El Encuentro de Guayaquil, de Nicolás Capelli presenta una adaptación de una obra original de Pacho O’Donnell acerca del mítico encuentro entre José de San Martín y Simón Bolívar en 1822. Al margen de las referencias históricas, el film de Capelli intenta ir más allá y mostrar otra faceta de los próceres, “humanizarlos”, abordando cuestiones desde familiares y amorosas, hasta las diferencias y distanciamientos entre los miembros de la Logia Lautaro. Por otro lado, la película desarrolla su relato en diferentes tiempos, combinando lo acontecido con los recuerdos de San Martín (Pablo Echarri), como por ejemplo los artilugios utilizados por las “mujeres de la noche” de la época para sumar adeptos e inversiones, a la causa del libertador.
Regresando a 1822, el presente del encuentro nos presenta a un San Martín ya debilitado, que no tiene los recursos necesarios para revertir la situación militar del Perú, y por eso recurre a Bolívar, con quien comparte mucho pensamientos, pero también muchas posiciones contrarias. Hay varias versiones sobre ese encuentro, y su desenlace, pero lo cierto es que luego de éste, el General -ya prácticamente sin apoyo- renunció a todos sus cargos y se exilió en Europa, donde falleció a los setenta años.
Lo más destacable de El Encuentro de Guayaquil, cuya premisa inicial era interesante, reside en las actuaciones protagónicas de Pablo Echarri encarnando a San Martín, y de Anderson Ballesteros como Bolívar. Sin embargo el resto del elenco no sólo no acompaña, sino que entorpece el resultado final de una producción que resulta aburrida y densa, a pesar de contar con una buena trama.