Un hombre en busca de su padre
¿Cómo filmar lo que no está, lo que falta?, se pregunta Andrés Habegger. El recuerdo, cuando algo de él ha quedado, se vacía de imágenes, se silencia de palabras. ¿Cómo recuperar y convertir en imágenes esos brumosos recuerdos que el dolor de la pérdida (pérdida forzada en este caso) se ha ido empeñando en disipar?
La memoria, se sabe, es siempre parcial e ingobernable: ella misma se encarga de seleccionar lo que conservará, es inútil contrariarla.
Un chico, como lo era Habegger cuando sucedió el tiempo ahora lejano que intenta reconstruir -porque en él estuvieron los días que compartió con su padre- una infancia en que habría necesitado tenerlo más presente. Ahora que es adulto, puede llegar a justificar y comprender las razones de su ausencia (he ahí el expresivo diálogo con la abuela) y hasta admirarlo por la convicción con que asumió lo que sentía que era su compromiso político, su obligación de ciudadano interesado en la suerte de su país y de sus semejantes, aunque esa causa, tal como él la entendía, haya tenido tan directa relación con sus frecuentes ausencias al principio y con su desaparición definitiva después.
Andrés busca incansablemente reconstruir los pasos de su padre guerrillero, pero el film no pone tanto el acento en lo político -aunque expone con claridad y precisión, además de conmovedora sensibilidad, la época que se evoca-, sino en el recorrido emocional de un hombre en busca de la figura de su padre.