Las películas hechas para el lucimiento de figuras televisivas y/ o del mundo de la música son parte fundamental de la industria cinematográfica de cada parte del mundo. Los ejemplos son innumerables, y en algunos casos, el resultado final consigue trascender el carácter de mero vehículo de promoción para estrellas del momento. No es el caso de El Desafío… que tampoco es un insulto al séptimo arte.
El Desafío lleva justamente por nombre un reality show que recala en un balneario del Delta del Tigre, con el propósito de filmar castings de nuevos talentos. Allí, en aquel lugar que apenas se sostiene debido a problemas económicos, trabajan Juan (Nicolás Riera), un atormentado empleado a las órdenes de Hernán (Gastón Soffritti). Si bien dicen ser amigos, hay tensión entre ambos por oscuros temas del pasado; tensión que llegará a un nuevo nivel cuando aparece Julieta (Rocío Igarzábal), la bella e inexperta productora del programa. El triángulo amoroso no se hará esperar.
Desde lo técnico, un trabajo muy cuidado (se ve bien, se escucha bien), y desde el guión se desprende una sátira del mundo del espectáculo (no sólo los reality), en donde abundan los egos y las miserias, siempre camufladas de brillo y simpatía. También es visible una bajada de línea acerca de superar problemas personales para poder seguir adelante y cumplir sueños y afianzar amistades y encontrar el amor, muy común en estas producciones. La fórmula conocida, utilizada generalmente por Cris Morena para sus tiras juveniles. De hecho, casi todo el elenco de veinteañeros surgió de su inagotable cantera.
Sin embargo, la mezcla de tonos -también ingrediente esencial de la exitosa fórmula- no termina de funcionar. Por un lado está la trama central, que tiene un enfoque romántico y tintes dramáticos. Más allá de situaciones forzadas y apresuramientos en la concreción de las relaciones, las escenas entre Juan y Julieta son eficaces (suma que los actores sean pareja en la vida real). Por otro lado tenemos la comedia, donde se luce Diego Ramos como Willy, un conductor histriónico, carismático, megalómano, insoportable; clara referencia a Willy Wonka, aunque con toques del diseñador Karl Lagerfeld. Con sus movimientos y sus frases tan creativas como hirientes, Ramos es el responsable de generar, si no carcajadas, al menos sí algunas sonrisas. En esa línea de comedia lo acompañan Darío Lopilato (ya especializado en perdedores torpísimos pero de buen corazón) y Maída Andrenacci como una ambiciosa empleada del balneario. Pero el choque de estilos, más los huecos y los caprichos narrativos, nunca terminan de darle forma a la película.
El Desafío cumple como película destinada al público adolescente, en especial si es seguidor del trío protagónico. Los suspiros de amor y las risas están garantizados, y se nota que el debutante Juan Manuel Rampoldi hizo lo mejor que pudo. De todas maneras, aún siendo lo que es, podría haber estado mucho mejor. Queda esperar la otra inminente comedia juvenil argentina ambientada en el Tigre, más atrevida y lograda: Voley, de Martín Piroyansky.