¿Qué buscas en la orilla?
El desconocido del lago es de esas películas que alguien no puede anticiparte con qué te vas a encontrar, y que siempre tienden a estar mal apreciadas por su apuesta estética en vez de por sus logros narrativos y plásticos. Es que, más allá de algunas decisiones sobre dónde poner la cámara por parte de Alain Guiraudie, la película está dotada de una exquisita puesta en escena acompasada por un ritmo que no todos podrán soportar: sin música, con planos larguísimos y conversaciones casi banales, que no hacen más que formar parte de un conjunto de elementos que componen una película que rebosa cine por cada uno de sus fotogramas.
Lo más notables es que Guiraudie logra una impronta propia dentro de un relato muy clásico, con elementos muy bien explotados como el suspense y la complicidad con el espectador, todo en medio de una historia sobre hombres que buscan complacer sus necesidades sexuales en un ambiente bellísimo pero a su vez desolador.
La decisión del espacio de una playa y un bosque como único escenario donde transcurre la historia no es menor, y quizás es el acierto más importante de esta película devenida en thriller romántico. Los personajes, de quienes nunca vemos nada más allá que sus aventuras veraniegas, no tienen escapatoria en ese juego de roles y levante: el lago es un límite de peligro y profundidad, con el que muchos gustan coquetear, y el bosque –ese Edén promiscuo donde vale todo menos una higiene respetable- se plantea como un monstruo oscuro que conoce todos los secretos de sus potenciales víctimas, donde la naturaleza llega a niveles de omnipotencia casi temerarios. Y quien domina ese escenario es Michel (impresionante en su papel Christophe Paou), personaje misterioso e hipnótico, que se roba las miradas de Franck (Pierre Deladonchamps) hasta el punto de la obsesión.
Y en ese juego de seducción y dominación sexual, una serie de otros personajes muy pintorescos pasan por cámara dotando de ritmo, sentimiento y hasta comicidad, un relato que se podría ver varias veces, más allá de su final esquivo y hasta casi embustero.
El desconocido del lago es una historia clásica, trabajada brillantemente por su director con todas las herramientas para el aprovechamiento de sus distintos componentes narrativos (los espacios desde donde se manejan y desenvuelven los personajes entre sí, como esa escena en que Franck se mete al agua por primera vez con su amante después de conocer la verdad sobre él) y estéticos (la oscuridad en las escenas clave está usada con una sutileza plausible) que dan como resultado una trama de suspenso y perversión tan perturbadora como disfrutable.