Más cuerpo que cabeza
Cuesta creer que se necesitaron cuatro cabezas (cinco, más el dire) para idear una trama tan básica y predecible, partiendo desde el hecho de que es una historia verídica. Siguiendo los cánones del subgénero de 'drama sobre boxeadores sufridos' al estilo Rocky (1976) o Raging Bull (1980) -y un largo y tedioso etcétera-, The fighter (2010) cuenta la historia de cómo Micky Ward fue campeón mundial a pesar de tener un hermano drogón que le hizo sombra toda su vida, sin nunca haber sido nada ni nadie en la vida más que aquel que 'knockeó' a Sugar Ray Leonard (hecho dudoso hasta hoy en día).
Casi como esa fórmula que Dicky Elmund le enseña a su hermano menor para el box, "Cabeza, cuerpo, cabeza...", The fighter no se inmuta en generar novedades estéticas en cuanto a la forma de narrar. Sí, el ritmo es fluido y el film en su totalidad se digiere bien, pero ¿y dónde está la novedad? Si ponemos en Youtube "Ward vs Sanchez" tendremos infinitas opciones para ver ese memorable knock-out luego del golpazo asestado en los costados, que fue el primer escalón al éxito para el pobre y explotado Wardy (diminutivo que se me acaba de ocurrir).
Aún así y su esquematismo y linealidad, la cinta de O. Russel nominada a ¡siete Oscars! (mundo generoso) es un puente a esa realidad. Muchos son (somos) conscientes de que quizás sin esta peli no se sabría de Ward fuera del mundo de los aficionados a ese pseudodeporte que es ver a dos brutos intercambiando trompadas discontinuas. Y muchos somos conscientes también de que O. Russel manipula esa premisa, esa verdad tan irrefutable que es la realidad, para hacer cine.
Porque The fighter será casi tan clásica como casi industrial, pero es un buen ejemplo diferenciador entre el formato cinematográfico y el televisivo. El porqué no es un mero audiovisual melodramático, y es cine, se refleja en los replays de los mejores momentos de las contiendas, en los cuales hay relatos y comentarios en off, y varias puestas de cámara al mismo tiempo (¡con televisación de HBO, ojo!) para simular ese vivo y directo que brinda la pantalla chica. Ese montaje refiere a la calidad que tiene el cine para emocionar. La manipulación de la realidad, llevada a la actuación dramática (por cierto, con un reparto sobresaliente, con Bale y Adams a la cabeza) y los efectos visuales disponibles -ralentis, planos detalle, edición de sonido, flashbacks, etc-, son una celebración de esa diferencia entre ambos formatos, o más bien ambos mundos.
Por el contrario, y como si se tratase de un monumental castillo de arena, el hecho de que Stallone ya lo haya hecho con la fotografía digital símil transmisión de tv en la lucha final de Rocky Balboa (2006) es una patada letal que derrumba ese logro tan simple pero elogioso. The fighter no innova, no aporta nada realmente plausible, pero sí emociona gracias a un elenco admirable, y nos recuerda que, aunque nos enganchemos viéndolo en el zapping en un futuro no muy lejano, su logro está en ser cine.