Harrison Ford protagoniza El llamado salvaje, la nueva película dirigida por Chris Sanders (Cómo entrenar a tu dragón). Es una historia basada en la novela homónima de Jack London.
La película nos ubica en la época de la fiebre del oro en 1890. Buck (una especie de San Bernardo gigante) vive una tranquila vida en California junto a una familia adinerada. Una noche, tras ser obligado a dormir afuera luego de arruinar un importante almuerzo, es raptado y llevado a un lugar muy lejano: Yukón, Alaska. Allí, tras vivir múltiples situaciones de maltrato, es comprado por unos carteros para tirar de un trineo y trasladar la correspondencia.
Luego de una serie de eventos desafortunados, Buck finalmente pasa a manos de John Thornton (Harrison Ford), un ermitaño con problemas de alcoholismo, con quien conecta de inmediato. Ambos iniciarán una aventura que los ayudará a dejar atrás el pasado y sacar lo mejor de ellos mismos. Claro que no todo es color de rosas, la historia cuenta con un particular villano (encarnado por Dan Stevens) que buscará constantemente vengarse de la dupla protagonista.
Como la mayoría de los relatos que nuclean animales (en especial cuando lo hacen con perros), la trama constantemente cae en golpes bajos. El llamado salvaje busca, básicamente, en cada escena, la lágrima fácil del espectador. El problema es que las escenas en donde se apoyan para esto presentan una fórmula tantas veces vistas que hace que se vuelva fácil anticipar lo que va a ocurrir (y por ende estar “preparado psicológicamente” para ese impacto dramático).
Si bien el trabajo realizado con CGI respecto a Buck (el can está hecho completamente por computadora) es excesivamente minucioso, la realidad es que es este punto el que, justamente, le quita casi por completo la verosimilitud al relato. Al igual que ocurrió con la nueva adaptación de El rey león, por mejor que estén realizados los animales a simple vista, estos carecen completamente de algún tipo de emoción. Sus expresiones, por mucho que se adaptan a las reales, resultan, en casi todo momento, exageradas y artificiales, siendo así difícil creer en lo que vemos.
El llamado salvaje no logra explotar ni en el drama ni en la comedia. Es una aventura que se queda a mitad de camino. El trabajo en CGI, por más minucioso que sea, le quita casi por completo la verosimilitud al relato. Ni la presencia de Harrison Ford ayuda a mejorar la experiencia.