Verano en Córdoba, caluroso y húmedo. Dos mujeres empiezan a convivir en una casa que las atrapa, refugia y aparta del afuera. El jardín no tiene pileta; sólo reposeras bajo la sombra de dos nogales. A la casa sólo entra, de vez en cuando, un amante que ayuda a cuidar el jardín. Una de las mujeres, Holanda, es una veterana actriz del teatro under que prepara un monólogo para el estreno de su última obra. La otra ocupa su tiempo buscando a su desaparecida gata persa, regando las plantas e intentando una restauración del lugar que se demora, en parte porque todo le recuerda a su marido muerto. La tormenta llega y el ambiente queda limpio y fresco, pero el insecto ha entrado a la casa. No es la aparición más preocupante: una enfermedad terminal enrarecerá el clima dentro de la casa. La primera ficción de Herrera Córdoba continúa expandiendo los límites de esa etiqueta imprecisa pero decididamente estimulante que es el “nuevo cine cordobés”, con una climática pieza de cámara que puede leerse, además, como un homenaje tácito a esa leyenda del teatro mediterráneo que fue Héctor Grillo.