El día del juicio final

Crítica de Fernando López - La Nación

La cuestión del fin y los medios

Un thriller que apunta a pensar sobre el uso de la tortura como arma de guerra

El día del juicio final reedita la antigua cuestión del fin y los medios y la aplica a un tema de debate que ha cobrado penosa actualidad: el empleo de la tortura como arma en tiempos de guerra. Sobre ésta, evita manifestarse claramente: prefiere hacer oír voces contradictorias y dejar que sea el espectador el que se incline por una postura u otra. En cuanto al asunto del fin y los medios, bien podría alcanzar a la propia película. En nombre de la eficacia de un thriller que quiere avivar la discusión, ¿se justifica la exhibición pornográfica de los más sádicos métodos de tortura (y su consabida apología)?

Probablemente ni Gregor Jordan ni su libretista, que no son precisamente dechados de sutileza, se hayan hecho esos planteos. Lo que buscan es el impacto directo: quieren generar la discusión, sí (aunque su examen del tema de la tortura no va mucho más allá de lo superficial), pero también ofrecer un plato fuerte de suspenso con abundante tensión e imágenes de impresionante crudeza. Esto se percibe desde el planteo, en el que hay reminiscencias de la serie de TV 24 : un militar norteamericano convertido al islamismo más radical ha amenazado con hacer detonar tres bombas nucleares que ha plantado en distintos lugares del país si sus demandas no son satisfechas en 72 horas. El hombre se ha dejado apresar y ahora que los plazos se acortan los agentes del FBI afectados a la lucha antiterrorista reciben -por orden de "muy arriba"- la ayuda de un especialista en secretas operaciones de interrogatorio (Samuel L. Jackson), cuyos métodos harán confesar la verdad al talibán y evitarán la muerte de miles de personas.

"Lo que tengo que hacer es? inconcebible", le anticipa a la oficial del FBI (Carrie-Anne Moss) que aporta la dosis de compasión femenina que el film necesita para compensar tanta brutalidad. Las imágenes que siguen se encargan de demostrar que el interrogador no exagera y que sus "esfuerzos persuasivos" pueden redoblarse hasta el infinito (incluso hasta alcanzar a la familia del reo), en busca de la verdad sobre las bombas.

El trazo grueso y la verbosidad retórica abundan en la película casi tanto como el clima de pesadilla y las imágenes estremecedoras. Esto será seguramente más celebrado por los aficionados al cine de alta tensión que por los que busquen nuevos elementos para debatir si la única forma de vencer al terrorismo es utilizar tácticas tan inhumanas como las que ellos practican.