Estrena este film español que transita ciertos estadios del dolor ajeno y propio no reconocidos hasta que los bordes de lo ajeno y lo propio se tocan peligrosamente.
Ser médico de un hospital es al menos un acercamiento a la angustia. Ser médico de enfermos terminales que sólo pueden paliar su dolor sabiendo que el fin se acerca es un gran dilema. ¿Cómo ayudar sin involucrarse? ¿Se puede ayudar si no hay empatía? ¿O es mejor hacer la gran House y no tener casi contacto con el dolor del paciente?
Narrada visualmente en un 95% dentro de un hospital, Eduardo Noriega, en el papel del Diego Sanz, se ha desconectado de todo para mantener la debida distancia con el dolor de sus agonizantes pacientes, también ha puesto distancia con su mujer, su hija adolescente a cargo de Clara Lago y su didactismo hacia los nuevos residentes es: no mires, no te involucres.
En distintos sucesos como el intento de suicidio de una paciente, un disparo que no acertó donde debía y otros avatares que a veces rozan el fantástico, otras el terror y muchas más, las menos afortunadas el melodrama, Diego Sanz deberá tomar decisiones.
Algunas escenas descarnadas como las que acontecen en un hospital y algunos descarnados sentimientos que afloran a pesar de su protagonista, se unen aquí para dar como resultado una película que promete sorpresas hacia el final.
Producida por Alejandro Amenábar y dirigida por el debutante Óskar Santos, el film hace un mix de géneros pero logra salir airoso. Buena oportunidad para disfrutar un poco de cine español que no siempre arriba a estas costas.