(Uh, linda noche para ponerse a escribir esta nota. Por algo dicen que soy el especialista den hombres lobos. No sé si es tan así. Una vez escribí una muy completa. Esperemos que esta quede buena. Bueno, empecemos... ¿Cómo puedo?... eh... ¡Listo, ya sé!)
“Incluso un hombre que es puro en corazón / Y dice sus rezos en la noche / Puede convertirse en un lobo cuando la belladona (o "azote de lobos") florece / Y la luna de otoño brille”.
Algo de historia
El hombre lobo siempre fue uno de los monstruos clásicos más atípicos. No tiene un origen literario, como Drácula y Frankenstein. No es un personaje romántico, como la Momia.
El “Wolfman” es un ser cien por ciento bestial.
Las historias sobre este ser pueden rastrearse en diversas culturas desde tiempos inmemoriales, incluso antes de Cristo. De cualquier manera, y salvo por algunos detalles, la leyenda es siempre la misma: una persona que bajo el influjo de la luna llena, se convierte en un ser mitad humano mitad lobo. A este proceso se lo conoce como licantropía, expresión que proviene del latín lycanthropus, que a su vez viene del griego antiguo: lýkos (Lobo) y ánthrpos (Hombre). También se conoce como licantropía a una enfermedad mental, en la que el paciente cree transformarse en una criatura de la noche. Y siguiendo con las enfermedades, también está la Hipertricosis Universal Congénita —conocida como el Síndrome del Hombre Lobo—, que provoca el crecimiento de vello en todo el cuerpo, incluyendo la cara.
Sin duda, el mito siempre sirvió para hablar de nuestro lado más salvaje, de nuestros impulsos más primitivos y peligrosos.
La primera vez que el cine le dio espacio a nuestro amigo peludo fue en 1913. El cortometraje The Werewolf contaba como la vengativa bruja de una tribu Navajo lanza una maldición que da origen al bicho del título.
El primer largometraje del tema fue El Lobo Humano (título original: Werewolf in London), de 1935. Es este film de Stuart Walker, un científico (Henry Hull) adquiría el mal lobuno buscando una flor exótica en el Himalaya.
Pero la bestia recién se hizo popular en 1944 gracias al éxito de El Lobo Humano (título original: The Wolfman), de George Waggner. Es esta primera incursión licantrópica de la Universal —por entonces sinónimo de clásicos del terror—, Lawrence Talbot (Lon Chaney Jr.), es mordido por ya-se-imaginan qué y cada vez que sale la luna llena, como bien dice la cita que encabeza esta nota... Bueno, ni hace falta que lo diga. La única solución posible: dispararle con una bala de plata. Chaney Jr. siguió haciendo de lobo y de otros mostros en otras producciones de la Universal.
Durante las décadas siguientes, el subgénero fue progresando. En los ’50, un joven Michael Landon (Se acuerdan de Michael Landon, ¿verdad?) protagonizó El Monstruo Adolescente. 1961 nos trajo La Maldición del Hombre Lobo, única pero espectacular incursión de la productora inglesa Hammer en el terreno lobuno. Vale la pena detenerse en este film, dirigido por Terence Fisher. Aquí, el joven León (Oliver Reed) no se convierte en asesino salvaje porque lo hayan mordido, como solía suceder en la mayoría de estas películas: era producto de una violación. Y León convertido aparecía lo justo y necesario, nunca de manera gratuita. En realidad, La Maldición... es más una tragedia que una de horror, un drama acerca de una familia conviviendo con el horror a pesar del terrible e inevitable destino.
Enseguida surgieron exponentes también en territorios de hablahispana. El recientemente fallecido Jacinto Molina (mundialmente conocido como Paul Naschy) estrenó en 1967 La Marca del Hombre Lobo. Allí interpretó por primera vez al Waldemar Daninsky, una bestia peluda que seguiría apareciendo en las secuelas del film, como La Noche de Walpurgis. Además, La Marca... dio inicio a la época de oro del cine de terror en España.
En 1975, Argentina tuvo su representante gracias a Nazareno Cruz y el Lobo, una de las obras cumbres de Leonardo Favio. Aquí no había despliegue de FX ni convencionalismos. Al igual que La Maldición..., era una tragedia acerca de Nazareno (Juan José Camero) el séptimo hijo varón que, como dice la leyenda, termina convertido en el Lobizón cuando se enamora de Griselda (Marina Magalí), una hermosa muchacha del lugar. En esta gran fábula también aparece Alfredo Alcón como el mismísimo Diablo.
La revolución llegó en 1981. Es cierto que Aullidos y Un Hombre Lobo Americano en Londres son películas distintas. La primera lleva el sello de su director, el enorme Joe Dante —esto es: citas cinéfilas, humor negro, sátira social, Dick Miller como actor fetiche—; en cambio, el film de John Landis tiene bastante humor absurdo, propios del otrora realizador de Colegio de Animales y Los Hermanos Caradura, pero con momentos de terror puro y duro. Sin embargo, ambas joyas mostraban bichos que ya no eran actores maquillados con pelos en la cara ni uñas postizas sino seres más lobunos que humanos: hocicos bien largos, colmillos y zarpas que paralizan con sólo verlos... ¡Y ni hablar de las terroríficas e innovadoras escenas de metamorfosis! (pinchen aquí y aquí). La leyenda viviente de los FX de maquillaje Rick Baker estuvo involucrado en las dos películas. Sabía muy bien que quería fabricar un nuevo tipo de morphing usando cámaras de aire, receta que le pasó su mentor, el reconocido Dick Smith. Estaba por empezar en Aullidos cuando recibió un llamado de su amigote Landis para trabajar en el proyecto licantrópico pensado diez años atrás. Entonces se fue para Un Hombre..., aunque dejó a cargo a su discípulo, el futuro talento Rob Bottin. Si bien Bottin tiene el crédito por los monstruos de Aullidos, los verdaderos responsables de lo que se vio en pantalla fueron los hermanos Jeff y Steve Shank, productores de efectos. Más allá de un montón de puntos en comparación, las dos películas son grandes clásicos del cine en general. Ah, Baker ganó el primer Oscar de su carrera por su soberbio trabajo en Un Hombre... cuando recibió un llamado de su amigote Landis para trabajar en el proyecto licantrópico pensado diez años atrás. Entonces se fue para
Más tarde llegaron las interesantes y olvidadas Wolfen, y En Compañía de Lobos. Un Michael Fox pre-Marty McFly se puso peludo (y no por exceso de autosatisfacción sexual) en la divertida comedia Muchacho Lobo, de 1984. Tres años después hubo una segunda parte, Muchacho Lobo 2, protagonizada por el ex ídolo juvenil y hoy actor respetado Jason Bateman.
Ya en los ’90 nos dieron la innecesaria y pretenciosa Lobo, con Jack Nicholson sobreactuando como de costumbre (maquillaje de Rick Baker, aunque más convencional) y Un Hombre Lobo Americano en París, pobre secuela de la obra de Landis, y encima con lobos hechos con una por entonces pobre animación digital.
El siglo XXI trajo licántropos incluso en películas que no los tenían como tema central. La Marca de la Bestia, de Wes Craven, prometía demasiado, pero resultó un desastre, en parte porque los productores de Dimension Films obligaron al director a filmar casi todo de nuevo. Sí vale destacar la curiosa producción canadiense Ginger Snaps: La Posesión (que generó una secuela y una precuela), y la inglesa Dog Soldiers. Para empezar, ninguna de las dos películas abusaba de la tecnología computada. La saga de Inframundo también supo darle un lugar destacado a estos animalitos.
La nueva oportunidad para este gran monstruos velludo ha llegado. Y para eso hay que remontarse a aquel clásico con Lon Chaney Jr. Sí, otra remake entre nosotros.
(Uy, cómo me pica todo el cuerpo. Humm, huele a churrasco de cuadril. ¿y ese ruido? ¿Un alfiler? Mis sentidos están a full en noches así. Bueno, sigamos)
La maldición
El Hombre Lobo, la nueva versión de El Lobo Humano de la Universal, parecía condenado a ser un film maldito, y no por el horrible ser del título.
La producción arrancó en 2007. Benicio del Toro no sólo sería el actor principal sino uno de los productores. El director elegida originalmente fue Mark Romanek, quien supo estremecer con Retratos de una Obsesión y dirigió miles de videoclips. El guión estuvo a cargo de Andrew Kevin Walker, que se hizo famoso por escribir Pecados Capitales y La Leyenda del Jinete sin Cabeza. Al asunto se sumaron Anthony Hopkins, Emily Blunt y Hugo Weaving. Todo parecía ir bien, hasta que Romanek renunció por las típicas diferencias creativas con el estudio. Universal salió enseguida a buscar un reemplazante. Sonaron nombres como Frank Darabont, James Mangold, Bill Condon, Martin Campbell, Guillermo del Toro y Breck Eisner, pero al final quedó Joe Johnston. Nacido en 1950 en Texas, Johnston empezó trabajando en el departamento de arte y en efectos especiales para George Lucas y Steven Spielberg. Su debut como director fue Querida, Encogí a los Niños. Luego vinieron Rocketer, Jumanji, Cielo de Octubre, Jurassic Park 3 y Océano de Fuego. Sus películas no son geniales, pero tampoco desastrosas, y siempre entretienen.
El guión también sufrió cambios, esta vez de la mano de David Self. Self escribió maravillas como Camino a la Perdición y Trece Días, pero mejor olvidar su incursión en el género fantástico: La Maldición, aquel insulto al cine de miedo que perpetrara el holandés Jan De Bont.
Una vez que la película estuvo terminada, la fecha de estreno se pateó innumerables veces desde 2008, debido a los constantes cambios, ya que filmaron escenas nuevas, modificaron el aspecto de unos de los monstruos y remontaron algunas partes (para eso acudieron al experimentado Walter Murch).
Pero el resultado final ya está en los cines.
¿Qué salió de todo ese lío?
(Estoy transpirando demasiado. No, el aire acondicionado funciona. ¿Entonces? ¡Aaaaaagggggggg! Qué dolor, Dios. Siento que el cuerpo se me quiere contorsionar... Mis piernas... Mis brazos... ¡Aaagggg!... La picazón en las orejas.... ¡Uuuffff!... Mejor sigo escribiendo.... que... ¡Auggggg!... que todavía no puse nada de la película)
Ahora sí, la película
Salvo por algunos cambios y subtramas necesarios, El Hombre Lobo sigue de cerca de la peli en la que se basa.
1891. Luego de años viviendo en Estados Unidos, el actor Lawrence Talbot (Benicio del Toro) vuelve a su residencia familiar en Inglaterra. Un trauma familiar lo alejó de allí de pequeño, pero la violenta muerte de su hermano lo obliga a regresar y a reencontrarse con su padre (Anthony Hopkins), a quien no ve hace mucho. También conoce a Gwen (Emily Blunt), su otrora cuñada, quien tampoco puede creer el horror de lo sucedido. Un horror que no termina ahí: en una noche de luna llena, en medio del bosque, y tratando de averiguar qué sucedió con su hermano, Lawrence es atacado por una bestia. Y a esta altura de la nota ya saben cuáles son las consecuencias. El ya de por sí atormentado Larry sufre cambios en su físico y en su conducta, y encima debe buscar al monstruo que lo infectó, ya que tiene intenciones aún más terribles.
A pesar de los problemas de producción, la puesta al día de otro clásico pasó el examen con un sobresaliente. No es genial, pero tiene varias virtudes.
El maquillaje del monstruo es un muy logrado homenaje al creado por Jack Pierce para la obra de Waggner (cara peluda, garras, colmillos). Aunque el lobezno también suele correr en cuatro patas, como los licántropos del cine moderno. El responsable de tan magnífica tarea no es otro que Rick Baker. De hecho, confesó que la película original lo influyó de niño a dedicarse a los efectos especiales de maquillaje. Según Baker, tomaba tres horas hacer que Benicio quedara hecho un lobo, y que no costó tanto ya que el actor era de por sí muy velludo. Eso sí: para las escenas de metamorfosis se usó CGI, cosa que a Baker no le gusta demasiado. ¡Atentos a la aparición de R. B. como una víctima de su propia creación!
Llama la atención —en el mejor de los sentidos— la inclusión de muertes sangrientas, algo que las superproducciones de Hollywood tratan de evitar o disfrazar con trucos visuales. Podemos ver a la bestia arrancando brazos, rebanando cabezas, destrozando personas como si fueran ciervos.
A la manera del Drácula de Coppola en su momento, El Hombre Lobo incorpora elementos de otros hits del subgénero lobuno. La criatura, como dijimos, suele correr en cuatro patas, como la de Un Hombre Lobo Americano en Londres; en un momento anda suelta por la ciudad y huye por los techos de las casas, igual que Oliver Reed en La Maldición del Hombre Lobo...
Pero el mayor acierto del guión y de la dirección está en el tono de tragedia griega, de drama familiar propio de los mejores de estos films.
Haciendo un análisis más profundo, El Hombre Lobo es la historia de la tensa relación —o directamente, de la no-relación— entre un padre y un hijo. Un oscuro hecho del pasado hizo que se distanciaran y que el amor que alguna vez los unió —si alguna vez existió— muriera para siempre. Y el reencuentro tiene como marco un nuevo episodio fatídico, del que tal vez ninguno salga ileso. Esta clase de elementos pueden rastrearse en dramas a secas, como Días de Furia (título argentino de Afliction, de Paul Schrader), aunque el cine fantástico también supo darle su lugar: la saga de La Guerra de las Galaxias, sobre todo El Imperio Contraataca, y la subvalorada Hulk de Ang Lee. En ambos casos, los protagonistas descubrían que sus némesis eran sus propios padres. Joe Johnston no aborda el tema con tanta profundidad como Lee, pero jamás lo oculta, lo que es un gran acierto y le otorga una bienvenida complejidad a la historia, volviéndola algo más que unos cuantos sustos, muertes y persecuciones muy bien organizados.
(CUIDADO: SOPA FRÍA O SPOILERS, COMO LES DIGAN) Porque en el final, no son sólo dos bestias humanoides las que se enfrentan hasta la muerte sino un padre y un hijo, dos seres de la misma sangre. Y eso no deja de ser un detalle perturbador y muy triste. (FIN DE SOPA FRÍA)
El elenco da en la tecla con esta clima trágico. Benicio le da una carga de tormento y oscuridad a su Larry Talbot, un hombre torturado, condenado a un destino inevitable. No es la primera vez que el astro portorriqueño encarna a un ser peludo. Hizo de un hombre perro en El Circo de Pee Wee... y del “Che” Guevara en el díptico de Steven Soderberg. ¿Ah, eso último no cuenta?
Como en otras veces, por momentos da la impresión de que Anthony Hopkins actúa en piloto automático, pero también acierta con el toque sombrío de su personaje. Lo bueno del galés es que nunca sobreactúa, siempre está medido.
Emily Blunt sufre todo el tiempo. Aunque este no sea uno de sus mejores trabajos, sigue estando sobria y también muy hermosa, incluso cuando aparece desaliñada.
El australiano Hugo Weaving tiene el rol del inspector Abberline, de Scotland Yard, quien llega para hacerse cargo de la investigación de una serie de brutales asesinatos. Da la impresión de que el actor (que en realidad nació en Nigeria) podría haber estado más aprovechado. Sin embargo, sus intervenciones siempre son bienvenidas, no importa la clase de películas en las que decida estar.
No olvidemos mencionar a la inefable Geraldine Chaplin haciendo de Maleva, una excéntrica gitana. Se ve que el werewolf era menos temible que Maharbiz.
Johnston no logra hacer la película de licántropos definitiva (como sí hizo Coppola con el mencionado vampiro más famoso), pero sale muy bien parado de un proyecto que parecía maldito.
¿Será el regreso al cine de los hombres lobos con toda la furia, alejados de los jovencitos de torso desnudo de la saga de Crepúsculo? Siempre hay espacio para to...
(No puedo más. Un pelaje negro, duro, se abre paso por mi piel, destrozándola mi dentadura aaaagggg se desdobla se parte como si la trituraran y la estiraran igual que una masa y mis manos ooouuhhhh se rompen mis dedos y salen nuevos oscuros y filosos aaaaahhhhh la espalda aaaaauugggg se me arquea la espalda pero quiero seguir escribiendo todo como si uuhhhhh mi ropa de deshace en jirones aaaaggg aggggggg aaaaaaa aaaaaaaauuuuuuuuuuuu!!!! y quiero correr y destrozar y me giro para saltar por la ventana donde brilla la luna llena y escuchó algo a mis espaldas y me giro y está mi amigo Fabio y me apunta con una escopeta y rujo le muestro los colmillos y dice algo de balas de plata y gruño y le digo hablando a pesar de mi hocico que las noche de luna llena no son para mí y le digo que al menos no me dispare así pongo el puntaje a la crítica y que se deje subirla y...).