Con apenas cinco películas en casi veinte años, el australiano Baz Luhrmann demostró ser un director amado y odiado, pero con un sello propio que nunca pasa desapercibido. Su cine combina lo mejor de lo clásico y lo moderno para contar historias de amor entre dos personajes de ámbitos distintos (ámbitos muchas veces hipócritas e intolerantes), que deben jugarse por lo que sienten, aunque las consecuencias puedan ser trágicas.