Cruda metáfora laboral
Pasar “el invierno” está asociado generalmente a algo poco grato, complejo, cuesta arriba, y también como la transición hacia algo superador o supuestamente distinto. Por esas coordenadas hilvanó Emiliano Torres esta película, mezcla de western y drama, con amplio registro de denuncia social y una fotografía impecable, que se tradujo en un premio especial del jurado en el último festival internacional de cine de San Sebastián. Filmada en medio del clima hostil de la Patagonia, la trama transcurre lenta, con los tiempos de los campesinos residentes en Santa Cruz, regidos sobre valores simples pero también de máxima crudeza. Allí, el viejo Evans (Alejandro Sieveking) recibirá,como cada año, a un grupo de peones cuyo objetivo será esquilar ovejas. Trabajarán de 5 de la mañana a 5 de la tarde y deberán dormir sobre un colchón mugriento todos juntos dentro de un galpón. Entre ellos sobresale Jara (Cristian Salguero), quien comenzará a destacarse en su tarea hasta desplazar a Evans del cargo de capataz.En este ascenso y este descenso de categoría aparece el invierno en su derrotero más cruel. Porque Jara deberá cuidar la estancia de los cuatreros y a la vez también del abuso de su jefe y de algún que otro enemigo enigmático. Y porque Evans intentará acomodar su vida, para lo cual tejerá lazos ya deshilachados con su hija y su nieto, que ni siquiera sabía que ese hombre mayor era su abuelo. En el medio de estos vínculos, el destrato patronal, las miserias de los poderosos, la fragilidad de los que buscan sobrevivir a como dé lugar y esa esencia despiadada de transitar todos contra todos. Para atravesar estas sensaciones, Torres abordó una suerte de western, sutil, pero efectivo. Y redondeó, de modo brillante, una metáfora del salvajismo laboral en la Argentina.