Consecuencias del vivir
No es precisamente una casualidad que Alejandro Amenábar oficie de productor en la correcta El Mal Ajeno (2010), una propuesta que comparte con Mar Adentro (2004) tanto la temática relacionada con los pacientes terminales como el tono expositivo entre apasionado y humanista. Más allá de las similitudes a nivel general, resulta conveniente aclarar que la mayor diferencia pasa por una pequeña vuelta de tuerca sobrenatural que recuerda a la serie televisiva La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) y convierte al film en un melodrama fantástico con un pulso bastante lúgubre, de marcadas resonancias mortuorias.
La historia se centra en Diego (Eduardo Noriega), un médico especialista en paliar el sufrimiento de hombres y mujeres cuyas enfermedades prácticamente no presentan posibilidades de cura. Insensibilizado ante el dolor cotidiano luego de años de profesión y con un matrimonio que marcha cuesta abajo, la pareja de una de sus pacientes le dispara porque lo considera responsable del intento de suicidio de Sara (Angie Cepeda). Al despertar no sólo descubre que el difunto atacante en realidad estaba casado con Isabel (Belén Rueda), sino que ha regresado con un don de sanación portador de una doble faz…
Retomando el antiquísimo leitmotiv “poder especial, bendición y/ o condena”, la película saca provecho del contexto del relato, el hospital donde trabaja Diego y su esposa enfermera Pilar (Cristina Plazas), al tiempo que desarrolla varias vertientes narrativas en forma simultánea, aunque lamentablemente no todas con el mismo éxito: por momentos el guión de Daniel Sánchez Arévalo peca de ambicioso y no llega a cumplir sus promesas. En términos concretos la trama arranca con fuerza y -si bien mantiene el interés- de a poco se va desinflando a raíz de algunos estereotipos, un par de escenas melosas y cierta vacilación.
A pesar de ello, la opera prima de Oskar Santos ofrece una progresión verosímil y el realizador en particular demuestra gran inteligencia en lo que respecta a la dirección de actores. De hecho, la labor del elenco es lo más destacable del convite: todos los intérpretes colaboran con talento pero Noriega vuelve a llevarse las palmas en una suerte de soliloquio camuflado y para nada egoísta (está casi siempre en pantalla acompañado de excelentes colegas). Dejando de lado la ausencia de originalidad y el desgaste del subgénero, El Mal Ajeno es una obra prolija y movilizadora acerca de las consecuencias fortuitas del vivir…