Es verano y hay una isla paradisíaca donde unos hombres van a ser ellos mismos. Desnudos, o casi, pasean, coquetean, tienen sexo o conversan entre hombres con unas playas de ensueño como marco.
Frank transita el lugar como alguien que ya lo conoce. No se sorprende de nada, excepto de ver a un señor solo, desconocido para él, aislado, vestido, tomando sol como quien va de vacaciones (en un lugar donde parece que hay un solo propósito para el que lo visita), observando. Por eso se le acerca y busca generar una relación inocente, de amistad.
El hombre está ahí porque en su casa no puede ser él, con su mujer y sus hijos. No va a buscar sexo, como los demás, sino un lugar donde ser auténtico. Pero a Franck también le interesa otro hombre, uno manipulador y seductor. Y lo que empieza como algo pasajero, deriva en una relación pasional y oscura.
El director Alan Guiraide entrega una propuesta arriesgada y filma con elegancia pero sin pudor un film sobre lo peligroso y excitante de las relaciones casuales. Se toma su tiempo para retratar el lugar y desarrollar estas relaciones transitorias pero por momentos se lo siente un poco reiterativo.
Las escenas sexuales, eróticas y alguna pornográfica, inundan la pantalla largos minutos, pero sin todavía la tensión que sí va a estar ya más cerca del final, cuando ese policial que nos habían prometido por fin aparece.
Es ahí cuando la película toma un giro ¿inesperado? y se torna desgarradora. La película que la Cahiers Du Cinema eligió como la mejor del año 2013 es más que escenas de hombres desnudos o teniendo sexo, es un debato sobre el amor y el sexo, juntos y por separado.
No es sólo un retrato, sin prejuicios y natural claro, sobre la homosexualidad, sino sobre las relaciones en sí.
Filmada enteramente en exteriores, en esta isla paradisíaca, el director incluso toma elementos de sonido como el viento, el agua, o el movimiento de los árboles como herramientas para acentuar el misterio que se va a venir.
Planos fijos, largas miradas, y paneos para descubrir el hermoso y lleno de secretos lugar. Si bien las actuaciones se perciben muy naturales, como si muchas fueran improvisadas, lo cierto es que el director decidió seguir el guión de manera estricta.
El desconocido del lago es una opción adecuada para el espectador que no se sienta molesto, incómodo, por la cantidad de escenas sexuales pero también para aquel que sabe apreciar un retrato por momentos muy crudo pero siempre honesto sobre la naturaleza (humana incluso).