Anexo de crítica: El extraordinario Darren Aronofsky vuelve a sorprender con El Cisne Negro (Black Swan, 2010), una fascinante mixtura de Las Zapatillas Rojas (The Red Shoes, 1948) y Repulsion (1965). Ya desde el mismo prólogo queda explícito que no seremos testigos de un proceso de enajenación progresiva sino más bien de la manifestación visual de un desfasaje interno: respetando los parámetros del nihilismo a la Stanley Kubrick, todo está perdido desde el comienzo por lo que se torna imperativo trasladar en imágenes la esquizofrenia elemental (así la creatividad y el talento pasan al servicio del horror más sutil, el de la represión engendrada por innumerables ataques externos). Mientras que El Luchador (The Wrestler, 2008) era una obra humanista acerca de un deporte marginal, aquí tenemos su opuesto exacto, una pesadilla freudiana con ribetes existencialistas y tono claustrofóbico sobre un arte extremadamente snob. La labor de Natalie Portman y la secuencia final de la “transformación” son en verdad apabullantes…