Fontán, en esta ocasión y al igual que en otras oportunidades mostradas en sus anteriores largometrajes, como en Ritos de Paso o en Marechal, muestra su respeto y su fina observación, sin temor al producto final, siendo un fiel reflejo y, por supuesto, un gran homenaje al relato de Saer.
El film se desarrolla, al igual que en el libro, en las orillas salvajes de Colastiné, pueblo de la provincia de Santa Fé. Es el último día del año y Wenceslao prepara sus pocos petates para cruzar el río en su bote e ir a la reunión de fin de año que se celebra en la casa de su cuñada, una ciudadana isleña. Ella, la mujer de Wenceslao, se niega a acompañarlo: "Estoy de luto" agrega su esposa sin posibilidades de remate. Lo cierto es que hay un duelo, un luto rigoroso desde hace seis años por el hijo que ambos perdieron en una accidente laboral. Wenceslao, entonces, parte hacia ese festejo río abajo, mientras se aleja de su casa y de su esposa, se masculla la tristeza y la ausencia de aquel que no está y de aquella que se niega a permanecer, a participar.
Este film, reflejo de lo escrito por Saer, abunda en detalles visuales y sonoros. La densidad de la naturaleza y de los tiempos de la película otorgan un claro ejemplo de la prosa de Saer. El director, junto al apoyo de la Municipalidad por el desarrollo del proyecto 'Santa Fé como set de filmación' utilizó como recurso infalible a la naturaleza en su inmensidad y esplendor, mostrando también su lado salvaje y su negra y total soledad. Con planos abiertos, desenfoques acertados y mucha profundidad de campo pocas veces vistos, encuadra sus tomas en donde no hay acción, la vivacidad queda relegada a unos costados mientras que el ángulo apunta a lo verde, a la naturaleza indómita que rodea este grupo de seres que conviven de forma aislada en la espesura de las islas del interior.
Por momentos, la historia se figura lenta, sin embargo, la cantidad de pequeños detalles que se muestran y la misma densidad que su velocidad abarca relatan lo que el libro original pudo mostrar.
La música o banda de sonido no existe en este film. Los sonidos de la naturaleza son amplificados a su máximo potencial para musicalizar esta obra. Y se logra. Los grillos, el río, los animales de pastoreo y hasta el viento desfilan de una forma estelar para dar profundidad y sensaciones a lo largo de toda la película.
El film está perfectamente llevado y las actuaciones son las correctas, reflejando sin adornos ni remates claros, que la vida en las islas es distinta, que los pobladores son diferentes y que una experiencia trágica, como la muerte de un hijo, puede ser extraída de toda solemnidad para mostrar en total esplendor el silencio y la ausencia voraz. Por ende, es una película adaptada fielmente a la prosa más mística de las creaciones de Saer, que contó con el reconocimiento del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia y con ella se inaugura el año homenaje a Juan José Saer.
'El limonero real' sin sobresaltos pero con sentimientos que desbordan hasta lo profundo podrá verse a partir de hoy en las salas del país.