Ezequiel (Juan Pablo Cestaro) es un joven de unos 15/16 años que se encuentra solo en casa, ya que sus padres pasan largos períodos de viaje fuera del país junto a su hermanita, pero él por alguna razón no es invitado. Hacia el comienzo del film tiene un acercamiento con un compañero de la escuela, quien rápidamente lo rechaza alegando que no le gustan los hombres; pareciera que una vez más, Ezequiel no está invitado a pasar a algo más.
Pronto conoce al Mono, un pibe más grande que lo seduce rápida y tal vez demasiado naturalmente. En su despertar sexual, Ezequiel se ve más y más atraído por este chico mayor, quien lo invita a pasar un fin de semana en la casa del primo (Juan Barberini). Tiempo después el Mono desaparece dejando a Ezequiel perplejo hasta que un día recibe un mensaje que cambia todo: un video del encuentro sexual que tuvo con el Mono, hecho que desencadena una extosión: para borrar su rostro de la cinta, debe seducir a otros jovénes con el fin de crear nuevas producciones.
Así Ezequiel se torna en cazador, y lo que inicialmente se presenta como una historia de adolescentes, poco a poco vira hacia un thriller extorsivo que aborda temáticas tan crudas y difíciles como la pornografía infantil y los manejos de la deep web.
Con El Cazador, Marco Berger (Plan B, Mariposa, Taekwondo, Un Rubio) se y nos introduce en una trama que exhibe mucho más de lo que se ve. No es el sexo, no es la relación homosexual, no es la adolescencia, no es la pornografía no. La gran cuestión de este film es la ética humana en general, y a partir de la situación en la que Ezequiel queda tomado en particular, porque tengamos en cuenta que si bien él se convierte en el cazador, jamás deja de presa. El dilema se sitúa aquí, en estas dos posiciones y en tener que atravesar todo desde un lugar de profunda soledad, en un mundo en el que los adultos están siempre de vacaciones o ausentes, y en el que aún seguimos hablando de lo heteronormativo y las disidencias, en vez de hablar de amor o sexo en general, sin distinciones, closets, o miedos.
Con sólidas actuaciones, especialmente de Cestaro y Barberini, El Cazador genera un relato perturbador e incómodo, sobre todo porque no se enfoca en la cuestión moral, sino en el lado contempativo de la situación – la reflexión ya correrá a cargo de cada espectador-, y como suele ser habitual en algunos films de Berger, el deseo en su carácter errático, también toma un rol protagónico. Imperdible.