientes hostiles.
El filme nunca explicita cuáles eran sus actividades anteriores y en qué consiste el proyecto laboral que pretenden desarrollar en el campo. De algo sí están convencidos: que la casa reclama urgentes refacciones. Para colmo el cambio de vida ocurre en pleno invierno.
Aparte de un paseo por una laguna cercana y una salida nocturna al pueblo cercano, el relato centra la atención sobre la pareja, dentro y fuera de la casa.
Cuando ella ya no puede ocultar su frustración, después de un inicio donde sobreabundan los besos y arrumacos, estallan las diferencias de criterio, que a su vez derivan en discusiones, gritos y esporádicas expresiones de violencia. Y todo eso agravado por la inoportuna visita de una vecina, anciana y solidaria, que produce rechazo en Elisa.
Más que una historia de amor, el filme propone un relato sobre la construcción de una pareja. El campo fue la primera película interpretada por Fonzi después de haber sido madre y esa experiencia se introduce subrepticiamente en la historia, quizás a pesar suyo.
Lo que sí aparece claro es que ninguno de los dos personajes tienen idea de lo que es el campo y la vida en ese ámbito. Tampoco la tiene el director. Y si se informó previamente, ese conocimiento no aparece traducido o proyectado en la película.
La naturaleza puede resultar una amenaza si no se la sabe dominar. Y esto no es un juego de niños. ¿El campo es la historia de un fracaso? No exactamente. Es la historia de dos improvisados insertos en una universo desconocido, que los altera y conduce a un aparente callejón sin salida.
La película ostenta una enorme intensidad dramática, incluso con algunas pizcas de terror psicológico. El espectador siente que en cualquier momento puede surgir alguna sorpresa o estallar la violencia. El relato se sostiene sobre una buena estructura narrativa y un excelente trabajo del fotógrafo Guillermo Nieto.