La Academia de Hollywood suele encariñarse con ciertas producciones, en especial cuando está bien visto que lo haga con películas “candidateables”, y eso sucedió con la sobrevaluada “El lado luminoso de la vida”. Una buena película, hecho que no entra en discusión, pero no la gran revelación que pretenden vendernos ostentando ocho nominaciones al Oscar. Jennifer Lawrence es sin dudas una gran actriz, pero lo que aquí hace queda a considerable distancia de la interpretación de Naomi Watts en “Lo imposible”, por citar un único ejemplo.
Puntualmente gran parte del relato recae en Pat (Bradley Cooper también nominado como mejor actor protagónico), un hombre que frente a la traición de su esposa sufre un ataque de nervios y pierde esa vida que había logrado construir. Recién salido de la clínica psiquiátrica, de regreso a la casa de sus padres (los también candidatos al Oscar en rubros de reparto Robert De Niro y Jacki Weaver) y decidido a recuperar a su mujer, Pat conoce a Tiffany, la cuñada de su mejor amigo. Ella también atravesó momentos duros, recientemente quedó viuda y canalizó todo su dolor explotando su sexualidad al máximo, al punto de acostarse con todos sus compañeros de trabajo. A cambio de ayudarlo a recuperar a su mujer, Tiffany le pide colaboración para uno de sus deseos más grandes: participar en una competencia de baile de salón.
“El lado luminoso de la vida” ganó varios premios internacionales en los últimos meses, incluyendo el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Toronto y el Globo de Oro por la actuación de Lawrence, y se erige de manera firme frente a la próxima entrega del máximo galardón de la industria del cine. Predecir lo que los miembros de la Academia consideran “lo mejor” de la producción 2012 será un misterio, como todos los años. A veces ser políticamente correcto e ir en sintonía con lo que el público pide a gritos va en contra de los verdaderos méritos en pantalla.