"El joven Ahmed" (Le Jeune Ahmed , 2019) se encuentra por derecho propio entre lo más flojo de la producción de los hermanos belgas Jean Pierre y Luc Dardenne.
Hasta ahora, su película que más me había molestado era El Silencio de Lorna. Pero si allí llamaba la atención el psicologismo que derrapaba hacia un pretendido tour de force muy extraño en el contexto de esa película (y bastante impropio del cine de estos realizadores), lo que genera El joven Ahmed es la sensación de que estamos ante un esbozo, una idea a la que le falta más profundidad y trabajo.
En este caso la cámara sigue (nunca mejor usada esta frase que con los Dardenne y su habitual “plano de nuca”) a un joven árabe en proceso de radicalización. No me voy a sumar al lugar común de cierta pretendida progresía que defiende el terrorismo porque del otro lado bla bla bla. Ese no es el punto.
El gran problema de la película no es su mirada política o la posición que adopta (uno podría incluso pensar en una buena obra cinematográfica respecto de la que no comparte esta postura), sino la linealidad, la superficialidad con que lo hace. No hay intento de comprender al protagonista, tampoco al menos de dar una posibilidad de conocer realmente sus razones.
Y es por eso que el final es aún más indignante: ya en otras películas los Dardenne han sabido ser crueles con sus criaturas; el tema es que aquí daría la sensación que al pintarlo tan gruesamente, casi que niegan su humanidad. Pareciera que esto es, justamente, lo que critican en el accionar del protagonista.