Discurso sobre la verdad
El desinformante (The informant!, 2009), la última película de Steven Soderbergh, está basada en un hecho verídico y cuenta con la actuación protagónica de Matt Damon en el papel de un ridículo empresario. La cuestión de lo real, su problematización, adquiere un lugar de privilegio en el film.
Mark Whitacre (Matt Damon) es un empresario que, mediante desopilantes métodos y un amplio repertorio de estrategias, colabora con el FBI en una investigación llevada a cabo contra su propia empresa.
La nueva película de Steven Soderbergh se inicia con el siguiente rótulo: “Aunque basada en una historia verdadera, algunos personajes son ficticios y ciertos diálogos han sido dramatizados. Ahí está.”
Soderbergh elige dejar a un lado el carácter documental a la hora de representar los manejos de las grandes corporaciones capitalistas para focalizar exclusivamente en su personaje principal, Mark Whitacre (Matt Damon). Perfectamente acompañado por el uso incisivo de la voz off , uno de los pocos aciertos del film, que funciona en este caso a manera de monólogo interior y que colabora en la construcción de un retrato exhaustivo de sus características psicológicas, quizás el único atisbo de verdad que se asoma en la película.
Así, tanto los manejos corporativos como las operaciones del FBI se esfuman en el ir y venir de un personaje complejo. Un antihéroe que cree ser el bueno, posiblemente bipolar o esquizofrénico, compulsivo, calculador o estúpido. Nada queda claro, y es por que la duda es el motor fundamental del film. Dudamos de la conducta de Mark, de lo que hace y piensa. Una duda tan potente como para incluso hacernos vacilar una y mil veces sobre el carácter verídico de la historia.
Hay algo de hiperrealismo, por llamarlo de alguna forma. Un exceso de realidad que se genera por la complejidad global del protagonista y que opera a la inversa, desvirtuando lo que fue y transformándolo en un: ¿Habrá sido?
En conclusión, no resulta fundamental establecer a primeras vistas si la película entretiene, si continúa o no con la estética Soderberghiana, si mantiene el nivel de calidad de las anteriores, o si trabaja, como en sus últimos films, con la creación de un hombre-mito. Es el uso de lo que denominados “real” la base sustancial del film. Es el manejo del director para con la historia lo que resulta mas llamativo. No por nada Soderbergh le entrega al espectador un “Ahí está”. No es una amenaza, es un aviso. Lo que es está ahí, a la vista. Ahora que el espectador decida que hacer con eso.