Luego de la sublime La Mula, el director de 89 años que, año tras año, nos deleita con una nueva película (pese a su avanzada edad), vuelve a la pantalla grande con El caso de Richard Jewell, otra historia inspirada en un caso real.
La película nos sitúa en Atlanta, en el atentado que tuvo lugar el 27 de julio de 1996, en el marco de los Juegos Olímpicos de verano. Richard Jewell (Paul Walter Hauser), un policía frustrado devenido en guardia de seguridad, es uno de los encargados de mantener el orden en el lugar. Una bomba (encontrada por el protagonista) termina explotando en el festival, ocasionando la muerte de dos personas y decenas de heridos. Cuando todo parecía consagrar a Richard Jewell (por advertir esta mochila sospechosa) como el nueve héroe nacional, la historia termina dando un giro de 180°: los investigadores del FBI, ahora, están completamente seguros de que en realidad es él quien implantó la bomba en el estadio, con el objetivo de ser, de una vez por todas, amado y respetado por la sociedad.
Si bien constantemente se considera a la figura de los policías como algo malo, hasta desagradable (en especial a los pertenecientes al FBI), también se instala la duda de qué tan realmente bueno es el protagonista de esta historia. La incógnita de: ¿y si los “malos” tienen razón y Richard es en realidad quien colocó la bomba? nos seguirá durante gran parte de la trama. La realidad es que ningún aspecto ayuda a creer por completo en la inocencia del protagonista, ni siquiera su exceso de bondad hasta con quienes quieren incriminarlo con cada paso que da.
Como es común en la filmografía de este consagrado director, El caso de Richard Jewell también será una película que nos genere diversos tipos de emociones y sensaciones. Será cuestión de minutos para que pasemos del enojo a la risa, la conmoción, la incertidumbre, la indignación y más. Esto se hará aún más intenso para aquellos que no tengan noción sobre el caso real y cómo finaliza.
El único punto en que la película flaquea es en el desarrollo de algunos personajes secundarios, como el de la periodista Kathy Scruggs (interpretada por Olivia Wilde). Si bien en un comienzo se la muestra como un personaje clave para el desarrollo de la trama (de hecho, en parte, lo es), con el correr de los minutos es dejada completamente de lado y sus apariciones hacia el final no aportan absolutamente nada a la trama. Misma situación se repite con algunos otros personajes secundarios.
Si bien El caso de Richard Jewell es una historia dentro de todo sencilla (sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un hecho verídico), que no tiene grandes giros en su trama, es una película que nos mantendrá expectantes desde el primer minuto hasta el último, llegando a poner la piel de gallina en más de una ocasión. Las actuaciones también son claves para que esto sea así: Jon Hamm (agente del FBI) y Kathy Bates (madre de Richard) se meten de lleno en sus respectivos personajes y brindan escenas inolvidables.