Documental, road movie y denuncia
Ya desde su aparentemente denotativo pero ampliamente polisémico título, El Impenetrable, el documental del experimentado realizador italiano Daniele Incalcaterra, codirigido con su esposa Fausta Quattrini, de origen suizo, se constituye no sólo en referencia geográfica sino que deviene sinónimo de imposibilidad, y de la necesidad imperiosa de derribar esta barrera.
Ganadora del Premio del Público como Mejor Película en el recientemente finalizado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, El Impenetrable, desde la lógica interna del documental, se adentra en un tema del cual se pretende brindar testimonio. En este caso, la denuncia, reiterada e infructuosa, de la explotación de tierras mal habidas, en El Impenetrable paraguayo, durante la dictadura de Stroessner.
Uno de los puntos más fuertes del documental de Incalcaterra y Quattrini es la historia personal del director, heredero de unas 500 hectáreas de ese territorio explotado y dominado por latifundistas beneficiarios de una medida de Stroessner, que les permitió comprar inmensos territorios a precios irrisorios y que hoy se cotizan en millones de dólares.
La narrativa de Incalcaterra y Quattrini, aparentemente expositiva, se despacha desde el comienzo con una revelación angustiante: la preocupación personal de Incalcaterra por esas tierras mal habidas que ha heredado produjeron la ruptura con su padre, que aún le duele en lo más profundo y que ha venido a reparar. Luego de reflexionar qué hacer con ese legado inmoral, con consecuencias nefastas sobre el medio ambiente y el injusto desplazamiento de pueblos originarios, Daniele y Faustina deciden que la reparación histórica y la sanación personal es viajar al Impenetrable e intentar la restitución de las tierras que, después de todo, no le pertenecen, porque fueron adquiridas ilegalmente.
Daniele y Faustina cuentan a su favor con su experiencia como documentalistas y su determinación personal de corregir injusticias y prevenir mayores daños al medio ambiente. Los principales obstáculos parecen salidos de un western, género que creíamos ficticio pero que se encarna en los latifundistas, que evitan intrusiones construyendo caminos privados y contratando guardias armados para impedir el acceso.
Incalcaterra y Quattrini vienen del primer mundo y se internan en un infierno colonialista casi digno del Coronel Kurtz retratado por Joseh Conrad en “El corazón de las tinieblas” y en “Una avanzada del progreso”. En El Impenetrable paraguayo habitan la ambición asesina, la impunidad y la locura, todo digno del mejor Herzog.
Incalcaterra y Quattrini, con un equipamiento fílmico minimalista pero con una gran capacidad narrativa, demuestran que el documental no tiene por qué ser sinónimo de una tediosa sucesión de testimonios. El Impenetrable es un docudrama y un biodrama al mismo tiempo, ya que se interna en las profundidades de complicidades criminales y bucea en la psiquis de un hombre perseguido por un legado que habla de injusticia, crueldad e irresponsabilidad criminal. En éste ultimo sentido, El Impenetrable es un magnífico thriller psicológico, y la travesía de los realizadores en busca de la reparación material y moral adquiere el formato de las mejores road movies.
Incalcaterra y Quattrini, plenamente conscientes de ambos planos -el histórico-ambientalista y el personal- construyen una historia que va mucho, mucho más allá de la recopilación de testimonios filmados. Con 135 minutos de duración -casi el doble de un documental estándar- El Impenetrable no es una película panfletaria ni unilateral, y nunca es aburrida o poco llevadera. Muy por el contrario, su combinación de denuncia y de transformadora experiencia personal la convierten en un documento necesario, acuciante.