Cara a cara con un símbolo sagrado Lo interesante de los documentales es la capacidad de poner al espectador en contacto con historias que hasta el momento le eran desconocidas. Esto es lo que consigue justamente Gustavo Alonso (La vereda de la sombra, 2003), con El cielo otra vez (2013), en donde logra exitosamente familiarizar al espectador con el cóndor Andino, un animal que suele no ser el favorito cuando visitamos el zoológico. El documental nos enseña que el cóndor se convirtió con los años en un verdadero desafió de conservación. De todos modos, El cielo otra vez vez no gira únicamente en torno a lo que este animal representa y a su riesgo de extinción, sino que se centra en el proyecto llevado a cabo por el Dr Luis Jacome, (gerente del Zoológico de Buenos Aires y Director del programa de conservación Cóndor Andino), llamado “Proyecto cóndor” que consiste en la incubación y cría de pichones en cautiverio y su liberación año tras año en la sierra de Pailemán. A través de entrevistas, del registro diario de la vida del cóndor y del trabajo que realizan Luís y el resto de su staff, el espectador conoce y se involucra cada vez más con este proyecto y su objetivo. La dedicación y pasión que cada una de estas personas (algunos incluso voluntarios) invierten en el trabajo, conmueve, y refuerza el interés hacia el mismo. Un ejemplo de esto podemos verlo en una de las escenas más íntimas del documental, en donde el espectador se inserta en el mundo de un cóndor que no sospecha que está siendo observado, y la cámara entra y registra las acciones del pichón, mientras presenciamos el meticuloso trabajo de Luís. Otro elemento al que el documental presta especial atención, consiste en mantenerse fieles a la tradición que envuelve a la figura del ave, motivo por el cual se presencian los rituales mapuches: pedirle permiso al cóndor cada vez que se retira uno de sus huevos y el agradecimiento por el nacimiento, entre otros gestos relacionados a la “cosmovisión”. El cielo otra vez tiene un enfoque definido (una de las fallas más notorias que encontramos a veces en el género) y consigue con esto, no solo atraparnos desde el punto de vista cinematográfico sino además, concientizarnos sobre un proyecto que no puede pasar desapercibido.
Amor en cautiverio No son habituales los documentales en los que se observa un equilibrio entre el objeto y el sujeto como El cielo otra vez. En este caso la idea rectora es el seguimiento de quienes hacen posible y ejecutan el Proyecto Cóndor, originado en 1991 y que tiene por objeto la conservación de una especie en peligro de extinción: el cóndor andino. El Dr. Luis Jacome, gerente del Zoológico de Buenos Aires y Director del programa de conservación Cóndor Andino, junto a un puñado de colaboradores que trabajan incansablemente –algunos de manera voluntaria- generan desde el principio un vínculo más que afectivo con estas aves, pero deben experimentar también ese desapego que implica la crianza en cautiverio para luego dejarlas en libertad. Esa experiencia única se entrelaza además con el minucioso y silencioso trabajo educativo con las generaciones venideras para que aprendan a conservar el ecosistema y conozcan desde chicos los nexos de la naturaleza con lo sagrado y así respeten la voz de los ancestros y sus rituales. En ese todo convive el respeto por los pueblos originarios, el cuidado de la fauna autóctona y más que nada la fe y la pasión en una tarea que regocija cuando se obtienen resultados a muy largo plazo pero que sin lugar a dudas es tan importante como la necesidad de reencontrarse con la tierra y el aire y así aprender a volar.
Las costas patagónicas vuelven a ver surgir en su cielo al cóndor andino, el ave voladora más grande del mundo. Este documental sigue los pasos de un grupo de biólogos y voluntarios argentinos que esperan la llegada de un huevo de cóndor nacido en cautiverio para iniciar su incubación. Ese pichón es alimentado a través de títeres de látex que simulan ser sus padres, rodeados de paredes espejadas, para pasar luego a otros cóndores más adultos. Con una cámara atenta a todo este delicado proceso de conservación, el director Gustavo Alonso logró una síntesis entre la cosmovisión de los pueblos originarios y la más moderna tecnología que, aun con recursos limitados, constituye una experiencia de cría en cautiverio y reinserción en la naturaleza más agreste. La otra etapa del trabajo, visto aquí en cada detalle, es la del monitoreo satelital con el que siguen el patrón de desplazamientos de los cóndores soltados con anterioridad, debido a un transmisor instalado en una de sus alas.
Ejemplo de dedicación a un salvataje admirable Según viejas reseñas, antes los cóndores también volaban sobre las sierras patagónicas cerca del mar. Entre otras cosas, ellos se encargaban de llevar al cielo las almas de los primitivos habitantes de esas tierras. Algún indio dice entonces que se fueron "cuando se fueron los antiguos". Lo cierto es que, con el tiempo, también desapareció una parte significativa de la fauna local, vale decir, empezó a escasear la comida. Lo cierto, también, es que ahora vuelan de nuevo. Esto no se debe a ningún cambio climático, ni al retorno de grandes manadas, sino al esfuerzo y dedicación de un biólogo y sus ayudantes, muchos de ellos voluntarios, todos imbuidos de un aliento espiritual bastante respetable. Entre la Fundación Bioandina y el Zoológico de Buenos Aires, el dr. Luis Jacome creó en 1991 un proyecto de crianza en cautiverio (a partir de nidadas de aves ya cautivas) y reinserción en la naturaleza, que hizo su primera suelta en 1997, en la sierra Paileman, Rio Negro, y a esta altura lleva más de cien cóndores liberados, que hoy miran desde arriba la admiración de los hombres. Este documental sigue la evolución del proyecto, desde el huevo respetuosamente retirado del nido y celosamente cuidado en la incubadora, la alimentación vigilando que el pichón no asimile la imagen humana como paterna, la vigilancia veterinaria, el traslado y aclimatación a una amplia jaula sobre la sierra, la suelta, celebrada por niños de la escuela cercana, grupos indígenas e indigenistas, y hasta algunos hippies europeos, y durante cuatro años más el monitoreo satelital mediante un transmisor puesto en una de sus alas. "Cuando se acaba la batería, el cóndor es definitivamente libre", dice una de las colaboradoras. Para ese momento, ya habrá aprendido a volar y buscará por sí mismo el alimento. Pero entretanto, hay gente que abandonó la ciudad para seguirlo desde tierra y dejarle cada tanto algunas piezas de carne, y así por un buen tiempo. Hay que tener entusiasmo, dedicación, resistencia y un ánimo especial, para semejante trabajo. Pero el placer de haberlo criado, y de mirar su vuelo sobre el desierto, es casi indescriptible. Máxime, para quienes vuelcan en el cóndor una serie de interpretaciones místicas, a las que el autor del documental brinda un amplio espacio. Dicho autor es Gustavo Alonso, hasta ahora especializado en documentales políticos y de derechos humanos ("La vereda de la sombra", sobre el periodista televisivo Fabián Polosecki, es su trabajo más apreciado).
No todos son adeptos a los documentales, y mucho menos a verlos en pantalla grande. Quizás por lo acartonado o poco atractivo de su temática. ¿Sera ese el caso de El Cielo Otra Vez? ¿Sera un documental mas, parsimonioso y aburrido, o tendrá un plus que lo hará elevarse por sobre otros documentales naturales? EL CÓNDOR PASA El Cielo Otra Vez es un documental escrito y dirigido por Gustavo Alonso. Nos va a llevar por el trabajo del Proyecto Conservacion Cóndor Andino. Que fue fundado en el año 1991. Y lo que en un principio comienza como un típico documental de Animal Planet, enseguida toma un curso mucho mas interesante. Para hablar primero de la parte “fria”, lo importante es decir que el PCCA ya crió y libero 50 pichones de Condor, con un record inedito a nivel mundial de 100% de pichones reingresados a la naturaleza. El trabajo de 24 horas diarias de dos bases de trabajo, una en Buenos Aires y otra en las Sierras de Paileman, posibilitan la reinsersión natural, sin ningún tipo de problemas y con total respeto de pichones de Cóndor nacidos en cautiverio. ESPIRITUALIDAD Y COSMOVISIÓN ANCESTRAL Como dije, el documental gira de tenor pronta y rápidamente del lugar común del documental de domingo a la tarde. Como dice quien esta a cargo del Proyecto; “El proyecto tiene dos alas, una hiper tecnológica y otra espiritual”. Es en esta en la que nos vamos a amparar para hacer la review que este documental merece. El PCCA esta atravesado por la espiritualidad y cosmovisión que tenían (y tienen) los pueblos originarios de nuestro Cóndor Andino. Cada nacimiento, cada vuelta a la naturaleza, cada paso importante del proyecto, esta supervisada y ritualizada por pueblos originarios, dándole al proyecto un respeto por lo ancestral pocas veces visto. Resulta realmente sorprendente y emocionante ver el nacimiento de un Condor, con todos los cuidados intensivos y tecnológicos que se le puede dar a un animal tan indefenso y en peligro de extinción, ante la atenta y emocionada mirada de gente de pueblos originarios, que asisten al nacimiento y lo ritualizan con tanto amor, cariño y respeto. La gente del PCCA entiende esto, y llegan no solo a abrazar estos preceptos y creencias, si no que cuentan que en momentos traumaticos apelan a herramientas poco vistas dentro de un campo tecnológico y científico. EL PERMISO DEL KUNTURI Tal es el nombre original del Cóndor, a los mismos se les pide permiso de manera LITERAL al momento de retirar los huevos del nido. Pensemos en un momento tan traumatico para dos Condores adultos, teniendo en cuenta que ponen un huevo cada 2 años, que seres humanos se acerquen y retiren el huevo (para darle cuidados extremos, y poder reinsertar el pichón en la naturaleza). Una pisada mal dada, puede destruir el huevo. Es por eso que la gente del PCCA les pide permiso en voz fuerte y clara a los Condores, les dice que van a hacer con ese huevo. Y para asombro de propios y ajenos, los Condores DEJAN el huevo para que el mismo sea retirado por los criadores. Ese es el nivel espiritual que se van a encontrar en este documental, el hombre entendiendo a la naturaleza como siempre debió hacerlo. La naturaleza dejándose cuidar por seres humanos que la quieren bien. LA TÉCNICA Y EL CIELO OTRA VEZ Técnicamente hablando el documental no descolla, no tiene grandes utilizaciones técnicas, es mas, por momentos parece tener ciertas desprolijidades. Aun asi, el cuidado, el cariño, el amor puestos al servicio de lo que se esta mostrando son mas que evidentes, y hacen que uno ni siquiera se pare en esos detalles. La banda sonora acompaña de manera soberbia a las imágenes, poniendo énfasis en momentos necesarios, y dejando hablar cuando es necesario escuchar. Obviamente como es de esperar, ciertas tomas de los cóndores son realmente bellisimas, y se disfrutan en silencio. CONCLUSIÓN El Cielo Otra Vez es un documental cuasi OBLIGATORIO. No solo por su muy buena factura técnica y una temática que como habitantes de este suelo nos toca de cerca, sino porque ademas es una herramienta para educar, para aprender, para mostrar a grandes y chicos, que hay gente que trabaja para dejar el mundo un poco mejor de como lo encontró. El cariño, el respeto y el amor que tanto Gustavo Alonso, los integrantes del Proyecto Condor y los pueblos originarios brindan en este documental son algo digno de ver, disfrutar y sobre todo compartir. Mi recomendación es que no solo vean ya este Documental, sino que ademas lleven a alguien con ustedes. Pero sobre todo hagan saber a los amantes del pochoclo y las emociones vacuas, que hay otro cine. Uno que te llena el alma, con un acto tan simple, tan emotivo y tan estremecedor como el primer vuelo de un Cóndor que gana el Cielo por primera vez en su vida.
Un conmovedor documental de Gustavo Alonso, que muestra el programa de reproducción y repoblación del cóndor, con imágenes bellísimas, experiencias místicas, la colaboración de los pueblos originarios y los niños.
El cielo otra vez: Long live the Andean Condor “Clearly, the focus is on the breeding of condors in captivity and their posterior freeing in order to reinsert them into their natural habitat, but I was interested in drawing an account about the motivation and commitment of a group of biologists and volunteers who donate their time to a scientific activity turned into a ritual,” says filmmaker Gustavo Alonso about his documentary El cielo otra vez, starring no less than the Andean condor, the largest flying bird in the world that is again alive and well in the skies of Patagonia thanks to the latest biotechnological advances together with the cosmovision of the indigenous communities, the millenary guardians of these sacred birds. El cielo otra vez is not your predictable documentary about nature and its creatures, meaning it’s not a clinically scientific examination of a situation or a phenomenon. It’s not a dry account at all for it brings forward the subjectivity, feelings and sentiments of those involved in the breeding and freeing of the Andean condor. Instead, it’s about they dialogue they establish with the condor, the rituals for its growth and well being, and the heartfelt devotion of scientists very much in touch with what they do. Plus it’s also very informative in an accessible, informal manner. In a matter of minutes, you see a world you never imagined it existed. And there’s something else that sets El cielo otra vez apart from other similar documentaries: the affection and togetherness shared by scientists and members of indigenous communities alike in their joint efforts. So, in these regards, it works out quite well. There’s an involuntary distance between the film and the viewers, most likely due to very schematic formal structure, be it in the too linear script, the mechanic pace, or the conventional visuals. At times, it feels as though you were watching a good television report on an interesting subject, but with no alluring aesthetics whatsoever. Not that the subject calls for or needs an avant-garde approach per se, but it wouldn’t have hurt to go for something more stirring. That said, El cielo otra vez does somewhat fulfills the basic expectations: it’s informative, it’s didactic, and it’s well shot. And that’s it.
Lucha de formas Entre la intrascendencia y el genuino interés es donde transita El cielo otra vez, sin definirse por ninguna de las dos alternativas. Esto sucede porque su construcción formal y narrativa sólo se pone de a ratos al servicio de su tema. El documental cuenta el esfuerzo de conservación del cóndor andino, realizado por un grupo de biólogos y voluntarios argentinos que recurren a los últimos avances de la biotecnología, sin dejar de lado -más bien incorporando- la cosmovisión de los pueblos originarios sobre la naturaleza y la representación simbólica de este ave, la más grande del mundo en su tipo por cierto, a la que consideran sagrada. Ya en esta premisa aparecen tópicos temporales y espaciales, con su propia lógica interna, que el cine puede ayudar a transmitir al espectador, haciéndolo tomar consciencia del universo que contempla. Pero el realizador Gustavo Alonso -quien tenía un par de antecedentes interesantes en Rompenieblas, una historia de psicoanálisis y dictadura (2007) y La vereda de la sombra (2003) – sólo consigue explotar esta potencialidad en algunos pasajes. Cuando lo hace, tenemos ante nosotros un film que aprovecha el excelente trabajo en la fotografía para configurar un paisaje con vida propia, que es un protagonista en sí mismo, además de acciones y ritos donde el tiempo parece detenerse, uniendo lo humano con su entorno natural. Sin embargo, El cielo otra vez parece no confiar del todo en el material que tiene a mano ni en las capacidades del público que aparece en su horizonte de expectativas, con lo que recurre a entrevistas demasiado esquemáticas en su puesta en escena, además de un montaje y una banda sonora donde se subraya, hasta más de una vez, todo lo que pretende transmitirse. En consecuencia, transcurren muchos minutos donde da la impresión de estar asistiendo a un capítulo de La aventura del hombre. El cine se pierde y lo que queda es un formato televisivo, muy limitado en su impacto, que cuenta todo en piloto automático. Muy desparejo, sin consolidar un punto de vista sólido, aunque sacando a la luz un área de la realidad con elementos que se salen de lo previsible, El cielo otra vez es un documental que pareciera no haber cerrado totalmente su proceso creativo y narrativo. No deja de ratificar ciertas capacidades de Alonso, pero tampoco implica un avance significativo para su carrera. Quizás, con suerte, su mejor film todavía se hace esperar.
Este documental presenta la historia de recuperación, restitución y puesta en hábitat de un grupo de condores andinos, nacidos en cautiverio (son las aves más grandes voladoras de mayor tamaño en el mundo) , por parte de la Fundación Bioandina y el Zoo de Buenos Aires. El registro de Gustavo Alonso se propone retratar la experiencia, no sólo de quienes llevan adelante el proyecto, sino también de las implicancias culturales que generó sumar a los pueblos originarios al proceso. Durante el 2013 se grabó este ciclo (liderado por el doctor Luis Jacome), y en él encontraremos cómo desde el mismo nacimiento del pichón (cuando casca el huevo), se pone la mirada en acompañar ese desarrollo y organizar el operativo de retorno cuidadosamente, para devolverlo a su lugar de pertenencia. Seremos testigos de los análisis teóricos sobre su comportamiento (es importante decir que los pichones fueron alimentados por humanos que utilizaban títeres de latex y espejos para simular que eran sus padres!!) y el cuidado que cada uno de los participantes tiene para con las aves. Se las reconoce, no sólo desde el punto de vista de su importancia como fauna en peligro de extinción, sino como agentes símbolo de las culturas aborígenes del lugar. Alonso, se resiste en cierta manera a proponer un documental naturalista. Bucea en los intereses y proyecciones de sus entrevistados para delinear lo que le interesa transmitir: aquí hay mucho más que una suelta de un grupo de cóndores criados en un zoológico. Y si bien durante el metraje, vamos construyendo ese concepto, puedo asegurarles que se termina de configurar, en el momento mismo de la suelta de cóndores, en Pailemán. Es ahí donde todas las piezas encajan naturalmente. Emociona (realmente) ver a la comunidad científica reunida para participar del espectáculo, codo a codo con líderes de pueblos originarios que homenajean al cóndor (con rezos y plegarias) como el hermano de la montaña, que los transportará al cielo, en su debido momento. La puesta técnica es sólida y el registro del trabajo realizado por el staff de la fundación es prolijo y movilizante. El director logra descubrir cómo el cuidado de estas aves ha modificado las rutinas de sus protectores hasta modificar completamente sus vidas. Y además, establece claramente la importancia que culturalmente tienen los cóndores en la vida de los habitantes de las zonas cordilleranas. "El cielo otra vez" ofrece un recorrido rico en matices para graficar una experiencia no sólo de protección de la fauna, sino de unidad entre naturaleza y cultura a la que hay que prestar atención.
La ciencia y las tradiciones en pos del bien común “El cielo otra vez” narra la importancia que tuvo la ciencia y el respeto de las tradiciones de los pueblos originarios para salvara al Cóndor Andino de la extinción, Alguna vez se ha mostrado por televisión el trabajo que se hace en el Zoo Porteño junto a la Fundación Bioandina para criar en cautiverio y luego liberar, para salvar de la extinción, al Cóndor Andino, el ave voladora más grande del mundo. Nunca se había mostrado la vida de la gente detrás de ese trabajo. Desde el Dr. Luis Jacome, cabeza del proyecto, hasta el último voluntario entregan todo en pos de este fin consiguiendo que un 100% de los huevos nazcan y sean liberados. El presupuesto de este proyecto es ínfimo en comparación con otros de países desarrollados y que consideran un éxito cuando tienen un 60 o 70% de efectividad. Entonces uno se pregunta como puede ser que aquí la proporción sea perfecta. “El cielo otra vez” explica en cada imagen, en cada sentimiento, en cada emoción el porque. Desde la unión de la ciencia que hace que el cóndor nunca tenga la visión de un ser humano desde que nace hasta la liberación, hasta el simple hecho de sumar las tradiciones de los pueblos originarios donde el Cóndor es sumamente importante. Incluso cuando une cree que esta ave solo se mueve en la cordillera, el excelente documental muestra como también en algún momento estuvo en locaciones cercanas al Atlántico en la Patagonia. La búsqueda de ese lugar para que vuelva al mar y el encuentro con el pueblo de Paileman, desde donde se liberan los mismos, más todo el trabajo posterior a la liberación hasta que consideran que ya los pueden dejar totalmente libres. Gustavo Alonso logra uno de los mejores documentales vistos en los últimos tiempos. Un documental que tiene un alto nivel en todo lo que este genero debe tener : dar el conocimiento y la historia al espectador, pero le suma una fotografía increíble y sentimiento, mucho sentimiento que se transmite al espectador. “El cielo otra vez” no es un documental más sobre la conservación de una especie, es la concreción de un sueño en pos de un bien común, del trabajo, del esfuerzo e incluso, para mucha gente de los pueblos originarios, reencontrarse con lo que sus ancestros le contaban y que por culpa de los hombres habían perdido. Lo que no se puede perder es este documental.
“El cielo otra vez” contiene en el título la esencia de su narración: es la historia de una re- (“otra vez”) liberación (“el cielo”). Y como canónico documental, visibiliza una problemática, más bien la solución a ella, de la cual la sociedad no es consciente: la repoblación de cóndores en la Patagonia. A partir del proyecto de conservación del cóndor andino, el largometraje entreteje, en un símil con el propio programa, una parte biológica con otra más mitológica. En la primera se explican los aspectos puramente científicos de la cría en cautividad de los huevos que engendra la pareja de carroñeras en el zoológico de Buenos Aires. Desde el inicio del proyecto, en el año 1991, cuando comienza la búsqueda de un lugar orográficamente adecuado para la residencia de la gran ave, que se sabía llevaba 170 años extinta en la vertiente atlántica del continente americano, hasta la última fase de alimentación artificial de los ejemplares ya en libertad. En la segunda, la que aporta el toque original a la producción y la convierte en un documental superando el aspecto de reportaje que tendría si se limitase sólo a la parte técnica, se intenta recuperar la mitología que se genera ancestralmente alrededor de este animal, transportador de las almas de los muertos al cielo. Si bien el entretejido de ambas tramas resulta un poco escaso, el problema radica en la calidad del mismo. Por un lado, la explicación de los aspectos biológicos se ve menguada por los intentos de mitología que se quedan en simple misticismo: muchas experiencias personales y sensaciones individuales de los involucrados en el programa resultan en ausencias de información sobre la propia ave. Cuáles son las causas de la extinción del cóndor en el Este del continente; si el programa lleva más de veinte años, no será que las causas de dicha extinción aún existen y el proyecto no alcanzará el que debería ser el objetivo: la existencia emancipada del cóndor en su hábitat natural; sobrevivirá el cóndor si en algún momento el alimento deja de llegarle de forma artificial (son los voluntarios del proyecto los que esparcen carroña bovina por el territorio donde son liberados los pichones); si realmente falta la fauna de la que la carroñera se alimenta, no será que el programa necesita de una segunda fase para recuperar el hábitat entero de la Patagonia... Y la segunda rama del proyecto, la referente al aspecto mitológico del animal, es casi inexistente. Dice uno de los biólogos “el proyecto cóndor tiene dos alas, como el cóndor, una es la hiper-biología, la otra es la cosmovisión de los pueblos originarios”. Los pueblos originarios apenas tienen voz y mucho menos se observa la interacción de ellos con el cóndor ni se explica por qué. En palabras de una nativa de los “pueblos originarios”, la recuperación del cóndor “nos ayuda a saber que están recuperando nuestra identidad”. La música viene un poco a suplir esta ausencia de lo emocional que conecta a los pueblos con el cóndor, y que debería crear empatía del espectador hacia el proyecto. Una música que entra en momentos climáticos del proceso de liberación y que, al igual que en una ficción, subraya los puntos de inflexión y superación en el camino hacia el objetivo. “El cielo otra vez” es más el canto a lo que Gustavo Alonso considera un triunfo, que la presentación descarnada (en tanto que radical o cuestionadora) de una realidad que, objetivamente, no alcanzó su punto de equilibrio.