Protagonizada por Eugenia Tobal y Luciano Cáceres y dirigida por Ezequiel C. Inzaghi (La cola), llega a los cines El jardín de la clase media, un thriller político basado en el libro homónimo de Julio Pirrera Quiroga.
En el marco de elecciones legislativas en Argentina, Claudio Sayago (Luciano Cáceres), uno de los posibles candidatos a diputado provincial por su partido, recibe una no muy agradable sorpresa en el patio de su casa: el cuerpo de una mujer decapitada. Junto a su mujer (Eugenia Tobal), psiquiatra y directora de un hospital, y el fiscal de turno, deberán investigar qué y quién se esconde detrás de este macabro crimen. A partir del hecho, comenzarán a develarse diversos secretos que apuntan directamente a las esferas más altas del poder.
Además del asesinato como punto de partida, la película también cuenta con otras subtramas (prostitución, tráfico, típicas infidelidades, etc.) que se van desarrollando. El problema radica principalmente en que estas cuestiones parecen tener un inicio y un final pero nunca un desarrollo acorde a lo que se va mostrando. Algunas cuestiones, de hecho, quedan más bien libradas al azar y a merced de cada espectador.
Posiblemente uno de los puntos más llamativos de El jardín de la clase media sea el elenco. Más allá de los protagonistas, Eugenia Tobal y Luciano Cáceres, el film también cuenta con la participación de Roly Serrano, Ludovico Di Santo, Leonor Manso, Esteban Meloni, entre otras figuras destacadas del cine argentino. Si bien todos logran interpretar a sus personajes de una manera correcta y convincente, ninguno realiza una actuación memorable que sobresalga por sobre el resto.
Ezequiel C. Inzaghi logra generar un clima tenso y mantener al espectador en vilo a lo largo de casi todo el metraje. Aun así, el final (en dónde se intenta dar una respuesta a todas las incógnitas que se presentan) termina siendo rebuscado y descabellado. Los conflictos se terminan resolviendo de una manera apresurada y poco creíble. El cineasta presenta una trama en la que intenta abordar múltiples cuestiones, pero falla en la resolución de estas. El jardín de la clase media cuenta con un final tan apresurado que no permite que el espectador termine de digerir toda la información que se le entregó en tan pocos minutos.