Es difícil ser objetivo cuando uno reconoce en sí mismo, muchas de las cosas que suceden en pantalla. Este crítico va a los espacios y microcines que vamos todos, llega temprano para el desayuno y filosofa sobre los errores o pretensiones que no supieron cumplir. El cine no es un juego, sino un lenguaje para contarte algo que te llegue al alma y lo que este crítico no tolera es que sea la aplicación de una fórmula sistemática con poca verosimilitud que llamamos género. ¿Cuál es el problema? Que esta historia es una película de género.
En un tema que me obsesiona en las películas como ser los bienes raíces (De verdad ¿Dónde consiguen esos departamentos? Híper bien ubicados, espaciosos, etc) este hombre recientemente divorciado está en una constante búsqueda de él y encuentra los metros cuadrados de sus sueños para que la competencia sea una hermosa mujer con un lamentable acento (bien justificado en la película) que lo invita a ponerse en juego para actuar en vez de observar. En una supuesta serie de pruebas, él querrá negociar por el departamento y ella llegar a conocerlo.
Con mucho sentido del humor pasamos de homenajes clarísimos a la Nouvelle Vague (más precisamente a “Sin Aliento”) que implican desde mostrar fragmentos y su obsesión por verlas una y otra vez a hacer el gesto en el que Belmondo homenajeaba a Bogart, a las comedias románticas más genéricas posibles. Tenemos a una voz en off en francés porque a él le gusta más conectarse de esa manera consigo mismo: cinematográfica; los consejos de amigos son marcando constantes de géneros, las conversaciones con la sobrina son a través de películas. No es que el pobre Tellez sea un cineasta frustrado o que desee filmar, es que se convirtió en el lenguaje en el que él decodifica su vida. Y creo que ahí es donde gana el guión: es un personaje que puede generar cero empatía, pero gana porque tiene que dejarse llevar por el código del género que habita.
En cuanto a producción, la película no tiene un gran despliegue en locaciones o en casting. La mayoría de los espacios son interiores y funciona muy bien. No es un film que tenga ganas de más. Te cierra, lo pasás bien y te encariñás con los personajes. Guerschuny imprime corazón a cada fotograma y, hasta los personajes más caricaturescos o menos creíbles terminan ganándose un lugar a través de los ojos de El Crítico con alma que nos convierte a todos.
Maravillosa interpretación de Rafael Spregelburd que siempre conquista con su naturalidad, una correcta Dolores Fonzi que cuando su personaje se convierte en insoportable su cara hace que uno aguante cualquier cosa no sólo por expresiva sino porque es muy hermosa, y un cameo a un gran actor argentino que nos hizo reír a todos.
Es que eso es lo que tiene el género: podemos reírnos de él, podemos bastardearlo, hacer reuniones para reírnos de que eso es lo menos verosímil que hay, pero a la larga dejamos caer la guardia y nos conquista de nuevo. Nos encontramos riéndonos y emocionándonos con estereotipos y arquetipos que se nos meten bajo la piel. Nadie, ni Tellez ni nosotros, somos inmunes a la magia del género.
Vayan, la van a pasar muy bien.