Vaivenes de la invulnerabilidad divina
En un panorama apocalíptico logrado con un diseño artístico fabuloso, una fotografía espectacular y un vestuario bastante westereano, los hermanos Hughes dirigieron esta interesante obra sobre un guerrero solitario (cliché N° 1), que es casi imposible de vencer porque pelea y usa el sable que mete miedo (cliché N° 2), y que lleva un instrumento -en este caso, un libro- que puede cambiar el mundo (y llegamos al cliché N° 3).
Pero esta original y algo compleja historia escrita por Gary Whitta, además de estar construída sobre un armazón de clichés indefendibles, no sólo se presenta con esa trama tan descifrable y predecible. También tiene como escudo protector generador de puntos a favor un reparto de lujo, que despliega e irradia talento por todos lados, cubriendo la pantalla de un elemento pocas veces visto en propuestas como estas: buenas actuaciones en un guión mediocre. Aún cuando sabemos desde la mitad de la película como va a terminar todo (aunque cabe reconocer que el giro que da en el final es una muy buena maniobra para pulir lo que parecía imposible de pulir), la película nos atrapa y nos lleva por un camino austero, desolador y tortuoso, dejándonos en claro algunos aspectos esenciales sobre la invulnerabilidad divina en lo que a selección de profetas que sí predican en su tierra respecta.
Denzel Washington y Gary Oldman protagonizan un duelo antagónico monumental, haciendo que uno no sepa con cuál de los dos quedarse en la actuación. Washington parece frío durante toda la película, pero con el desenlace y un posible segundo visionado uno aprecia mejor el trabajo de este multipremiado y polifacético actor. En cuanto al malo malísimo de Oldman, con este papel uno recuerda aquel memorable personaje tan despiadado en León (1994), aunque también se pueden apreciar ciertos matices de Zorg, de The Fifth Element (1997). Ambos protagonistas deslumbran en sus repectivas escenas, y ofrecen grandes momentos cuando comparten algunas.
Del resto del reparto uno puede rescatar algunos nombres que pueden mover el piso: un acmuflado Tom Waits haciendo de un ingeniero; la bellísima Mila Kunis en un papel tan aceptable como innecesario (pero nunca puede faltar la chica que empieza molestando al héroe hasta terminar con él en la acción... cliché N° 4); y quizás la más apreciada de las participaciones, Michael Gambon haciendo de un anciano encerrado en su casa de 'en-medio-de-la-nada-pero-justo-donde-están-los-protagonistas', armado hasta por los tobillos y con una característica que no vamos a revelar en este texto.
Con un apartado técnico intachable (la escena del tiroteo en la casa simulando un plano secuencia quedará en nuestra retina por mucho tiempo), actuaciones excelentes, y un guión original pero que parte de una premisa bastante explotada con anterioridad, The book of Eli se reduce a una hora y cuarenta minutos de espectativa, western apocalíptico -si es que eso existía-, y un largo y violento caminar que intentará por cualquier medio insertar un mensaje ético-religioso al espectador, inspirados en una historia que ni siquiera parece estar demasiado convencida respecto a lo que será el futuro de la humanidad.