El Gran Showman: Entretenimiento sin audacia.
“Nunca he llamado a mi trabajo “arte”, es parte del mundo del espectáculo, el negocio de la construcción de entretenimiento”
Walt Disney.
Su primera adquisición fue una mujer afroamericana ciega, a la cual apodó como “Joice la bicentenaria” y llegó a presentar como a la auténtica niñera del mismísimo George Washington. Todas las biografías conocidas de P.T. Barnum inician de esta manera cuando hacen referencia a su carrera en el show business. Un empresario, político y artista que revolucionó el concepto de espectáculos en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Un redomado truhan que supo vivir a costas de la credulidad del público y sus ansias por lo novedoso.
Toda una institución este señor, que claro tiene sus detractores, pero que mayormente supo representar lo que la nación americana llegaría a titular “el sueño americano”; esa premisa sobre el pobre que triunfa a pesar de todo gracias a su ingenio y carisma. Quizás por ello hayan decidido, tanto Jenny Bicks la autora de la historia como Bill Condon el guionista, comenzar por esa pobreza, la carta del excluido. Tomando la historia de que su padre era sastre, olvidando que era posadero y encargado de tiendas, la película inicia con una clásica escena de encuentro de clases que da pie para que el joven ya conozca también a la que será su compañera de toda la vida, Charity Hallett. De ahí solo será un trepidante y colorido paseo por el ascenso del gran Barnum, no solo económicamente, sino que también en su sueño de ser aceptado por la alta sociedad Neoyorkina.
A través de una serie de entretenidas canciones, lejos de las excelentes que supieron concebir para La La Land (2016) Benj Pasek y Justin Paul, el repaso que realizan del personaje no es más que un cascarón edulcorado, que gracias a un terriblemente carismático Hugh Jackman no desborda en la sobreactuación. Es un musical lo sabemos, lo entendemos y los disfrutamos como tal, pero hacen de esto no más que una frivolidad danzada, un correcto y esmerado maquillaje que intenta involucrar a alguien que supo decir “Por cada segundo nace un idiota nuevo” con temas como la familia, la inclusión y la superación. Viendo en retrospectiva se antoja hasta cínico. Quizás algo que este caballero habría producido y aplaudido. Tal vez fue el querer un personaje bueno pero truhan, un estafador con corazón, lo que hace el espectador no logre una verdadera aproximación al sujeto que fue este P.T. Barnum, al que Jackman dota de una sonrisa desarmante. Aun así con el resto del elenco llevan a cabo un espectáculo digno en que, obviamente, sus dotes musicales quedan más que demostradas.
Un atractivo evento que evoca, tal vez demasiado, a Moulin Rouge (2001) en la que destaca sobre todo el diseño de vestuario y las esmeradas coreografías, tal vez todo un tanto deslucido por un poco trabajado FX. Intensa, apasionada y sin pausa, el musical discurre sin tropiezos mayores, sí se me antoja que pudo ser algo más interesante una aproximación realista del personaje en cuestión. De todas maneras se divertirán un rato y verán porque actores como Hugh Jackman son lo mejor que le ha sucedido al cine actual.