Mariposas en el Delta.
El desafío es una película para el público adolescente que sigue actores, actrices y teleseries determinadas que debe ser vista en ese contexto, más allá de que cualquiera pueda engancharse con lo que propone y salir más o menos satisfecho después de pasar la experiencia en el cine.
El filme tiene a su favor una buena química entre su pareja de enamorados protagonistas, una pegadiza música incidental que ayuda a crear varios climas que aportan lo suyo a la trama y una fotografía de primer nivel del entorno del delta del Tigre donde transcurren los hechos narrados.
En ese lugar viven Hernán y Juan, dos amigos y socios con intereses que están a punto de dividirse. Hernán (Gastón Sofritti) quiere conservar un parador cargado de deudas que tiene un valor sentimental para él y da trabajo a muchos jóvenes. Juan (Nicolás Riera) es uno de los que viven de ese lugar y quien ve llegar casi con distancia a lo que puede ser un salvavidas para las finanzas del sitio.
Se trata de un programa tipo reality donde un cazatalentos se dedica a seleccionar futuros triunfadores en vivo. Entre la parafernalia de equipos y gente que la televisión lleva al lugar está Julieta (Rocío Igarzábal) una productora responsable, hermosa y con ideas propias. Hernán y Juan van a fijarse en ella pero será Juan quien dé los primeros e importantes pasos para conquistarla, acaso más despierto en la vida por tener casi a su cargo a sus dos hermanos menores. Sus sentimientos, los de Rocío y los de todos los demás estarán en juego, así como etapas madurativas, con sus sueños, ideales, decepciones y reinicios.
Todo, por supuesto, está contado en un código apropiado para el público adolescente con el que quiere comunicarse y en ese sentido es difícil juzgar lo que corresponde o no, en especial porque se tocan temas delicados y personales como valores, creencias, caminos. Cada cual debe hacer lo suyo sin olvidar que los demás cuentan.
Como entretenimiento El desafío funciona y además de estar bien sustentada técnicamente hace un lugar al color local, a lo que está al alcance del joven argentino, sirve para descubrir las bondades de la tierra y la gente propios.
Desde una perspectiva optimista, obviamente, el cine, los libros, la música y la pintura facilitan ciertos pequeños aprendizajes que la persona en algún momento de su vida puede o no aplicar. Siempre será bueno saber algo del joven que habla el mismo idioma y comparte experiencias comunes al mismo país, y darle su justo espacio a aquel otro que hace su vida en una lejana y tal vez demasiado ajena Nueva York, Londres o Madrid, por más que la tecnología esté cambiando un poco las costumbres.