El hotel Marigold no será demasiado suntuoso, pero está en la India, en los alrededores de Jaipur, lo que, más allá de su precario estado de conservación, lo vuelve un poco exótico, y además suma un atractivo extra: los precios accesibles -al alcance de presupuestos bastante limitados- a cambio de los cuales ofrece a venerables jubilados británicos de clase media no la hospitalidad de un geriátrico sino un albergue cordial y la promesa de aventuras para disfrutar, entre pares, de los que pueden ser sus mejores años. Hay un poco de todo -en especial, bastante soledad-, en ese grupo de pasajeros que serán los inminentes huéspedes del hotel y que están ahora ahí, reunidos en el aeropuerto y más pálidos que nunca en medio del exuberante colorido de la multitud. La escena expone también uno de los rasgos poco comunes de esta historia placentera, liviana, convencional e inofensiva que John Madden ( Shakespeare apasionado ) dedica al público maduro: en el elenco principal, nadie tiene menos de sesenta años. Lo cual termina siendo también una de sus fortalezas. Nada más útil que la experiencia de Judi Dench, Maggie Smith, Tom Wilkinson o Bill Nighy (por sólo mencionar a algunos) para sostener el atractivo de la película cuando la historia hace agua o cuando, atenta a que la clave está en la suma de grandes actuaciones y finales felices, se desentiende de cualquier credibilidad o recurre a los más clásicos clichés. Que lo diga Maggie Smith: sólo ella puede hacer posible que la amargada intolerante del comienzo se transforme milagrosamente en la comprensiva y cariñosa ejecutiva del final.
Como todos, ella tiene sus razones para estar ahí: la operación de cadera por la que en su país habría de esperar meses o años, podrá hacérsela en la India sin demora y a mucho menor precio, así que deberá tragarse sus prejuicios. A Judi Dench, la viudez la obligó a trabajar, de modo que puede seguir con su blog desde cualquier parte (y de paso, poner alguna ilación en el relato); para Tom Wilkinson, el viaje es un regreso: debe cerrar una historia que vivió de estudiante y que no ha olvidado. Es quizá el personaje más interesante.
Hay quienes buscan amor, o al menos un buen partido, como Celia Imre (en un papel que iba a ser de Julie Christie), y si no hay amor, por lo menos un poco de diversión, como Ronald Pickup (que reemplazó a Peter O'Toole). Y hay por fin un matrimonio desavenido (Bill Nighy y Penelope Wilton) que llegó al Marigold en plan de reducir gastos. Cada uno encontrará un remate para su historia: Madden (y probablemente también la novela These Foolish Things en la que se basó) ha sido en ese sentido muy justiciero. Todos tendrán su premio, inclusive la parejita joven, integrada por Dev Patel, el protagonista de Slumdog Millionaire , y la joven modelo Tena Desae, que ya ha hecho su debut como actriz en Bollywood.
Si bien Madden capta con su cámara el caótico fluir de la vida y recoge aquí y allá apuntes vistosos y pintorescos, el ambiente no es un aspecto que preocupe al film salvo en la medida en que proporciona exotismo y color. El costado romántico, unas pizcas de emotividad y bastante humor (nada demasiado inspirado, aunque hay algunas réplicas verdaderamente ingeniosas) contribuyen al liviano entretenimiento. Pero lo fundamental, ya se ha dicho, está en los intérpretes. Ellos son la verdadera fiesta.