Las historias sobre pioneros nunca dejan de ser fascinantes e inspiradoras. Tomemos el caso de Phineas Taylor Barnum (mejor conocido como P.T. Barnum), empresario del mundo del espectáculo, animador, visionario, cuando la fusión de esas actividades, allá por el siglo XIX, no era habitual. El Gran Showman (The Greatest Showman, 2017) nos presenta una versión de sus épocas más gloriosas, y en clave de impactante musical.
La ópera prima del australiano Michael Gracey (con trayectoria en departamentos de arte y de efectos especiales) muestra a Barnum desde su infancia humilde como hijo de sastre, hasta su etapa como creador de museos y shows con freaks y otros personajes inusuales, que lo convirtieron en una figura exitosa entre las clases populares pero denostada por la alta sociedad. Su obsesión por cautivar a los espectadores más elitistas lo lleva a financiar una gira de la cantante sueca Jenny Lind (Rebecca Ferguson). Pero la ambición y los nuevos desafíos lo llevan a descuidar lo que más ama, empezando por su propia familia.
Aunque ya lo había demostrado en teatro y en el film Los Miserables (Les Miserables, 2012), aquí Hugh Jackman tiene la oportunidad de desplegar todo su talento para el baile y el canto. Él es el verdadero gran showman, el alma de una película imperfecta, poco inspirada, que pretende exhibir un corazón más grande del que en realidad tiene, pero que respira y regala optimismo. El resto del elenco, no menos destacable por nombre o por facultades interpretativas, termina quedando a la sombra de Jackman. En especial, Michelle Williams, quien encarna a la esposa de Barnum; una excelente actriz que siempre merece ser mejor aprovechada.
Los números musicales representan otro punto alto. Las composiciones de Benj Pasek y Justin Paul -ganadores del Oscar por La La Land (2016)-, entregan canciones fieles a las temáticas del largometraje: los sueños, la inclusión, el triunfo, la familia, el amor. “A Million Dreams”, “This Is Me” y “Come Alive” son dos muy buenos ejemplos.
El carisma y la presencia de Hugh Jackman, más un puñado de bellas canciones, hacen que El Gran Showman valga la pena para divertirse y quedar con un sabor dulce en el paladar. Todas las epopeyas de soñadores, aun sin ser geniales, cumplen con su cometido de motivar.