La última película del director Marco Berger, que llega a las pantallas de Cine.Ar TV y Cine.Ar Play, El cazador, es un drama con un poco de thriller que pone en foco el mundo de la pornografía infantil que se comercializa a través de la deep web.
Ezequiel es un adolescente que, en pleno despertar sexual, sabe muy bien quién es y qué quiere. Lo que no sabe es cómo conseguirlo y, mucho menos, abrirse al respecto ante su familia. Él, solo, de manera introspectiva, pasa de algunos encuentros frustrados a conocer a un skater que le gusta y, todo indica, que es recíproco.
Casi la primera mitad de la película es eso: una historia entre dos chicos que se conocen y deciden pasar una noche juntos. Pero lo que parecía un fin de semana idílico, utilizando la casa de un primo mayor, pronto se evapora. Después de pasar esa linda noche, y de despedirse al otro día, Ezequiel no vuelve a saber del Mono, el muchacho en cuestión, un poco mayor que él.
Sin embargo, en el afán de Berger por explorar otras aristas, la historia pronto se va tiñendo de un tono oscuro que ya se venía anticipando en la música y los planos largos, en ese clima enrarecido construido. Sin proponérselo, y al mismo tiempo sin encontrar una salida, Ezequiel se ve envuelto en un mundo peligroso. De repente no le queda otra opción que hacer eso que le hicieron a él, es la única manera que tiene de salvarse.
En este sentido hay varios aspectos que hacen de El cazador un film muy interesante y arriesgado. Por un lado, que más allá de introducirse en una temática muy densa lo hace desde un lugar observacional, un poco frío quizás, pero que nos permite ser testigos sin que nos planteen dilemas morales: intuimos todo lo que le puede pasar por la cabeza a Ezequiel, pero más a través de sus silencios que de lo que le escuchamos decir. Por otro lado, otro aspecto rico del film radica en el retrato de la familia, en lo difícil que es, sobre todo a cierta edad, poder mostrarse ante ella tal cual es uno y, al mismo tiempo, pedir ayuda, mucho más si ambos aspectos están relacionados.
El cazador entonces tiene como protagonista a Ezequiel, pero en la segunda mitad se aleja de su punto de vista para profundizar en un personaje que habíamos visto al principio, aquel que ahora ocupará el lugar que ocupó él. Allí también se contraponen dos etapas diferentes del despertar sexual, porque éste es más joven aún que él.
Las interpretaciones son fundamentales: Juan Pablo Cestaro, que se carga el film al hombro con un registro contenido y al mismo tiempo lleno de capas, Lautaro Rodríguez (Acusada, Mi mejor amigo) que aporta la dosis justa de seducción, y Juan Barberini (Fin de siglo, El incendio) en el papel del adulto que se presenta como compinche para luego develar una faceta completamente diferente. Tres personajes ambiguos y enigmáticos.
Berger nos entrega una película simple en su superficie narrativa pero profunda en todo su subtexto. Un poco como lo que pasa con la deep web: no la vemos, no es fácil de acceder a ella, pero está ahí. El cazador es un film inquietante que utiliza la premisa de los deseos reprimidos para, al mismo tiempo, denunciar el sórdido submundo de la pornografía infantil.