Sobre el diseño del comportamiento
En tópicos como el presente conviene sincerarnos y reconocer desde el vamos que la sola idea de una suerte de reboot/ relanzamiento de la franquicia centrada en el adrenalítico agente Jason Bourne no parecía de antemano un proyecto auspicioso sino más bien otro de esos ensayos contextuales de un Hollywood cada vez más impaciente y con menos ideas originales en su haber: si bien algo de ello efectivamente hay, para sorpresa de muchos la obra resultante rebosa de dinamismo y sobrepasa cualquier tipo de expectativa acumulada, sea ésta positiva o negativa. Con elementos de spin-off, el guión ofrece un “relevo” víctima de un operativo en pos de atar los cabos sueltos que desmadró el hasta ahora protagonista.
Vale aclarar que estamos ante un film muy ambicioso que por un lado se abre camino en tanto homenaje respetuoso a la senda trazada por el dúo Matt Damon/ Paul Greengrass en las excelentes La Supremacía de Bourne (The Bourne Supremacy, 2004) y Bourne: El Ultimátum (The Bourne Ultimatum, 2007), y que por el otro funciona como un replanteo estilístico que pretende correr en paralelo explayándose en las consecuencias indirectas de los eventos pasados. Conservando el tono realista, la perspectiva de izquierda militante y la crudeza progresiva, la película acerca su devenir hacia el terreno del espionaje clásico y revive aquella valentía que denunciaba los atropellos perpetrados por la “policía mundial”.
De hecho, la trama hace eje en el intento por parte del Departamento de Defensa y la CIA orientado a masacrar a prácticamente todos los “participantes” que conforman el inefable programa militar sobre el diseño del comportamiento y la construcción de súper-soldados. Ahora es el agente Aaron Cross (Jeremy Renner) quien padece la típica lógica de la serie, el “esperar al próximo sicario circunstancial” con vistas a deducir cuán cerca están los esbirros estatales en la cacería. Así las cosas, Cross une fuerzas junto a la Doctora Marta Shearing (Rachel Weisz) para salir con vida del hostigamiento y eliminar una trágica dependencia a fármacos que el susodicho arrastra a causa de la “intervención genética”.
El realizador Tony Gilroy, responsable de Michael Clayton (2007) y Duplicidad (Duplicity, 2009) y guionista histórico de la saga, abandona la cámara en mano y la edición entrecortada de Greengrass para virar hacia el suspenso sustentado en la dosificación de la información, la violencia furtiva, la profusión de flashbacks y la carismática presencia de Renner, un gran actor ya visto en la extraordinaria Vivir al Límite (The Hurt Locker, 2008). El Legado Bourne (The Bourne Legacy, 2012) supera a Identidad Desconocida (The Bourne Identity, 2002) gracias a un desarrollo dramático atrapante y un desenlace muy enérgico en Manila que está a la altura de los mejores momentos de la por hoy tetralogía…