La verdad os hará libres
Luego de cinco años de ausencia, el genio de Roman Polanski regresa al panorama cinematográfico (en buena hora) con un thriller político lleno de rigor y calidad. Con su característica forma de presentar el argumento, sus deliciosas composiciones visuales y un estilo narrativo que remite principalmente al clásico Rosemary's Baby (1968), The ghost writer, luego de un paso exitoso y muy bien recibido en el Festival de Berlín (que le mereció el Oso de Plata a la Mejor Dirección y la nominación al Oso de Oro), se apunta entre lo mejor de este onanista 2010 del cine.
Primero que nada, apuntar que las traducciones -en un por lo menos rescatable y vindicable intento de respeto al título original- son, para variar, desacertadas. En Latinoamérica arriba a las salas con el nombre de El escritor oculto, y en España sólo El escritor. ¿Qué pasa con estas traducciones? El título The ghost writer no sólo hace referencia al arduo trabajo que realiza el personaje encarnado excelentemente por Ewan McGregor (y pensar que hace unas semanas alabábamos su papel gay en I love you Phillip Morris, qué grande este tipo), sino que abre una variedad de caminos interesantísimos respecto a la psiquis del escritor protagonista, la trama y el sentido que le quiso dotar Polanski al contexto que rodea a la acción, siempre vista desde la perspectiva del personaje principal, como ya nos tiene acostumbrados en sus thrillers el autor de Le locataire (1976) y The pianist (2002), entre otros.
La traducción literal, entonces, sería El escritor fantasma. Muchos dirán que este es un dato menor, pero realmente se lamenta la forma en la que ciertos remates se diluyen por culpa de una mala traducción, tal y como pasa en las escenas en las que al anónimo personaje de McGregor le toca presentarse como "the ghost --el fantasma--" (por lo menos en Argentina en esos momentos el subtítulo reza "el escritor"... ¿ven que tiene otra esencia?). Pero principalmente el error que le achacaremos a la distribución subtitulada (no queremos ni imaginar lo que sucede en el caso de los cómodos y despreciables doblajes) es ése. ¿Por qué?
"The ghost writer" es como se le dice en los países angloparlantes al escritor profesional cuya labor es entrevistarse con una personalidad para reconstruir, en este caso, sus memorias, para luego elaborarlas desde el anonimato; el autor que firma la obra es el personaje de renombre, y no el verdadero. En otros países el término es "el escritor oculto", de ahí la -mala- traducción: se tradujo la labor, no la intencionalidad de los realizadores. En este caso el término o el adjetivo "fantasma" es un paralelismo, desde la perspectiva de este servidor, de la esclavitud a la que Polanski y Robert Harris -autor de la obra- someten al protagonista.
Un elemento característico que los que tengan la fortuna de toparse con este film podrán notar es el de la constante agresión a "El Fantasma" (como de aquí en adelante llamaremos al protagonista). Hay fácilmente seis o siete escenas en que el personaje principal se ve en una situación de incomodidad o de aversión por parte del contexto inmediato. Desde una simple ofensa verbal como el "basura" escupido por un residente del pueblo en el que debe acompañar a su cliente, el ex-Primer Ministro Adam Lang (muy buena la actuación de Brosnan), hasta las constantes e incesantes situaciones en las que El Fantasma se siente o se encuentra perseguido, ya sea de manera palpable como las propias mentiras u ocultamientos de la verdad. Nadie lo trata bien, ni siquiera la esposa de Adam Lang, Ruth Lang (también excelente en su papel Olivia Williams) en una escena puntual que además de curiosa resulta histérica pero efectivísima (remite otra vez a Rosemary's Baby, ya notarán por qué al verla). Nadie entiende ni pretende entender a El Fantasma, ni siquiera el ministro Richard Rycart (Robert Pugh), que sólo busca el interés de su propia misión política.
En definitiva, El Fantasma se ve expuesto -y lo cual se pierde desde la asimilación inicial que es el título mal traducido- a una esclavitud que se simboliza en lo fantasmal, lo deambulante, lo casi mágico, que es representado de manera muy irónica en la resolución del misterio.
La película está teñida de muchísima calidad técnica, con una fotografía espectacular (con un papel preponderante de la iluminación), dirección magestuosa (¡que viva el cine de profundidad de campo exagerada!) y montaje excelente (el glorioso comienzo de la película, más que entendible y aplaudible, con esa secuencia en montaje paralelo mostrándonos el punto de partida, como filtrándonos información), una banda sonora magnífica y un trabajo actoral muy destacable. El guión apela a recursos narrativos muy acertados, que van intercalando formas en el estilo del relato que además de darle fluidez van refrescando la historia y nos mantiene en vilo sin importar las más de dos horas del metraje.
Dicho todo esto, queda concluir que The ghost writer no sólo es un thriller bien llevado, sino que es un camino hacia la libertad por parte de un protagonista oprimido e ignorado, privado de la identidad, exigido a condiciones laborales hasta si se quiere peligrosas, y reducido a la aceptación de jerarquías impiadosas, mentirosas y violentas. Todo, con un único atajo definitivo que para muchos puede ser obvio o predecible, pero no es más que una genialidad del realizador para liberar a su esclavo.
"La verdad os hará libres," nos dice la data del borrador paseando por las calles inglesas luego de que el ocurrente (y bendito) fuera de foco nos induzca al final del recorrido del protagonista, y a un sinfín de posibilidades que quedarán en la retina y la memoria pensante del espectador.