Basada en una historia original (¿teoría, será adecuado llamarla? Ya que lo que se pretende es reconstruir parte de la historia de nuestro país) de Pancho O’donnell, la película dirigida por Nicolás Capelli recrea mayormente lo que habría sucedido en la reunión entre San Martín y Bolívar en Guayaquil. Pero esa reunión se da, en la narración de esta película, más bien en la última parte. Antes, el guión escrito a seis manos por Alvaro Arostegui, Nicolás Capelli y Alberto Rojas Apel (que además tiene un pequeño papel) se preocupa en presentar a los personajes, brindarles dimensión y delinear el contexto histórico.
El guión funciona a nivel narrativo aunque los diálogos suelen tener problemas. Se siente forzada la necesidad de plasmar esa época, para nada natural. Aunque, y aquí vamos al que considero el problema principal de la película, probablemente las actuaciones no ayuden demasiado a que así sea. Lo cierto es El encuentro de Guayaquil cuenta con un elenco bastante conocido. Pablo Echarri es San Martín, Anderson Ballesteros es Bolívar y Arturo Bonín es Mitre, pero además hay participaciones de Naiara Awada, Juan Palomino, Emme y Luciano Castro, entre otros. De ese grupo quien mejor sale posicionado puede que sea Ballesteros, pero en general las actuaciones son exageradas y parecen salidas de una mala obra de teatro. Hasta los acentos, como el gallego de Bonín o el peruano de Emme, son horribles. Echarri compone a su San Martín con énfasis, sin embargo su interpretación es más bien artificiosa.
La película se sucede entre diferentes lugares y tiempos, teniendo que estar atentos a veces a la leyenda que figura y nos sitúa antes de varias secuencias; personalmente, ése es un detalle que me parece bastante molesto, y me pasa con todas las películas que utilizan ese recurso.
En cuanto a la fotografía, probablemente a causa de un presupuesto menos acorde de lo que uno supondría necesario para una producción de este tipo, la película recae principalmente en planos americanos o primer planos. De hecho, la famosa conversación sobre la cual gira en torno la película cuenta con planos y contraplanos que se sienten muy televisivos, y esa sensación está durante gran parte de la película. O cuando San Martín anuncia a lo que suponemos es una multitud su idea de liberar Perú, pero sólo lo vemos a él y sus secuaces en un plano cerrado. Dicho esto, la película sortea esos problemas de producción de manera satisfactoria. Además, el uso de claroscuros ayudan a recrear la época con cierta frescura.
A grandes rasgos, en El encuentro de Guayaquil nos vamos a encontrar con una parte de la historia que no figura en los libros educativos, una construcción de personajes complejos y llenos de contradicciones, polémica, claro, pero también una propuesta que más allá de ser ambiciosa se la siente artificiosa, y esto es más que nada a causa de actuaciones que, quizás porque en su mayoría provienen de la televisión, no están en sintonía con la película que quiere ser.