Un padre negador, un hijo conflictuado y una madre detenida en el pasado. También hay una nueva esposa con bebe y un conflicto -nunca del todo especificado- que sacude el presente de todos. Con estos elementos, Florian Zeller (El padre) se mueve bastante esquemáticamente, mostrando un estado de situación que rebota entre la previsibilidad, los lugares comunes y alguna que otra trampa efectista. No hace falta decir aquí cómo termina la película para saber cómo termina la película.
Peter (Hugh Jackman) recibe la visita desesperada de su exesposa (Laura Dern) en el hogar que comparte con su segunda mujer, Beth (Vanessa Kirby) y el bebe de ambos. La presencia no es para remover heridas del pasado sino un pedido de auxilio: ella ya no sabe qué hacer con el hijo adolescente de ambos, Nicholas (Zen McGrath), un pibe desanimado e introspectivo.
Culposo por sentir que le soltó la mano en virtud de su nuevo esquema familiar, Peter se lo lleva a vivir con él para intentar recuperar el vínculo que los unía en el pasado. Lo que parece funcionar al principio termina siendo contraproducente para todos. El amor no siempre es más fuerte.
A favor de la realidad que propone Zeller sobre las relaciones familiares, el planteo de El hijo es verosímil. No cuesta nada ponerse en el lugar de los padres de Nicolas, desesperados ante una situación límite de la que no saben cómo reaccionar. Tanto Jackman como Dern están a la altura del conflicto, demostrando que son mejores que muchos de los proyectos que aceptan. En contra cabe señalar el desarrollo y conclusión de la historia, con vaivenes más cercanos a la telenovela o, en el mejor de los casos, a un capítulo de La rosa de Guadalupe.
Luego de El padre -que llegó a llevarse el Oscar al Guion Adaptado- muchos creyeron ver en el director un nombre a tener en cuenta. Lamentablemente, con El hijo demuestra que el juicio fue apresurado. A pesar de que hay unas pocas escenas de mucha potencia (lo que es de esperar considerando que Zeller es dramaturgo, y el guion es una adaptación de una de sus obras de teatro), no alcanzan para salvar una progresión visual rutinaria y sin matices, con personajes desdibujados y un conflicto que se enuncia, vuela bajo, amaga pero nunca llega a su pico dramático.
El hijo es un esbozo incómodo sobre las relaciones familiares en el siglo XXI, con mejores intenciones que resultados.