El Mayordomo es un conmovedor e interesante film para no dejar pasar. La excelente labor de Forest Whitaker y Oprah Winfrey es acompañada por un elenco que cuenta con una gran cantidad de estrellas que lamentablemente realizan trabajos muy breves, aunque es comprensible por el ritmo acelerado que lleva el guión. La historia basada en hechos...
Cine berreta Contar la historia personal del mayordomo de la Casa Blanca durante seis administraciones, atravesando varias décadas de sucesos determinantes, para narrar la “evolución” de un país, golpeado y dividido por la segregación y el odio racial, puede generar expectativas e interés. Claro está, una buena premisa no hace una buena película por default, por eso es necesario entrar en el terreno del “cómo”. El “cómo” es el factor que marca la diferencia entre un director y otro que hace uso y abuso de la tilinguearía… y en este último casillero se encuentra Lee Daniels. El berretismo de El Mayordomo tiene su lógica porque quiere impactar y aleccionar con argumentos de madera balsa, sin tacto, sin la pericia para narrar ni para construir climas dramáticos. En una palabra: busca avanzar a los tumbos. El tercer plano de la película -después de un par que nos presentan al protagonista- ya nos sitúa en la época del Sur profundo, allá por la década de 1920: dos hombres aparecen colgados en un tamaño corto y levemente contrapicado que remarca la dureza de semejante quiebre, por si hacía falta arrugar aún más la nariz al presenciar tal golpe bajo. Luego la cámara vuelve al pobre Cecil Gaines (Forest Whitaker), en versión anciano, sentado en la Casa Blanca a la espera de vaya a saber qué. Para no descuidar a un espectador desprevenido, Daniels insiste con la muerte gratuita y bien de frente: violan a la madre y matan al padre del niño Cecil. Irónicamente estos hechos representan el comienzo de su camino “triunfal” ya que a partir de ese momento desarrolla una carrera como sirviente al convertirse en un “house nigger” para la ama de casa de buen corazón, inmediatamente luego de perder a sus padres a mano del hombre blanco (el hijo de la señora), dueño del campo de algodón en el que todos trabajaban...
Forrest "Gump" Whitaker Algunas películas están diseñadas en la fábrica de Quiero Ganar un Oscar™. Las pueden reconocer enseguida: están basadas en hechos reales, ambientadas en un período histórico, abarcan la vida entera de su protagonista y tocan temas tan universalmente legitimados que no hay pie para ideas nuevas. Están diseñadas para agradar a todos y poner a todos de acuerdo. La película comienza con una cita de Martin Luther King Jr., “La oscuridad no puede deshacer la oscuridad; únicamente la luz puede hacerlo”, y termina con el “Yes we can” de Obama. Virgilio fue más sutil cuando Mecenas le encargó una epopeya que canonizara a César Augusto como El Elegido. El protagonista es Cecil Gaines (Forest Whitaker), basado en el afroamericano Eugene Allen, que fue mayordomo en la Casa Blanca de 1951 a 1986, a través de 8 presidentes y el grueso de la lucha por los derechos civiles de los negros en EEUU. Cecil crece en una plantación de Georgia. Pierde a su padre a una temprana edad, por decir “ey” (ni una palabra más) cuando su mujer es violada por el amo de la plantación. La matriarca del lugar se apiada del niño y le promete entrenarlo para ser “un negro de casa”. Cecil pues se ve traumado por una protesta desde pequeño, y crece educado para la servidumbre. De adulto consigue trabajos de mozo, en algún momento se casa con Gloria (Oprah Winfrey) y eventualmente se estrena en la Casa Blanca como miembro del cuerpo de mayordomos. El deuteragonista de la película es el hijo mayor de Cecil, Louis (David Oyelowo). Louis es a Cecil lo que Jenny fue a ForrestGump: elije una vida de sufrimiento y miseria al tomar un rol activo en el caudal de su propia vida, rebotando de una organización activista a otra (FreedomRiders, Black Panthers, etc.) sin encontrarse nunca ni lograr mucho de nada. Por contraposición, Cecil es condicionado por su entorno a una vida de pura pasividad, y ostensiblemente logra más que todos los activistas del país con sólo poner el cuerpo y ser honesto cuando se le hace una pregunta. Padre e hijo entran en conflicto con las posiciones políticas de cada uno, conflicto que se extiende a lo largo de los años, a lo largo de la lucha por los derechos civiles que llega a su clímax con la elección de Obama en el 2008. Los platos fuertes son las interpretacionesde Forest Whitaker y Oprah Winfrey, ambos obvios candidatos al Oscar. Son excelentes decisiones de casting, sobre todo el eternamente ecuánime Whitaker en el papel de sirviente dignificado. La yapa de la película, no obstante, es la absurda decisión de casting en los presidentes: Robin Williams es Eisenhower, James Marsden es Kennedy, Liev Schreiber es Johnson, John Cusack es Nixon y Alan Rickman es Reagan (los demás son relegados a material de archivo u omitidos completamente). El listado es tan ridículo e inverosímil como las monótonas caricaturas que representa cada uno (Kennedy es macanudo, Nixon es un perdedor, Reagan es un pánfilo, etc.). ¿Es El mayordomo buena? Es entretenida y hay verdadero espíritu detrás de sus engranajes. Que se trate de un dramón épico de 2 horas y que nunca llegue a aburrir es un enorme crédito a la dirección de Lee Daniels y a sus tespios principales. Y sin embargo es tan poco creativa, y tan predecible, y tan deja vu sus montajes de huelgas y protestas, y tan simple su mirada del siglo XX y la lucha por los derechos civiles que probablemente ya hayan visto esta película varias veces, de a pedazos, a lo largo de muchas otras películas.
Al servicio del poder Cecil Gaines es un niño esclavo en los algodonales del sur de los EE.UU. Uno de los esclavistas viola a la madre de Cecil y luego mata a su padre delante del niño. La señora de la casa (Vanessa Redgrave) decide llevarse al niño de los algodonales y educarlo como sirviente en la casa. Allí Cecil aprenderá a servir a los hombres blancos y asumir la invisibilidad propia del sirviente. Con el tiempo, Cecil se transforma en un sirviente muy apreciado por su servicialidad, y su ubicación frente a los blancos. Esta situación lo llevará a ser empleado en la Casa Blanca como integrante del cuerpo de mayordomos. Desde esa plataforma, Cecil será un observador privilegiado de los diversos escenarios políticos en EE.UU en torno a la conquista de los derechos civiles de los hombres negros. El relato intenta reflejar sinópticamente los principales acontecimientos en torno a la conquista de los derechos civiles. Como es habitual en la filmografía de los EE.UU, cualquier representación de acontecimientos históricos resulta impensable e incomprensible sin tomar a un caso particular en el cual se refractan dichos eventos. En este caso, la familia de Cecil es ese microcosmos que opera como una analogía de la realidad social más amplia; los mismos conflictos entre los extremos de la lucha de los negros (los sumisos, los moderados y los extremistas) parecen encarnarse de modo directo y sin pérdida alguna en cada uno de los integrantes de su familia. El propio Cecil representa la mirada sumisa y conformista, de quien acepta lo que le ha tocado, tratando de huir permanentemente del terror que le produce enfrentarse a la injusticia que le toca a su gente, y que le ha tocado a él mismo cuando niño. La esposa podría representar el ala moderada, mostrando cierta solidaridad con otras madres cuyos hijos han sido asesinados por el odio racial, pero no teniendo participación política alguna. Finalmente, el hijo mayor representa el ala extrema de la lucha de los derechos civiles, entrando en conflicto con los propios valores de su padre. Pese a que el film es un producto interesante, lleno de buenas actuaciones y abundante en grandes personalidades de la pantalla, el relato tiene un problema formal y un problema actititudinal, ambas son la causa de que el relato sea más solemne que conmovedor; más políticamente correcto que sincero. El primer problema es que el contrapunto entre el microcosmos particular de la casa Gaines y el macrocosmos de la política de EE.UU lleva a que ambas líneas se desarrollan con una misma superficialidad, y que ambas líneas antinómicas no se resuelvan en ninguna síntesis; por un lado, tenemos la invisibilidad del Cecil/sirviente, y por el otro, la intención de la película de mostrar los eventos desde la óptica particular e individual de un sujeto que se anula a sí mismo. Esta invisibilidad lleva a que la psicología del personaje se difumine en el mar de situaciones en donde su subjetividad se ahoga. La película quiere mostrar la historia a través de la óptica de una psicología que se obstina en no constituir ninguna perspectiva, en pasar desapercibido, en no existir. Por ello, no deja de ser sintomático que el film haya escogido como óptica narrativa a Cecil y no a su hijo, quien se presenta como la versión opuesta de la invisibilización como estrategia de supervivencia. En conclusión, no se ha profundizado en los sucesos históricos debido a la excusa de utilizar a la familia Gaines como medio de expresión de tales conflictos, pero tampoco se profundiza en ellos en el relato, reduciéndolos a meros estereotipos. El problema actitudinal es la excesiva solemnidad que la película asume con el tema en cuestión. Cuando una película ha decidido que no está a la altura del tema que está representando, ha perdido todo sentido el núcleo de la representación. Es muy notorio que El mayordomo es un film armado para ganar el Óscar; es muy evidente el oportunismo político de la coyuntura actual en la que un hombre negro es presidente de los EE.UU. Todo eso que no debería notarse, se nota.
He aquí el producto pensado, dirigido y actuado para arrasar con los premios. Claro está que si quienes nominan y otorgan los mismos detectan desde el primer momento ese vacío de alma puede ser que directamente “El Mayordomo”(Estados Unidos, 2013) pase al olvido. El tema de la segregación y separación de los afroamericanos en algo recurrente en el cine de Lee Daniels. Ya en “Precious” (Estado Unidos, 2009) y más acá en “The Paperboy”(Estados Unidos, 2012) el racismo, la discriminación y el enfoque en personajes sórdidos lograron establecerlo como uno de los directores más respetados de la industria. Pero en esas dos películas contaba historias con cierta innovación y riesgo, mientras que en esta opta por lo seguro repitiendo actores/no actores, como Mariah Carey y Lenny Kravitz, que ya de por el sólo hecho de aparecer le generarán ingresos en la taquilla, y elegiendo a los protagonistas (Forest Whitaker, Oprah Winfrey, Cuba Gooding Jr.) que mejor responderán a las exigencias y obviedades de este melodrama histórico. Más allá del mayordomo de la Casa Blanca (Whitaker) hay un intento por narrar sucesos que marcaron a fuego a la cultura afroamericana (Malcom X, Panteras Negras, Ku Klux Klan, etc.) desde la oposición de este personaje con el de su hijo Louis (David Oyelowo), un radical defensor de los derechos de los negros. En la cabeza del mayordomo hay algo que le dijeron en su primer trabajo y que respeta a rajatabla “Mira con sus ojos, adivina qué necesitan, sonríe” al igual que otra máxima “No oyes nada, nos ves nada, sólo sirves” que hacen que sea incapaz de visualizar la cruel realidad que separa a su universo de la vida real. Porque mientras él va de la casa al trabajo y del trabajo a la casa nunca se detiene en el odio interracial que atraviesa a la sociedad norteamericana del siglo XX hasta que a su hijo lo meten preso. Los presidentes pasan (muy buenas las interpretaciones de Robin Williams como Eisenhower, James Mardsen como Kennedy, Liev Schreiber como Johnson, John Cusack como Nixon, y Jane Fonda como Nancy Reagan) y el sigue ahí, sirviendo, estoico. Hay una manipulación de los hechos históricos que mucho tienen que ver con la búsqueda de generar cierta comodidad desde la expectación. Quizás por eso no existen ninguno de los Bush en la película ni mucho menos una referencia al 11-S. Pero claro está, que forma parte de la cinta, Obama, con imágenes de archivo de algunos de sus discursos proselitistas, y la emoción de todo el pueblo afroamericano en el momento que llega a la presidencia. Incluyendo la del mayordomo. Además de lo capturado por Daniels, hay un trabajo de selección de archivo para lograr comprender y situar la acción en cada época, para citar sólo dos ejemplos de los muchos utilizados, imágenes del clásico programa musical “Soul Train” para señalar la década del setenta del siglo pasado ó publicidades de productos de consumo para la década del ochenta. Lacrimógena, obvia, cursi por momentos, quizás con más vuelo en la dirección y una puesta en escena no tan tradicional “El Mayordomo” podría haber sido otra cosa más que un enorme panfleto pro yanqui en el que se repasan hechos dolorosos sin contraponerlos o justificarlos. Fallida y para un público pasivo.
Lee Daniels es una de las apariciones más comentadas del cine de Hollywood de los últimos años. Primero, con PRECIOUS, una película que algunos aman pero que a mí me parece lamentable. Luego, con THE PAPERBOY, una película que casi todos consideramos lamentable (de cualquier modo, la morbosa PRECIOUS es peor, esta es solo absurda y bastante ridícula). Ahora llega su tercer filme, EL MAYORDOMO, y cuando muchos esperábamos una trifecta de desastres, el muchacho se redime con una película amable y noble. Menor, sí, y fallida en muchos momentos, pero con un poder político indisimulable. Daniels es un cineasta que apuesta por los modelos clásicos del relato, en su versión más excesiva y melodramática. El hombre nunca se anda con chiquitas y todo lo que puede agrandar, lo agranda: las emociones son intensas, las actuaciones desbordadas y hasta los maquillajes son excesivos. EL MAYORDOMO cuenta la historia de un hombre que, tras ver cómo un patrón blanco en el sur norteamericano mata a su padre, decide escaparse y, años después, comienza a trabajar como mayordomo. Primero en un hotel de lujo y luego es contratado para servir a los presidentes en la Casa Blanca. Trabajo que mantuvo más de tres décadas. The Butler (2013) Forest Whitaker (Screengrab)La película se centrará en las experiencias de este mayordomo -sobriamente interpretado por Forest Whitaker- con los distintos presidentes de los Estados Unidos, desde Eisenhower hasta Reagan, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter, siempre en relación con los episodios políticos de las distintas épocas. Pero el eje estará puesto en su vida familiar: su relación con su esposa (Oprah Winfrey) y sus hijos: uno que va a pelear a Vietnam y otro que se convierte en un activista por los derechos sociales, luego miembro de los Panteras Negras, con el que tendrá una relación muy difícil durante décadas. Ese eje le sirve a Daniels para atravesar los sucesos políticos de esas épocas (en especial los ligados a los conflictos de los años ’60, del asesinato de Kennedy en adelante, con especial foco en la muerte de Martin Luther King y las luchas por el fin de la segregación racial) desde dos puntos de vista enfrentados dentro de la comunidad afroamericana. La necesidad de integración amable y casi sumisa que representa el padre (más cercano a King y a lo que los más rebeldes llamaban “Tío Tom”) y la más agresiva y contestataria (de Malcolm X en adelante) a la que se acerca el hijo. Lee Daniels' The ButlerLa película no deja evento clave sin atravesar y lo hace, en general, desde un lugar previsible y en un formato narrativo tirando a perimido. Pero hay algo noble y muy humano en la forma en la que la historia personal se enlaza con la social que levanta la película y que, al llegar al final, la hace crecer como drama familiar de una familia negra que podía haber sido cualquier otra. Claro que aquí parte del “chiste” es ver al mayordomo girando alrededor de los presidentes y sus familias mientras toman (o no) decisiones claves de la política del siglo XX. O ver el detrás de escena de la Casa Blanca: la gente de limpieza, los códigos, los recovecos internos, etc. Ese costado histórico casi a lo Disney es lo menos interesante que tiene el filme. El espectador se la pasará gran parte del tiempo tratando de reconocer a los actores que, debajo de pesadas capas de maquillaje, encarnan a distintas figuras públicas y también debatiendo si se parecen o no, si lo hacen bien o no. En ese sentido, para mí se lucen Jane Fonda como Nancy Reagan y, en un punto, no están mal Robin Wiliams como Eisenhower, Alan Rickman como Ronald Reagan y James Marsden como JFK. Más difícil la tienen John Cusack en el papel de Nixon y Liev Schreiber como Lyndon Johnson. El tono, obviamente buscado por Daniel y más por la productora de Harvey Weinstein, trata de remedar al último gran éxito de este género “épico-histórico-racial” que fue HISTORIAS CRUZADAS (THE HELP). En un sentido, esta película tiene los mismos puntos a favor y en contra que aquella, ambas elaboran con acaso demasiada candidez una historia de raíces más complejas y profundas, en un tono cuyo máximo exponente acaso sea EL COLOR PURPURA, de Steven Spielberg. Sin ser una gran película, sin embargo, EL MAYORDOMO logra ser la película más interesante de Daniels, que parece demostrar tener más condiciones para pintar las emociones de sus personajes que sus miserias.
No hay manera más certera que describir a The Butler como una bomba lacrimógena, armada con astucia por el director Lee Daniels y su compañero del crimen, el guionista Danny Strong. La comparación puede resultar odiosa hasta cierto punto, pero el film es un burdo intento de crear un estandarte como lo fue en su momento la inolvidable Forrest Gump pero con un personaje negro a la cabeza, a la vez de crear conciencia de las injusticias raciales que siempre se suscitaron y también, claro, llevarse unos cuantos premios Oscar a sus casas, como si todo se tratase de una tarea sencilla. En la carrera por lograr todo lo antes mencionado, The Butler termina convirtiéndose en una película fría y calculadora, nada memorable y, por sobre todas las cosas, aleccionadoramente incorrecta. Desde la primera escena ya se puede demostrar ante qué tipo de producción nos encontramos. Trabajo esclavo, violaciones y muerte, son los condimentos con los que Daniels cree que va a cautivar la atención del espectador, aunque se huele a kilómetros sus ínfulas. "Una voz callada puede iniciar una revolución", reza el póster de la misma. Las maravillas de la publicidad pueden hacer parecer que el personaje de Cecil Gaines tuvo algún que otro dicho en los puntos más álgidos de la historia de Estados Unidos, pero nada más alejado de la realidad. Durante sus 34 años de servicio en la Casa Blanca, Gaines tan sólo fue una cara -más que amable, eso es irreprochable- entre las tantas personas que revolotearon alrededor de los cuantiosos presidentes americanos. La presencia del mayordomo sirve así para hacer uso del extenso elenco y el desfile de caras de renombre, que si tienen más de dos minutos de pantalla se pueden considerar agradecidos. Aún con la potente firmeza que caracteriza a un actor formidable como Forrest Whitaker, su historia y su crecimiento personal no tiene punto de apoyo si se tiene en cuenta que la narrativa paralela del hijo mayor de Gaines, un activista por los derechos del ciudadano negro, es diez veces más interesante y genera puntos de conflictos genuinos, amén de las mejores escenas del film. El cachetazo final viene en forma del endorsamiento al primer presidente afroamericano en la historia del país, que es un hecho para destacar pero da vergüenza en la forma en la que está guionada y dirigida, en un claro intento de sonsacarle un comentario real del dirigente actual. Hay que admitir que lo lograron, ya que Barack Obama reconoce haber llorado viendo la película, pero a coste de un cúmulo irresponsable de agentes edulcorantes rayanos en lo insufrible. No hay que desmerecer, sin embargo, que los 132 minutos de duración están cargados de buen ritmo y, si bien no se pasan volando, la historia es ágil y atrapa en donde tiene que atrapar -las (des)aventuras de David Oyelowo- y aburre donde están las fallas más visibles -la vida servicial de Gaines no funciona nada más que para ver a todos los presidentes en su lugar de trabajo-. The Butler es una película fallida, que deja ver sus costuras todo el tiempo y ya desde el primer avance uno puede ver su finalidad: premios, premios, premios. Una verdadera pena, porque todo el talento actoral se ve mayormente desperdiciado en una historia que apenas flota y no por su tronco principal, sino por los fragmentos interesantes esparcidos aquí y allá. La otra cara de la moneda la podremos ver en 12 Years a Slave, con la misma temática pero de ejecución en apariencia mucho más precisa, por eso es una clara favorita a llevarse todos los galardones en 2014. Las chances de The Butler, por otro lado, se ven negras... (sic)
En esta época del año se comienzan a ver películas con “fórmula Oscar”, es decir, films que parece que fueron concebidos con el solo propósito de obtener unas cuantas nominaciones para la estatuilla más codiciada. El mayordomo tiene mucho de eso y se nota a simple vista: gran despliegue visual y de producción, desfile de actores consagrados y/o llamativos en papeles secundarios, un elenco principal de talentosos que con sus diálogos hacen llorar y, por sobre todo, una historia que toca la más intima fibra norteamericana en su historia reciente: el racismo y lo antagónico de tener en la actualidad un presidente negro. A través de los ojos de Cecil, un inmejorable Forest Whitaker, al espectador se lo pasea por distintas presidencias de Estados Unidos (comenzando por la Administración de Eisenhower en 1957) donde la lucha por los la igualdad de derechos fue clave y el punto más importante a debatir. Su personaje detalla a la perfección toda esa época y la interacción con los miembros de su familia demuestran la foto grande. Allí destacamos a Oprah Winfrey, que le da una gran dimensionalidad a través de las décadas a su esposa, y a David Oyelowo como su hijo activista, que da una gran performance. Y en cuanto al resto del elenco, hay que aplaudir lo bien seleccionados que estuvieron los actores que interpretan a los presidentes. Algunos con más tiempo en pantalla y otros con simples “bolos”. Robin Williams como Dwight D. Eisenhower, James Marsden como John F. Kennedy, Liev Schreiber como Lyndon B. Johnson, John Cusack como Richard Nixon, y Alan Rickman como Ronald Reagan. Todos absolutamente geniales. El director Lee Daniels, quien venía del dramón Precious (2009) y la intrascendente The paper boy (2012), logra adaptar esta historia real con gran maestría y elocuencia. Y si bien cae en lugares comunes para este tipo de films, estos no opacan el relato general. A lo mejor lo único que le falta sería algo que logre emocionar a todo el mundo pero dado su impronta localista es comprensible que no se haya podido. Amén de eso y de que fuera diseñada para los premios de la Academia, El mayordomo es una gran película cargada de emoción y con excelentes actuaciones. Una obra que sin dudas merece ser vista en el cine.
Patria, racismo y emoción "No hables, No escuches. Solo sirve", le dicen a Cecil Gaines (un extraordinario Forest Whitaker) en este drama épico que resultó una sorpresa en las boleterías de los Estados Unidos meses atrás. El mayordomo no disimula su intención pro-Obama y entrega las dosis exactas de emoción en el convulsionado mundo político de los Estados Unidos a lo largo de siete administraciones presidenciales. La historia comienza en 1926 (Cecil es un niño que presencia el aesinato de su padre en plena época racial) y recorre luego su crecimiento hasta convertirse en mayordomo de la Casa Blanca durante el desarrollo del movimiento por los derechos civiles. La película de Lee Daniels (Preciosa) acierta en la pintura de época y plasma en imágenes la formación de una familia (la esposa está encarnada por una convincente Oprah Winfrey) que supo acomodarse y también conoció la "traición" de uno de sus hijos (David Otelowo) cuando abandona el hogar y comienza la lucha por sus ideales. El relato coloca en primer plano la resistencia, el silencio, el dolor, el compañerismo (ahí dice presente Cuba Gooding Jr.) y la perseverancia del clan que pudo sobrevivir al horror. Al mejor estilo de El color púrpura y de la más reciente Historias Cruzadas, la película emociona y está atravesada por relaciones familiares alteradas en plena época de cambios. Un elenco de destacasa figuras tiene sus cameos: Mariah Carey, Lenny Kravitz, Robin Williams (Eisenhower), John Cusack (Richard Nixon), Liev Schreiber (Lyndon B. Johnson, James Mardsen (John F. Kennedy), Alan Rickman (Ronald Reagan), Jane Fonda (Nancy Reagan) y Vanessa Redgrave. Todo pensado para conmover al espectador a través del revisionismo histórico. Y lo logra.
Testigo o partícipe Entre la épica histórica y el melodrama familiar, “El mayordomo” plantea el rol que cualquier ser humano decide ocupar en su vida y la de su país. Hay cierta épica histórica y melodrama familiar balanceándose en El mayordomo, la nueva película del iracundo Lee Daniels, el mismo de Preciosa y The Paperboy (nunca estrenada en la Argentina, editada en DVD como El chico del periódico: las cosas que le hacía hacer a Nicole Kidman no tenían nombre). Cómo contar la Historia desde una historia personal es lo que se propuso Daniels. El papel protagónico se basa en un personaje de la vida real, Eugene Allen, que falleció en 2010. De niño, Cecil Gaines escapa de una plantación del Sur tiempo después de ver cómo un patrón blanco violaba a su madre y mataba a su padre. Trabajó como mayordomo en un hotel lujoso en Washington y después sirviendo a los presidentes en la Casa Blanca por tres décadas, de 1957 a 1986. Pero Daniels apuesta por la doble vía: si es importante seguir los acontecimientos políticos y sociales en las presidencias de Eisenhower, Johnson, Kennedy, Nixon y Reagan, por caso, también lo es lo que pasa en el hogar de Cecil. Y la casa de Cecil es un compendio de problemas, familiares pero también salpicados por la política, con un hijo que se enlista voluntario a Vietnam y otro, Louis, que se vuelve activista social e integrará las Panteras negras. A todo esto, Cecil es como si no existiese. Sirve té en el Salón Oval mientras escucha cómo se cocina la política, pero allí es impasible, u ofrece masitas a los chicos que hacen el tour por la Casa Blanca. La segregación social y racial son algo así como el eje del filme, que cuando baja las pretensiones se vuelve entre tierno y mucho más valorable. La comunidad afroamericana está dividida en cómo actuar ante las injusticias, y si el ala pacifista era enarbolada por Martin Luther King, la más contestataria lo fue por Malcolm X. Ya se sabe cómo terminaron. Cecil -está en discusión si el personaje real sufrió lo que sufrió el de la ficción, y si tuvo o no un hijo activista- es una suerte de fantasma que tras advertir que no tiene voz, acepta ir al baño de los negros. Vive entre la pasividad y la sumisión. Louis (David Oyelowo) es más sanguíneo, preferiría morir si no le dejan elegir dónde sentarse en un restaurante. Daniels gana cuando se lanza a la confrontación. En montaje paralelo, aunque parezca una obviedad, Cecil acerca las sillas a la mesa de los comensales blancos, mientras a kilómetros de allí otros blancos apalean a su hijo y otros activistas por haberse sentado en un restaurante en el lugar restringido para los blancos. Uno opta por la docilidad y ser mero testigo de lo que pasa, el otro participa, se arriesga. Se anima, pelea por lo que cree. Así, podría creerse que el papel que magistralmente, con matices y sobriedad, compone Forest Whitaker es una ameba. Y no. Cecil les hace cambiar su punto de vista a otros mayordomos (dos muy buenos trabajos de Lenny Kravitz y Cuba Gooding Jr.). Y Oprah Winfrey es la frustración en persona, esa esposa ama de casa que trata de aunar las diferencias, aunque cansada del trabajo continuo de su esposo se sumerja en el alcohol y no sepa qué hacer con los coqueteos de alguien cercano (Terrence Howard). En cuanto a los actores que interpretan a los presidentes, algunos con más capas de maquillaje, no deja de ser un ejercicio que aleja de la trama descubrir cuán parecido o no es Robin Williams a Eisenhower, James Marsden a Kennedy o lo bien que compone Jane Fonda a Nancy Reagan. John Cusack no se parece en nada a Nixon, pero el papel gana por sí solo.
El mayordomo, cuarto largometraje del director Lee Daniels, se inscribe en ese grupo de películas importantes, concientizadoras, que abordan como lo hicieron El color púrpura o, más recientemente, Historias cruzadas conflictos básicos y esenciales (fundacionales) de la sociedad estadounidense que el cine de Hollywood recién en los últimos tiempos ha decidido visibilizar en toda su dimensión. En este caso, el racismo y la lucha del movimiento por los derechos civiles son los principales ejes que sostienen el relato. Ese costado políticamente correcto, por momentos casi didáctico, muchas veces subrayado, es el objetivo, pero también la principal debilidad de este nuevo film del realizador de Preciosa y The Paperboy . En efecto, se trata de una película noble y bienintencionada, construida a puro clasicismo, que intenta vincular la historia pequeña de una familia con la historia grande de los Estados Unidos, pero también surge como una "causa", un estandarte que levantaron sus casi 40 productores, la veintena de estrellas que aportaron (apoyaron) con su presencia, ya sea en papeles centrales o en simples secundarios, y hasta la inmensamente popular Oprah Winfrey (algo así como la Susana Giménez norteamericana), coprotagonista, principal impulsora pública del proyecto y responsable en buena medida del enorme éxito comercial en su país. Más allá de un prólogo ambientado en una miserable plantación de algodón en la Georgia de 1926, esta épica recorre más de tres décadas a partir de la historia de Eugene Allen (Forest Whitaker), un afroamericano que ingresó a trabajar en la Casa Blanca en 1952 y se retiró como jefe de mayordomos, luego de servir a siete presidentes (desde Eisenhower hasta Reagan, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter) en 1986. La película pendula entre lo íntimo la relación con su esposa Gloria (Winfrey) y con su rebelde hijo Louis (David Oyelowo), militante por los derechos civiles de los negros y los grandes hitos de aquellos tiempos (desde Vietnam hasta los magnicidios de John Fitzgerald Kennedy y Martin Luther King). El resultado no siempre es logrado (hay momentos, sobre todo en los últimos minutos, donde todo tiende a resolverse con demasiada grandilocuencia y solemnidad), pero la historia nunca deja de interesar y, por momentos, de fascinar. Entre las múltiples propuestas de El mayordomo , una es descubrir a grandes intérpretes encarnando a figuras de la alta política. Por la pantalla desfilan, por ejemplo, Jane Fonda como Nancy Reagan, Alan Rickman como Ronald Reagan, Robin Wiliams como Dwight D. Eisenhower, James Marsden como JFK, John Cusack como Richard Nixon y Liev Schreiber como Lyndon Johnson. Un simpático juego cinéfilo para una película con no pocos atractivos.
Lugares comunes Difícil tomarse en serio a El mayordomo. Difícil, porque al tercer o cuarto plano, aquel en el que se ven dos negros ahorcados en contrapicado, evidencia su construcción abyecta y de una corrección política casi hilarante. Difícil, también, porque elige a Robin Williams para hacer de Dwight Eisenhower y a Lenny Kravitz como jefe de mucamos. Y ni hablar del exhibicionismo patológico de sus intenciones de llevarse cuanto premio pueda. En este último sentido, debe reconocerle a Lee Daniels (el mismo director de la “polémica” Preciosa) que sabe cómo hacerlo: se basa en, ay, un hecho real (Eugene Allen, el primer mayordomo negro de la Casa Blanca), toca un tema importante y legitimado (la discriminación racial), recorre durante dos horas y pico un período histórico que abarca casi todo el siglo XX –lo que da lugar, obvio, al lucimiento de los rubros de técnicos y de arte–, está protagonizada por un self made man de una ética y bonhomía inquebrantables, las actuaciones tienen esa gravedad tan canonizada por la Academia y, por si fuera poco, lija las aristas de la historia hasta hacer de ella un libro troquelado de salita rosa, con Martin Luther King, la muerte de JFK, la guerra de Vietnam, la crisis del petróleo, el atentado a Reagan y el apartheid, entre otras tantas cosas, pasando por la pantalla como postales vacacionales. Película pensada para un público del intelecto de Homero Simpson, El mayordomo es un dramón centrado en la vida de Cecil Gaines (Forest Whitaker), alter ego ficticio del verdadero Allen. Cecil no pegó una: nació esclavo, creció en un algodonal y la madre quedó turuleca después de ser violada por el mismo patrón que después le mete un tiro en la cabeza al padre, no sea cosa que alguien dude del carácter intrínsecamente malvado de los blancos. La dueña del lugar, con una lástima que el film trasviste de bondad, decide entrenarlo para servir. Y eso es lo que hará el resto de su vida, pasando de allí a un hotel y luego a la Casa Blanca. Mientras tanto, la vida familiar tampoco anda muy bien: una mujer alcohólica, un hijo militante de la igualdad racial que vive en cana y en la vida real jamás existió y otro que no pincha ni corta, pero que está ahí porque Allen tenía sólo un hijo que era más parecido a éste que al inventado por Daniels, y borrarlo era demasiado. Con todos esos naipes, el film muestra las vicisitudes de la cocina de política estadounidense en paralelo con los avatares de la clase negra. Aquel lector medianamente avispado podrá suponer que el asunto desembocará en la emoción por la asunción de Obama. Que actualmente quede poco y nada del “yes, we can” y toda la perorata de 2008 es algo que a nadie parece importarle. Es, al fin y al cabo, otra de las tantas licencias narrativas tomadas por un film condescendiente e involuntariamente satírico, cuyo nombre sonará al menos un par de veces en el próximo febrero californiano.
A Obama con cariño "El Mayordomo" cuenta la historia de Cecil Gaines (Forest Whitaker), la que comienza en el año 1926, cuando aún era un niño que trabajaba junto a sus padres en una plantación de algodón y las cosas no eran muy diferentes a los tiempos de la esclavitud. Luego de un hecho terrible Cecil es retirado del campo y trasladado a la casa de los dueños, donde aprende el oficio de servir, y no solo aprende a preparar un plato, o servir el té, también aprende a ser invisible a los ojos de los blancos, estar ahí solo para atenderlos, sin molestar. Con el tiempo Cecil deja el sur, y luego de mucho esfuerzo y varios trabajos logra un puesto de mayordomo en la Casa Blanca, con buen sueldo, lo que le permite mantener a su familia y darle a sus hijos la educación que él no pudo tener. Pero aún debe ser invisible y servirle a los blancos. Llegan los años 60, los discursos de Martin Luther King, y Malcom X, los movimientos por la igualdad, y esos tiempos coinciden con los años universitarios de su hijo mayor. Padre e hijo tienen formas muy diferentes de ver la vida, uno se adapta a lo que le tocó y el otro quiere cambiar las cosas. Cecil Gaines comienza a trabajar en la administración de Dwight Eisenhower y termina con la de Ronald Reagan; en ese tiempo vió y escuchó de todo, fue tratado como un objeto por algunos, y como una persona por otros, tal el caso de Kennedy por ejemplo. La película reproduce muy bien cada época, no solo estéticamente, sino en el modo en que el poder lleva a cabo su trabajo, y en el modo en que la sociedad le responde. Pero si bien refleja de forma bastante verídica las diferentes realidades, no deja pasar oportunidad para pegar golpes bajos acompañados de música melodramática, y cae en demasiados lugares comunes, hasta el punto que muchos de los personajes son estereotipos de lo que deberían ser, sin matices, o son buenos o son malos. Forest Whitaker lleva a cabo una muy buena actuación, como siempre, pero este personaje está lejos de ser uno de los mejores que le haya tocado interpretar, lo mismo sucede con Oprah Winfrey quien encarna a su esposa. Se destaca por su carisma y el realismo que le da a su personaje Cuba Gooding Jr., quien interpreta a otro de los mayordomos de la casa Blanca. Cecil Gaines es un hombre trabajador que llegó al mundo en una situación extremadamente difícil, y supero a través de los años muchísimos problemas, pero sin embargo la película nos deja la sensación de que no son las personas las que deben cambiar las cosas, sino el tiempo, o incluso el poder. Un mensaje que parece querer dejar contentos a todos, y a cada uno en su lugar.
Una familia en tensión Por la trágica historia que arrastra desde pequeño en una hacienda algodonera del Sur de los Estados Unidos, donde su madre fue violada y su padre asesinado cuando intentó protestar por el abuso, Cecil Gaines (Forest Whitaker) es un hombre con miedo, que aprendió a ocultar sus opiniones, sus emociones y hasta sus movimientos para encajar y llevar una vida más o menos normal en un sistema injusto que lo supera. Así, luego de pasar sus primeros años como campesino, se convirtió en un eficiente "negro de casa", luego se perfeccionó en un lujoso hotel para dar el salto y convertirse en mayordomo de la Casa Blanca durante 29 años y siete administraciones. El film de Lee Daniels (Preciosa) tiene una narración clásica, donde la evolución de su protagonista es el vehículo para retratar un período de la historia en la lucha por los derechos civiles de los negros, que de alguna manera culminó con la llegada de Obama al poder. Eisenhower (Williams), Kennedy (James Marsden), Johnson (Liev Schreiber), Nixon (John Cusack) y Reagan (Alan Rickman), cada uno de los presidentes es atendido con eficacia por Cecil, que mientras tanto forma una familia con Gloria (extraordinaria Winfrey) y dos hijos que se ven envueltos por la historia: uno que dedica su vida a la lucha por la igualdad y el otro que se alista para luchar en Vietnam. La tensión del afuera que se traslada a una familia de clase media. Entretenida, previsible, con un gran elenco que en general hace lo suyo con oficio –salvo Cusack y Rickman, totalmente fuera de registro–, El mayordomo tiene además un tema sensible, por lo que la sospecha de ser un producto diseñado para agradar a la academia en los próximos Oscar no es para nada descabellada.
Un reparto de notables encabeza una historia dinámica en su concepción y narración. La historia norteamericana podrá parecernos a muchos un tema ajeno, pero sin embargo entendimos y disfrutamos películas tales como Todos los Hombres del Presidente, Rescatando al Soldado Ryan y Forrest Gump. La explicación se encuentra en una buena narración que apela a emociones y temas universales que trascienden muchas veces el patrioterismo inherente al revisionismo que suele exponer esta clase de películas. ¿Cómo está en el papel? La película cuenta la historia de un hombre afroamericano, que tras la muerte de su padre aprende a ser sirviente para eventualmente volverse el mayordomo de la Casa Blanca a lo largo de siete administraciones presidenciales, desde 1957 a 1986. Obviamente este empleo trae como saldo dificultades en su matrimonio y sobre todo con su hijo, que se involucra en el movimiento por los derechos civiles, que estaban en auge durante esa época. El guion es bastante sólido y directo en lo que está contando. Obviamente, el mayor atractivo de la historia es ver cómo este mayordomo se desenvuelve en la residencia presidencialThe-Butler-Whitaker-jpg más conocida del mundo. En esta parte del relato, Lee Daniels, director y Danny Strong, guionista, a riesgo de quedar como pro-yanqui o pro-raza negra in extremis, tratan de retratar a los presidentes no tanto como figuras de poder, sino como seres humanos vulnerables con una enorme responsabilidad descansando sobre sus hombros. Esto, que inicialmente puede ser leído como una perspectiva romantizada de una historia ––que los mas versados sabrán–– es mucho más oscura, es en realidad el trasfondo de la verdadera carne del relato: la confrontación del mayordomo con su hijo. Ambos conocen el odio y la discriminación bastante bien, pero la diferencia enorme reside en que el primero tiene acceso a los dos lados de la balanza, mientras que el otro solo cuenta con especulaciones, en lo que la acción o apatía del gobierno se refiere. La película oscila con timing y cautela entre ambos puntos de vista, el cómo estos cambian ante los eventos, y como su intercambio de opiniones provee conflicto a la vez que balance; mas familiar que político. ¿Cómo está en la pantalla? a_560x375La película tiene una excelente fotografía y dirección de arte con un uso detallista de las texturas, adecuándose a cada década en la que transcurre la trama. Esto se traduce en un cuidado y organizado montaje que mantiene el ritmo y privilegia las reacciones de los personajes. El nivel interpretativo es sobresaliente. Forest Whitaker es brillante como el mayordomo titular, y Oprah Winfrey ofrece un más que digno secundario como su esposa. Por el lado de los presidentes pasa algo parecido a lo que ocurrió con Frank Langella en Frost/Nixon. Ninguno se parece a sus contrapartes de la vida real, pero entregan unas interpretaciones que te hacen olvidar de eso por completo. En concreto, todos son excelentes, todos ellos: Robin Williams, James Marsden, Liev Schreiber, John Cusack y Alan Rickman. Aunque cabe señalar que de todo este ensamble el que verdaderamente destaca es John Cusack, con un Richard Nixon imperdible que le permite, sin ningún complejo, sentarse a la misma mesa que Anthony Hopkins y Frank Langella, las otras dos memorables interpretaciones que se recuerdan del ex-presidente. Conclusión Aunque a algunos pueda parecerles un poco patriotera, El Mayordomo es una historia escrita con inteligencia y sensibilidad, narrada en imágenes con mucho atino, y brillante por el consumado trabajo de un plantel actoral en donde no desentona ninguno. Una película que vale la pena por donde se la mire. - See more at: http://altapeli.com/review-el-mayordomo/#sthash.gquDGDn2.dpuf
Apelando a una narración a base de flashbacks el filme es una excusa para hacer un ensayo sobre distintos aspectos de la segregación e integración racial. Por momentos, cercano al telefilme, es un largometraje políticamente correcto que parece manufacturado para cosechar premios. Y aunque apela a ciertos toques melodramaticos y no tiene un ritmo parejo es una película llevadera que logra mantener el interés en casi todo su metraje.
Personaje digno de una serie Seguramente, la vida de Eugene Allen, jefe de mayordomos y maitre de la Casa Blanca (el primer negro en alcanzar semejante cargo), hombre que a lo largo de 36 años tuvo el honor y el buen humor de servir a ocho presidentes, desde Harry Truman hasta Ronald Reagan, y ver desde su puesto cómo se iban desarrollando algunas decisiones históricas, daba para una buena miniserie. Son muy interesantes y a veces también sabrosas sus anécdotas, registradas por el Instituto Smithsoniano en la serie documental "White House Workers: Traditions & Memories". Pero lo que acá vemos es una película básicamente centrada en un tema: la dura lucha por la igualdad racial en EE.UU.. Y con un claro conflicto: la dispar visión de quien asciende sirviendo a los demás, frente al hijo que lo desprecia por eso mismo. La idea de hacer la película surge en el director Lee Daniels ("Preciosa") al reencontrar un artículo de Will Haygood publicado en el "Washington Post" poco antes del triunfo de Obama en las elecciones presidenciales del 2008: "A Butler Well Served by this Election". Haygood inventariaba allí la escasa presencia de los negros a lo largo de toda la historia de la Casa Blanca, salvo en la cocina. Por ahí entró precisamente Allen, de lavaplatos, y fue haciendo paulatina carrera. El artículo transcribía algunos lindos recuerdos de Allen y su esposa, y culminaba de forma emotiva, con un golpe de efecto digno de melodrama hollywoodense. Sí, daba para una miniserie, o una película que no quisiera abarcar lo que una miniserie, porque ya se sabe el refrán sobre el que mucho abarca, aunque ocupe más de dos horas. Sobre todo, si encima agrega la historia de su vida antes de llegar a Washington, problemas conyugales, el hijo díscolo, graves episodios de racismo en el Sur de EE.UU., y cambia el nombre del personaje principal, que en la ficción pasa a llamarse Cecil Gaines y tiene como 1.90 mt. y 120 kilos macizos, que lo hacen más apto para jefe de guardaespaldas que de mayordomos. Por suerte el intérprete es Forest Whitaker, capaz de transmitir un aire tan bonachón y servicial que le creemos todo. Lo acompaña un reparto lustroso, con Oprah Winfrey a la cabeza. Unas figuras se lucen, otras lucen bochornosas, y otras hacen un brevísimo cameo. Como cabía suponer (y temer) la historia tiene una perspectiva "obamista" "políticamente correcta", ignora prácticamente a Gerald Ford (Allen y él cumplían años el mismo día y lo celebraban juntos en el brindis del personal), es injusta con Ronald Reagan y señora (ni hablar de Ike Eisenhower), y en la segunda mitad se pierde un poco. Pero está bien hecha y a veces también emociona lo suficiente como para gustar al público y abrirse camino al Oscar. Música de Rodrigo Leao, vestuario de Ruth Carter.
Es un hombre de ficción que trabajó como mayordomo en la Casa Blanca desde l957 a l986, a lo largo de siete administraciones presidenciales, y como telón de fondo, las luchas por los derechos civiles. El enfoque es lineal, moralista, simplista, desde un hombre resignado al maltrato y la discriminación hasta la glorificación de la llegada de Obama. Una película de buenas intenciones pero que apunta a la lágrima fácil, sin inspiración ni creatividad.
Gran escenario de la política Un extenso friso sobre la conquista de los derechos civiles, la esclavitud y el racismo, es lo que propone este drama del director Lee Daniels, de quien ya se ha visto la taquillera "Preciosa", en la que abordaba la historia de una joven negra. "El mayordomo" es un filme épico y político, que desarrolla la vida de un hombre desde que es pequeño, en las plantaciones del sur de los Estados Unidos, cuando violan a su madre y luego matan a su padre, hasta que casi por un "milagro", del destino logra convertirse en el mayordomo de mayor confianza de la Casa Blanca. LA RESISTENCIA Pero no sólo eso, el hombre resiste a los vendavales políticos y sociales de distintas administraciones presidenciales, entre los años 1957 y 1986, por las que pasaron líderes mundiales, como Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Richard Nixon o Ronald Reagan. El secreto de ese mayordomo, cuyo nombre de pila es Cecil (Forest Whitaker) es saber ver, escuchar, callar (y no opinar). Eso no quiere decir que no sufra ante la injusticia que viven los de su mismo color de piel. El filme de Lee Daniels también establece un interesante contrapunto, entre los cambios sociales y las leyes civiles y lo que le va a ocurriendo a Cecil, en su propio ámbito familiar, con su mujer Gloria (Oprah Winfrey) y sus dos hijos, Louis (David Oyelowo), el que muere en Vietnam y el más rebelde Charle (Isaac White), líder de los Panteras negras, un famoso grupo terrorista de la década de 1960. GRUPOS DE DERECHA La película incluye escenas de noticieros, en los que pueden verse momentos trágicos de los Estados Unidos, como el operar de grupos de ultraderecha como el Klu Klux Klan, o las manifestaciones contra la discriminación, en las que la policía no tiene miramientos a la hora de reprimir. La vida del mayordomo de la Casa Blanca es el hilo conductor, de este amplísimo panorama político-social e íntimo, que el filme intenta abarcar para hablar de la conquista de los derechos sociales, en los Estados Unidos, hasta la llegada de Barack Obama al gobierno. Más allá de que hay momentos que hubieran necesitado de un mayor desarrollo, como las escenas de la presidencia de Dwight Eisenhower (Robin Williams), o de la llegada de John y Jacqueline Kennedy a Washington, la película cuenta con un sostenido ritmo dramático y sutiles momentos de suspenso, sumados a dos intensas actuaciones de Forest Whitaker (Cecil) y Oprah Winfrey (Gloria).
Con el revisionismo histórico digno de una Billiken yanqui, El mayordomo es una telenovela cargada clichés: la frase de Martin Luther King; el negro oprimido en las plantaciones de algodón; el coro de violines; diálogos con parlamentos pretenciosos e inverosímiles, como si todos los personajes tuvieran una frase digna del bronce. Y lo peor: caracterizaciones ridículas de los presidentes estadounidenses. Escuchá el comentario. (ver link).
Sucedió hace apenas unos minutos. Me senté a escribir este artículo, pero antes paseé un poco por el amigo Facebook. Allí vi uno de esos afiches que circulan de a millones por las redes sociales. Me gustó el texto/imagen: “nadie nace racista”, debajo de un bebé sonriendo a un hombre negro, mientras su mamá mira hacia otro lado. Es un juego de palabras respecto de aquella otra sentencia que también comparto: “ningún pibe nace chorro”. Parecen afirmaciones con las que nadie podría disentir. Y sin embargo todavía existe tantísima gente que aún se niega a entender que el ser humano es un animal (precisamente todo lo contrario: no es un animal) de cultura. Todos sus comportamientos, los aceptables, los repudiables, son productos de la cultura que lo ha diseñado y lo contiene (las redes sociales, por frívolas que parezcan, también son cultura y ojala nos modifiquen para bien). Sobre la cultura norteamericana abreva El mayordomo,el nuevo film de Lee Daniels. La película cuenta la vida de Cecil (basada en la historia de real de Eugene Allen, interpretado por Forest Whitaker), un afroamericano que creció en las plantaciones de algodón de los estados de sur y cuyo itinerario como esclavo/sirviente/mucamo lo llevó a servir varias décadas en la Casa Blanca. Su cambiante vida se desarrolló en paralelo a los momentos cruciales de las luchas de los derechos civiles de los negros. En tradición de típica biopic, o mejor aún, en la tradición de los filmes como Forrest Gump, la historia de Allen era parada obligatoria para una película hollywoodense. El guión escrito por el mismo Daniels tiene el acierto conceptual de involucrar la vida de Cecil dentro de un contexto macrosocial. Esto, que puede parecer una obviedad cinematográfica, demuestra que el director comprende que nadie está exento del alrededor, éste afecta a los individuos. Esta visión de mundo se corresponde con la estructura de repaso de historia que tan famosa hizo la película con Tom Hanks: al igual que el pobre Forrest, Cecil también es testigo del pasar de muchos presidentes y personajes relevantes de EE.UU (Robin Williams es Eisenhower, James Marsden, Kennedy; Liev Schreiber, Johnson; John Cusack, Nixon, y así muchos más) y de las respuestas civiles y armadas, las pacíficas y las violentas. En plan de contar los dos ámbitos, el privado y el social ¿pierde la película posibilidades de profundizar? Seguro. El film cae en lugares comunes (Nixon es malo; Kennedy, bueno) y revisa la historia yanqui hasta ahí: hasta donde Hollywood suele revisar. Políticas exteriores, asimetrías e imposición de mercado a naciones exhaustas, fomento de guerrillas convenientes y demás horrores tendrán que esperar, oootra vez, para otra película. Pero hay algo que es más importante que eso. Aunque parezca imposible, lo hay. En la recorrida, una idea late detrás de cada escena. Daniels jamás pierde de vista el hecho de que, así como nadie nace racista ni esclavista ni asesino ni ladrón, tampoco nadie nace abusivo ni saqueador ni indiferente. La idea de que las mayorías ricas tienen preponderancia (o “mayor responsabilidad”, para citar uno de los eufemismos preferidos estadounidenses) por sobre las minorías pobres es tan solo otra imposición cultural. Cuando cambie la cultura cambiarán los actores, quines cambiarán las desigualdades y reacciones equivocadas e injusticias. Pero ¿cómo hacerlo si es la cultura la que determina a las personas? Allí se halla la idea más paradójica, la más compleja dentro de un film de apariencia sencilla: al fin y al cabo, la Cultura, así, con mayúsculas, la hacen las personas. En cada gesto, cada mínimo hecho, cada insignificante elección. Si las plantaciones algodoneras fueron lo más parecido al infierno en la Tierra, fue porque las personas beneficiadas no las cuestionaron (o sea, las avalaron y fomentaron) y disfrutaron de sus ventajas. Quizá de eso trate El mayordomo: basta de echarles la culpa a los demás; cada uno es responsable de las atrocidades que permite el mundo. Dicho en criollo: que la humanidad bien entendida empieza por casa.
Como Sidney Poitier 1-Hay una escena que es ejemplificadora de la “calidad” de El mayordomo. Es una cena familiar, donde los padres traen a cenar a su hijo mayor y su novia. Es más bien una reunión familiar, porque hace bastantes años que no se ven y no precisamente por razones muy lindas. Para tratar de bajar un poco la tensión, la madre (Oprah Winfrey) cuenta que fueron junto a su marido (Forest Whitaker, quien también es el mayordomo del título) a ver Al calor de la noche, una película con Sidney Poitier, un actor al cual admiran un montón, porque es alguien que, al ganar un Oscar, le está abriendo muchas puertas a los negros. El hijo, ante eso, contesta algo bastante cierto: que Poitier es como el Tío Tom, es decir, el negro que hace y dice lo que todos los blancos bienpensantes quieren oír para no sentirse mal respecto a los problemas raciales porque claro, al final los negros están progresando. El problema es que ese hijo que contesta es un pedante miembro de las Panteras Negras (que un par de secuencias después el film va a encargarse de dejar bien en claro que eran un grupete de violentos y asesinos que sólo aportaron caos a Estados Unidos en los sesenta), con una novia promiscua sexualmente -que (¡horror!) se saca su campera y queda en una musculosa que insinúa sus atributos femeninos- y que es tan grosera que hasta eructa en una mesa ajena. Obviamente, el muchacho será echado de la casa junto a su pareja. Es que, diablos, ¡habló mal de Sidney Poitier! 2-Nunca creí que la historia estadounidense de los últimos cincuenta años (repleta de personajes, hechos y tópicos apasionantes) podía aburrirme tanto. El film toma a Cecil Gaines, quien sirvió como mayordomo de ocho presidentes en la Casa Blanca, para hacer todo un racconto histórico, pero se termina contagiando de su personaje (dedicado a ser casi un adorno, o a lo sumo una presencia habitual para los poderosos, quienes al final le tomaban cariño, como si fuera una mascota) y no termina diciendo más que lo obvio, lo mil veces transitado: los negros tuvieron que sufrir mucha violencia racial y les costó un montón obtener la igualdad de derechos, pero al final se hicieron su lugar; Eisenhower era un viejo simpático y discreto en sus modos; Nixon siempre fue medio antipático, grosero e inseguro; Kennedy era re lindo y piola con los negros (lo mismo que su esposa e hijos), y por eso lo mataron; Ronald Reagan y su esposa Nancy eran súper amenos, pero al final no hicieron las reformas sociales y civiles adecuadas; y ahora que llegó Obama a la presidencia los negros ya pueden estar tranquilos, porque triunfaron y se les acabaron los problemas. Eso sí, aprendí que Lyndon Johnson tenía problemas digestivos y que cuando iba al baño le costaba tanto cagar que hasta tenía que tomar jugo de ciruelas sentado en el inodoro. Pero mirá vos que interesante… 3-Después del Amadeo de Metegol y el Francella enano de Corazón de León, pensé que ya habíamos tenido suficientes protagonistas repulsivos y antipáticos durante este año. Pero no, faltaba El mayordomo, que nos presenta una familia que es como la de El show de Cosby en versión sórdida y decadente: está el padre incapaz de demostrar afecto a sus hijos, sólo preocupado por el laburo y con una postura anti-política, no sea cosa de meterse en quilombos; la madre que fuma como una chimenea, bebe sin parar y engaña al marido; el hijo que dice que milita porque quiere cambiar al mundo, pero en realidad lo hace para rebelarse frente al padre, sin agradecerle que le haya dado dinero para estudiar (los pibes son evidentemente muy ingratos, parece decirnos la película); y el hijo más pequeño que se va a morir a Vietnam porque sí, porque tiene que defender al país, o porque el relato tiene que hacer referencia a esa guerra, y qué mejor excusa que esa, o porque quizás no entendió el gesto de Muhammad Ali cuando se negó a ser reclutado. Después, claro está, todo se acomoda, la familia se reconcilia, vuelve a unirse, pero de la manera más forzada posible, con la excusa de estar basada en “hechos reales”. 4-Lee Daniels ya había hecho Preciosa, un film que podía tener algunas ideas atendibles, pero que estaban presentadas de la peor manera posible. Ahora, en El mayordomo, vuelve a caer en las obviedades, los planos y/o escenas miserables (los primeros minutos son realmente horrorosos), la voz en off redundante, el estiramiento de las acciones, la construcción de personajes innecesariamente desagradables. Uno ya puede intuir que esta es la forma de filmar de Daniels: el tipo compone sus obras estética y narrativamente de la forma más fea posible no como gesto, sino como única posibilidad de conocimiento, porque sólo le sale filmar feo. Lo extraño es que su cine, a pesar de lo repelente que es en sus formas y discursos, se ha posicionado con gran éxito en Estados Unidos, adquiriendo a la vez un gran prestigio (basta mirar el elenco de esta película, integrado por nombres como Robin Williams, Liev Schraiber, John Cusack, Alan Rickman, Jane Fonda, Cuba Gooding Jr., Lenny Kravitz o James Marsden). De hecho, ya es una marca de fábrica: por algo el título original del film es Lee Daniels´ The butler. 5-Quizás la respuesta al dilema anteriormente planteado es que las bases formales e ideológicas del cine de Daniels comparten muchos principios con la construcción de estrella de Sidney Poitier, actualizados para el nuevo siglo. El suyo es, en definitiva, cine hecho por negros para los blancos.
La Casa Blanca en bandeja Es interesante, más allá de sus enormes baches. Y lo es porque mal o bien pasa rápida revista a hechos que le han puesto su marca al siglo pasado: el asesinato de Kennedy y Martin Luther King, la guerra de Vietnam, Watergate. El film asume un claro tinte de corrección política y carga las tintas cuando aborda el horror de la discriminación. Porque por encima de este vuelo rasante sobre un pedazo de la historia de la Casa Blanca, lo que realmente aquí se cuenta es la trayectoria de un negro que se crió en los infernales algodonales del furioso sur (madre violada y padre asesinado por el patrón), que acaba anclando en la Casa Blanca como lavacopas y que irá ascendiendo hasta convertirse en el mayordomo de confianza de los presidentes que fueron pasando: desde Eisenhower hasta Reagan, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter. El filme es la biografía de ese personaje que realmente existió, que se llamó Eugene Allen, al que el cine le cambió el nombre, le agregó un costado heroico y además un hijo: un joven rebelde que con su postura radicalizada resume y potencia el tema central de esta película. Porque lo que el film pregunta (y este mayordomo al final se cuestiona) es: tiene sentido poner su vida al servicio de los que esclavizaban a su raza. El hijo le reprocha haberse conformado con ser “un negro bueno” al servicio de los blancos en lugar de sumarse a la causa de los que aspiran a ser buenos ciudadanos, con todos sus derechos. El filme va de la Casa Blanca a la vida hogareña. Y allí no todas son buenas: la mujer es alcohólica (“te olvidas de tu hogar y sólo pensás en la Casa Blanca); los hijos hacen lo que pueden; los recuerdos vuelta a vuelta lo zamarrean. La película no va más allá del aspecto meramente divulgativo y algunos apuntes ambientales son tan apurados que estropean el conjunto. Los presidentes son apenas figuras de reparto, mal presentadas, que ni siquiera son parecidos. Pero bueno, son referencias insoslayables a la hora de inventariar el ascenso de un hombre que nació en un pantano de terror y se codeó con lo más alto y cuya biografía sirve para que el cine americano vuelva a ponernos sus banderas, sus cánticos a la oportunidad y todo su discurso prometedor, mientras al mayordomo se le caen las lágrimas y Obama se hace cargo del milagro. Es una película llena de buenas intenciones, sentida y calculada, que tiene su cuota de dolor y reverencias, pero que, por dedicarse a los grandes temas, dejó de lado lo más sabroso, que era las anécdotas que podía aportar un testigo tan directo, tan cercano y tan apreciado. Es convencional, elemental en su planteo y está dirigida por efectista descarado: Lee Daniels, el director de la deplorable “Preciosa”. Pero, pese a estos reparos, el tema interesa, hay buenos trabajos (Forest Whitaker y Oprah Winfrey) y siempre atrae poder echarle un vistazo a esos pasillos por donde han circulado los dueños del poder.
ntroducción al racismo en Estados Unidos Volumen I El Mayordomo es una de las películas más escandalosamente aleccionadoras y abiertamente alineadas con la actual presidencia de Estados Unidos en lo que va del año. Es por eso que también es una película con grandes chances para los próximos Oscar. El film narra la historia de un mayordomo, (Forest Whitaker) que trabajó en la Casa Blanca durante seis mandatos presidenciales. Esto condimentado además, con el hecho de que su padre fue asesinado frente a sus ojos en un campo de algodón por un hombre que minutos antes había violado a su madre. La narración está estructurada en flashbacks que van a relatar todo tipo de clichés referentes a lo que fueron las luchas raciales a lo largo de la historia de Estados Unidos. Cada presidente de turno va a tener la función argumental de mostrarnos su postura frente a esos hechos (el film no aporta nada nuevo en este sentido) y además, servir como excusa marketinera para poner a un actor de renombre en el reparto. No hace falta nombrarlos, el poster original ocupa el 80% de su espacio en mostrar los 13 nombres que acompañan a Whitaker. El problema principal con la película es que el personaje, más allá de lo anecdótico de su empleo, no ofrece nada interesante. Por esto mismo, la narración abraza en varios momentos el drama familiar (esposa alcohólica, un hijo “rebelde” y otro que muere en Vietnam). El mayordomo en cuestión no llega a convertir sus experiencias en curvas de personalidad que demuestren una evolución a lo largo del film hasta que promediando el final le cae toda la experiencia de un golpe y decide renunciar y apoyar a su hijo que pasa, para él, de “rebelde” a héroe porque su historia y la de sus compañeros aparecieron en un libro (curvón dramático). A partir de ese momento un nuevo flashback nos llevará directamente a la campaña electoral de Obama y su posterior victoria para resaltar con fibrón aún más grueso que el país ha cambiado. El Mayordomo es probablemente el film menos significativo de este año por su poco esmero a la hora de buscar formas atractivas de mostrar una historia, por las 28 moralejas que pretende dejar y por su visión hipersimplista del profundo problema social que es el racismo. Seguramente le darán algún que otro Oscar.
El mayordomo que vio cambiar el mundo Protagonizado por Forest Whitaker, el film cuenta la historia de un hombre negro que prestó servicios a los presidentes de Estados Unidos desde los 50 a los 80. A través de su mirada, se observa el devenir del racismo en ese país. Finalmente se puede observar, en la actual cartelera, que el cine estadounidense presenta un film que escapa a los estereotipados seriales de acción, de las tan repetidas historias que se apoyan en fórmulas agonizantes, promocionadas desde una ilimitada artillería, sofisticada y cada vez más exasperante, de arracimados efectos especiales. Finalmente, puede apreciarse el nuevo film del realizador de la tan admirada Preciosa, retrato de la violencia familiar, institucional, en torno a una adolescente, encinta y obesa, igualmente rechazada por su condición de negra, en un medio que nunca ha podido aceptar completamente las diferencias étnicas. Ahora, Lee Daniels, a sus cincuenta y cuatro años, siendo negro él, heredero de todo ese legado de sufrimiento de su pueblo, en el espacio de la administración Obama (que presenta aspectos contradictorios), abre este film en los días del pasado en la vida del niño Cecil Gaines, en una finca de terratenientes, en la que asistirá dolorosamente al primer gran hecho trágico de su vida, el que le señalará ese gran vacío, ese lugar de pérdida y la posterior pesadilla que ensombrecerá su vida familiar. Que en el film esta primera secuencia lleve a la actriz Vanessa Redgrave, en el rol de Annabel Westfall, en esa finca en la que están determinados los mandatos y los servilismos, la prepotencia y el desprecio, puede pensarse como una toda una definición; ya que la actriz, aún hoy, a sus setenta y seis años sigue militando por la dignidad humana. Su labor en este film pareciera legitimar la voz del realizador, en este recorrido que plantea respecto de cómo, a través de su personaje, el tiempo de la Historia se va manifestando desde la lucha por la adquisición de la igualdad y los derechos civiles. Desde un relato clásico, y a partir de un guión que se construye desde un artículo publicado en el "Washington Post", un 7 de noviembre del 2008, firmado por Will Haygood, en el que se narra, se describe y se da cuenta de cómo un afroamericano llamado Gene Allen había prestado sus servicios como mayordomo en la Casa Blanca desde fines de los años 50 hasta mediados de los 80, el film de Lee Daniels, con otros nombres, recrea, en ciento treinta minutos toda una serie de referencias que van marcando los diferentes posicionamientos de variados sectores respecto de la cuestión negra de la sociedad estadounidense. Y en ese trayecto que conecta el mundo familiar de su protagonista, ahora con el nombre de Cecil Gaines, interpretado aquí por la figura pesada y cansina de un Forest Whithaker (premio Oscar por El último rey de Escocia) con el espacio del ámbito presidencial, se va tendiendo una relación que, en principio, permanece ajena a los grandes reclamos, a las luchas de aquellos años. Sin llegar a la impasibilidad, al grado de domesticación y de servilismo mudo del personaje que componía Anthony Hopkins en Lo que queda del día de James Ivory, Cecil Gaines se muestra complaciente y agradecido, tratando de no levantar el telón de su pasado y alertando a su hijo Louis ante su profunda, activa y riesgosa acción crítica. Son los años en los que el pacifismo de Martin Luther King, emanado de la filosofía de Gandhi, contrasta con la prédica en otros órdenes de Malcolm X. Y simultáneamente, pese a que algunos medios marcaron este momento como previsible y esquemático, marcar y subrayar la presencia del accionar violento y criminal del Ku Klux Klan permite construir memoria. No ocurre en el film de Lee Daniel que los personajes que asumen los roles presidenciales ocupen el mayor tiempo en pantalla; por el contrario, vemos que la cámara se detiene más en la trastienda, allí, donde los mayordomos, el personal de servicio, intercambia pareceres, puntos de vista, narran sus historias personales. Y de igual manera, la vida familiar del protagonista está teñida de tensiones; exteriorizadas en la figura de su esposa, Gloria, rol que asume la actriz Ophrah Winfrey, nominada al premio Oscar en el 85 por su labor en el film de Steven Spielberg, El color púrpura. Pero es sobre todo la voz de su hijo Louis, David Oyelowo, la que irá marcando, paulatinamente, un viraje en las conductas; es él quien en algún momento, a la hora de la mesa familiar, pondrá en tela de juicio al nombre de Sidney Poitier frente a la mirada de aceptabilidad de la sociedad de los blancos. Para Louis, en esos primeros tramos del film, su padre no es sino un continuador de la prédica de la moral cristiana de un comprensivo Tío Tom. Pasan los años y los presidentes en la vida de este mayordomo y de esta sociedad, personajes que han permitido que vuelvan a escena algunos olvidados actores. Bastan sólo algunos momentos, como el que corresponde al de Reagan (¡notable Alan Rickman!) en relación con la terminante y criminal cuestión de Sudáfrica para caracterizar conductas, períodos... El nombre de Nelson Mandela y su actitud de resistencia sobrevuela y desde la voz de la madre se recuerda uno de los tantos y feroces asesinatos a la población negra ("a la Humanidad", diría Hannah Arendt) como el que llevó a la muerte a aquel joven de catorce años llamado Emmett Till, ultimado un 28 de agosto de 1955 en la zona del Mississipi, lo que llevó a que su madre Mommie mostrara al mundo el cajón abierto denunciando la monstruosidad del hecho. Recordemos que en 1958 el poeta cubano Nicolás Guillén publica su Elegía a Emmett Till, junto a otras elegías en su libro La paloma de vuelo popular.
“La historia estaba cambiando muy rápido y yo no sabía de qué lado estaba”. Eso reflexiona Cecil, el protagonista de “El mayordomo”, atrapado en medio de los disturbios raciales que sacudieron a los Estados Unidos de la posguerra. Se trata de una película ambiciosa con personajes complejos que cuenta la historia de ese país desde principios del siglo pasado hasta la asunción de Barack Obama, desde la perspectiva de la lucha por los derechos civiles. El director Lee Daniels, nominado al Oscar en 2010 por “Preciosa”, vuelve sobre el tema racial, esta vez a través de Cecil Gaines, inspirado en la vida de Eugene Allen, quien estuvo al servicio de siete presidentes, desde Dwight Eisenhower, en los 50, hasta Ronald Reagan, en los 80. Los personajes deben mostrar en dos horas de qué manera aquellos cambios los dejaban en medio de un mundo desconocido. Uno de los lados está representado por Cecil, que aprendió a pesar de su infancia desgraciada a ser leal, silencioso, eficiente y casi invisible como una forma de ascender de la brutalidad de una plantación a los mullidos salones de la Casa Blanca. Y el otro por su hijo, un universitario radicalizado, que coquetea con los Panteras Negras, y quiere hacer valer sus derechos como ciudadano. Una palabra que, según su madre, sólo puede causar risa en la boca de un negro.
Poder negro En muchas ocasiones, el cine norteamericano ha tomado como tema, directa o indirectamente, a la Historia de su país, que es en gran medida la de la lucha entre blancos y negros. Este año fuimos testigos de dos importantes estrenos en esa línea: Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012) y Lincoln (Steven Spielberg, 2012). Ahora llegó El Mayordomo (The Butler, 2013), de Lee Daniels (Precious, 2009), que cuenta la historia de Cecil Gaines (Forest Whitaker), un esclavo negro que llegó a ser el mayordomo más respetado de la Casa Blanca. El filme empieza con una frase de Martin Luther King ("A la oscuridad no la puede disipar la oscuridad; sólo la luz puede hacerlo") que adelanta el tono y la posición del director frente a este tema. Luego abre con un plano conjunto donde se ve a dos hombres, uno de los cuales es Cecil sentado en una silla, silencioso y pensativo al lado de una puerta. Esta imagen da pie a un extenso flashback que abarca todo el relato con la voz en off de Cecil, y que cuenta una trama de violencia que permite seguir el papel que jugó el personal doméstico negro en los Estados Unidos. Uno de sus puntos a favor es la forma de narrar, paralelamente, la formación ideológica de Cecil y su hijo Louis (David Oyelowo), quienes adoptan dos maneras distintas de luchar por los derechos civiles. Cecil empieza desde niño a ser instruido en el arte de la servidumbre. Luego de escapar de la estancia algodonera, donde su familia era sometida por un cruel patrón, pasa a ser educado por un sirviente negro en un prestigioso hotel. De ahí pega el salto a mayordomo de la Casa Blanca, cuando su presidente era Eisenhower (Robin Williams). El hijo, en cambio, va a la universidad, milita en una agrupación estudiantil, se suma al movimiento liderado por Luther King, adhiere a las ideas de Malcolm X, se suma a las filas de Los Panteras Negras, estudia Ciencias Políticas, se recibe e ingresa en la política. La principal dificultad de Daniels es que no logra atravesar el obstáculo del lugar común ni tomar la distancia necesaria para comprender mejor el problema. Si bien El Mayordomo puede servir para alentar el espíritu de un amplio sector de la población de los Estados Unidos, la película pierde fuerza al ser el director parte del grupo al que defiende con empalagosa corrección política, transformando la cinta en una larga propaganda del gobierno de Obama.
Esta es la película que hizo llorar al Presidente de los Estados Unidos Barack Obama. Este es un drama histórico y narra la vida ficcional de Cecil Gaines (la interpreta Forrest Whitaker), quien como mayordomo sirvió a ocho Presidentes en la Casa Blanca entre 1957 a 1986; inspirada en el artículo de Wil Haygood que se publicó en el Washington Post en el año 2008. Eugene Allen nació el 14 de julio 1919 en Scottsville, Virginia y falleció en el 2010 a los 90 años. Trabajó para la Casa Blanca durante 34 años hasta que se jubiló como jefe de mayordomos en 1986. Todo comienza en 1926 cuando el protagonista era un niño de 7 años que trabajaba duramente en la cosecha de algodón junto a sus padres Hattie Pearl y Earl Gaines (Mariah Carey y David Banner) en Carolina del Norte, a raíz de un hecho doloroso pasa a trabajar con Annabeth Westfall (Vanessa Redgrave) la dueña del lugar, pero luego por diversas circunstancias huye en búsqueda de una vida mejor, comienza a perfeccionarse hasta llegar a trabajar como mayordomo en la Casa Blanca. Mientras en su hogar su esposa Gloria Gaines (Oprah Winfrey, obtuvo nominación al Oscar mejor actriz de reparto por "El color púrpura, 1985), se sumerge en el alcohol dado que su esposo pasa mucho tiempo fuera, ellos tienen dos hijos varones Charlies Gaines y Louis Gaines (David Oyelowo). Con el transcurso de los años se van generando distintos conflictos tanto en el país como en su casa, más aun cuando su hijo mayor sostiene ideas que van en contra del sistema y su otro hijo decide luchar por su país en Vietnam, (el personaje real tenía solo un hijo). Y a través de los ojos de esta familia vemos los problemas raciales, sociales y políticos de los Estados Unidos, hechos históricos pasando por los asesinatos John F. Kennedy y Martin Luther King, la guerra de Vietnam, los escándalos, y variadas situaciones. Quienes interpretan a los distintos Presidentes de los Estados Unidos: Robin Williams como Dwight D. Eisenhower, James Marsden como John F. Kennedy, Minka Kelly como Jacqueline Kennedy, Liev Schreiber como Lyndon B. Johnson, John Cusack como Richard Nixon, y Alan Rickman como Ronald Reagan y Jane Fonda su esposa Nancy Reagan, no en todos los casos están logrados y en algunos en particular poseen fallas en el maquillaje. Otra parte del elenco acompaña bien como secundarios Lenny Kravitz y Cuba Gooding Jr. y Terrence Howard (quien desea ser el amante de Gloria), estos también mayordomos. El director Lee Daniels (Preciosa" 2009) realiza un relato histórico, los problemas con la esclavitud, la lucha por los derechos civiles en los años 60, la lucha por la igualdad y los derechos y culmina con la victoria de Barack Obama (Partido Demócrata, 2009). Con buenos diálogos y una gran producción, un destacado elenco, con distintas secuencias melodramáticas para emocionar al espectador. Cuenta con una gran actuación de Forest Whitaker (Ganador de un Premio Oscar por “El último Rey de Escocia”, 2006), se merece la nominación al Oscar por esta interpretación, además seguramente la película será nominada al premio Óscar, como lo fue “Historias cruzadas”, 2011 (trata sobre los problemas raciales y el servicio doméstico).
“Duerme, duerme, negrito" Bien podría ser este el leiv motiv del filme protagonizado por Forrest Whitaker y dirigido por Lee Daniels, también responsable de la exageradamente sobrevalorada “Preciosa” (2009). “El mayordomo” es algo así como una nueva versión reducida de la miniserie “Raices” (1977), esto dicho desde lo narrado, con alguna leve, muy somera, reminiscencia desde el personaje a “Lo que queda del día” (1993), mezclado tal cual ensalada, o sea sin ningún orden ni andamiaje, con la estructura de “Forrest Gump” (1994). Alguna vez alguien dijo si vas a copiar, hacedlo de cosas bien hechas, claramente no es el caso. Estamos frente a un producto construido clásicamente, en realidad un gran flash back, con dos claras intenciones desde su origen: apuntar a los premios de la Academia de Hollywood, léase Oscar, y congraciarse con el presidente de los Estados Unidos de América Barack Obama. Para el primero de los propósitos habrá que esperar un par de meses, sobre lo segundo, cuentan las malas lenguas que Obama lloro, lo cual no da significado alguno. ¿Por qué lloro? Ni Dios sabe. La historia transita por la vida de un octogenario que trabajo durante 34 años como mayordomo de la Casa Blanca, “sirviendo” a ocho presidentes. El paralelismo del adentro y el afuera es constante y mientras adentro van pasando los presidentes, afuera aparece Martín Luther King y sus luchas por los derechos civiles de los negros, Vietnam, el magnicidio de Dallas en 1963, los panteras negras, etc. Comienza con un hombre viejo, negro por donde se lo mire, que está sentado esperando, vaya uno a saber que, mientras tanto recuerda, y de su memoria sale el cuento que nos cuenta esta película. De entrada un golpe por debajo de la cintura, específicamente en el derecho. Estamos en un campo de algodón en los años ‘20 en el sur de los EEUU, una imagen en contrapicado nos muestra dos cuerpos de negros colgando; sin mediar nada un hombre blanco se lleva a una mujer negra, la viola y la devuelve; el marido intenta protestar, el malo, muy malo, lo mata, todo esto a la vista del nene hijo de ambos; la madre del blanco malo se lleva al nene para educarlo como un negro de la casa, o sea aprende a ser servicial. Todo esto sin interrupciones de ninguna naturaleza. Protestas, te matan, lección aprendida. Desde el discurso que instala bien podría definirse como un ejercicio de revisionismo histórico, desde la acepción de uso del termino de manera peyorativa, o sea a la relectura de los hechos con la idea, manipulación de la historia con fines políticos, comerciales, prescindiendo de cualquier método científico. Ni en www.rincondelvago.com harían algo así, podría decir resúmenes Leru, pero hay que actualizarse. Todo se podría definir como un catalogo de lugares comunes, golpes bajos, diálogos superfluos, al mismo que tiempo fatuos e inverosímiles. Hasta podría decirse que el grupo de espectadores al que apunta directamente es al hombre medio americano o al intelecto de Forrest Gump, si se quiere. El mejor de los conflictos que plantea es el que se instala entre el mayordomo, un sumiso servidor por donde se lo mire, y su hijo, quien termina siendo parte de los Panteras Negras, de los que se aleja cuando pasan de la idea a una lucha violenta. Todo un luchador en pos de los derechos civiles de los negros. El filme se planta casi como una radiografía de la historia del gran país del Norte en la segunda mitad del siglo XX, pero toda la estructura es endeble y pueril. Lo único que sostiene el interés son las actuaciones, el compromiso corporal de Forrest Whitaker para componer a su Cecil Gaines, más odiable que querible, aunque la intención sea la segunda. Es encomiable súmele la cara de bonachón constipado de manera constante, que termina por ser la figura invisible, delante de él se habla de todo, nadie lo registra, igualito que el James Stevens de Anthony Hopkins. Oprah Winfrey se roba la película interpretando a Gloria Gaines, la esposa del mayordomo, alcohólica, depresiva, exultante, maniaca. Ambos muy bien acompañados por personajes secundarios como los interpretados por Terrence Howard, o Cuba Gooding Jr. Lo que queda fuera de registro es la selección y composición de los presidentes, se salva del incendio John Cusack, que hace lo que puede con su Richard Nixon, o la pareja de Alan Rickman y Jane Fonda como Ronald y Nancy Reagan, el resto es patético, casi una caricatura, son grandes y reconocidos actores desperdiciados, Robin Williams, (Eisenhower) Liev Schreiber (Lyndon Johnson) James Mardsen (Kennedy). Con todos estos elementos el film termina por aburrir, desde la extensión del mismo hasta la falta de un buen guión, convirtiéndose en una simple excusa que intenta mostrar las incidencias de la política de Estado y su influencia en paralelo de la vida cotidiana de los negros, nunca lo logra, lo hace mal, demasiado centrado en un ser casi sin matices e inoperante. “Duerme, duerme negrito…..”
Propuesta aleccionadora, pero no tan combativa La parte por el todo: el filme resume la prolongada lucha de la población afroamericana por sus derechos civiles a través de un hombre sencillo, afable y honesto, pero que nunca pierde la conciencia de que trabaja para los blancos. En la película se llama Cecil Gaines, pero el personaje está inspirado en Eugene Allen, quien trabajó como mayordomo en la Casa Blanca durante 34 años, desde 1957 hasta 1986. Allí sirvió a siete presidentes (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan) y falleció en 2010. El artífice de este cuento de hadas histórico es el afroamericano Lee Daniels, director de Preciosa y El chico del periódico. La película posee la apariencia de una superproducción, pero no lo es, porque no tuvo el respaldo de ninguno de los grandes estudios, sino el aporte de una treintena de pequeñas compañías asociadas. El protagonista también oficia de narrador de la historia. El relato comienza con un prólogo ambientado en 1926 en una plantación de algodón en Georgia, donde Gaines es testigo del asesinato de su padre. "He escuchado comenta años después sobre los campos de concentración. Aquí tuvimos campos de concentración durante doscientos años". Gaines huye de ese campo y llega a Washington, donde trabaja en un hotel y luego es convocado para desempeñarse en la Casa Blanca. Se casa con Gloria y tiene dos hijos. Su cercanía con los presidentes le permitió ser testigo involuntario de la historia que se "cocinó" en el despacho oval, en especial la evolución de las luchas de los negros por sus derechos. Esa historia, además de la sucesión de los presidentes, tuvo algunos hitos fundamentales: los asesinatos de Kennedy, Martin Luther King y Malcom X, la Guerra de Vietnam y la aparición del aguerrido movimiento de los Panteras Negras. Pero el director alterna la crónica de esos y otros episodios históricos, con escenas domésticas en la casa de Gaines: su relación con su esposa, que no oculta su hartazgo por el puntilloso esmero laboral del marido, y con sus hijos, en particular con Louis, el mayor, un rebelde con causa que ingresa a la universidad y se convierte en activista de los derechos civiles. Esa actividad de Louis lo distancia del padre, que en términos ideológicos y de una manera simplista, puede resumirse en la apreciación que ambos tienen respecto del filme Al calor de la noche (1967), de Norman Jewison: mientras el padre la defiende, el hijo acusa a Sidney Poitier de ser un negro que interpreta papeles de actor blanco. El director obtiene un producto más refinado que en sus filmes precedentes, pero el relato es convencional y algo disperso por un exceso de subhistorias y la vastedad del período evocado. La película se propone aleccionadora en cuanto alegato contra las discriminaciones raciales, pero con una línea narrativa menos combativa que la del otrora contestatario Spike Lee. A la mediocre caracterización de los presidentes, el director opone dos actuaciones que seguramente tendrán su reconocimiento en la próxima edición, en marzo, de los premios Oscar de la Academia de Hollywood: Forest Whitaker como el estoico Gaines y Oprah Winfrey (como Gloria), quien demuestra ser mucho más que una exitosa conductora televisiva.
EL MAYORODOMO: UN RELATO, MUCHAS VIDAS. Quién nunca se puso a pensar en el tipo de vida que tuvieron nuestros padres o abuelos?. Primera guerra mundial, Segunda, dictaduras militares, escapar de sus propios países… Pero se nos cruzó pensar en lo que vivió la gente de color con respecto al racismo? No solo discriminación sino, también, violencia, abusos, degradaciones, prácticamente no eran consideradas personas. Afortunadamente, a esta altura del siglo 21 el mundo se enorgullece de haber superado todas esas barreras. Se conocen muchas películas que hablan sobre este tema, pero El Mayordomo no es una más del montón. En la dirección, Lee Daniels ( Precious ) cuenta la historia real de Cecil Gaines (Forest Whitaker), que fue mayordomo jefe de la casa blanca durante 7 administraciones presidenciales, entre 1957 y 1986. Comenzando con la infancia de Cecil en 1926, muestra el ambiente extremadamente hostil en el que tuvo que crecer y donde solo podía trabajar de una cosa, servir a la gente blanca. La vida misma lo lleva por distintos lugares de trabajo, donde aprende valiosas habilidades que lo llevan al escalafón mas alto al que podía aspirar: Ser mayordomo en Pennsylvania Avenue 1600. Manteniendo a su amada esposa Gloria ( Oprah Winfrey) y sus dos hijos, Cecil esta cómodo e incluso disfruta de su trabajo y de servir al presidente de turno. Pero esta doble vida, entre lo laboral y lo familiar, le traerá conflictos en su hogar y sobre todo con su hijo mayor ( David Oyelowo ) que posee una ideología revolucionaria en un país con pensamientos estancados. Además de una excelente ambientación y producción, y de una, no sorpresiva, sublime actuación del protagonista, la película cuenta con una lista de actores que la engrandecen aun mas. Cuba Gooding, Jr., Lenny Kravitz ( quien ya participo en "Los juegos del hambre"), John Cusack, Jane Fonda, Mariah Carey, Alan Rickman, Terrence Howard, James Marsden, Liev Schreiber y Robin Williams entre otros. Aportando su magia y su estilo hacen que el film abarque todos los aspectos y semblantes que se suman a la vida y vivencias de este mayordomo. No puedo evitar mencionar las crónicas históricas que están obligados a seguir. Todos los presidentes poseen un dato o hecho característico de su mandato, como también vemos la aparición del Dr. Martin Luther King y del subversivo grupo "Panteras Negras". Ya sean blancos o negros, muestran la historia tal como fue, con sus aspectos positivos y negativos. Este relato es un homenaje para una sociedad obligada a seguir las leyes de otros, pero que siempre se mantuvo firme buscando la igualdad. Una visión de lo cruel que puede ser el hombre, y a la vez, lo resistente que puede hacernos un ideal, demostrándonos que está en nosotros mismos el poder para cambiarlo todo.
"Dos caras de la historia" Eugene Allen nació el 14 de Julio de 1919 en Scottsville, Virginia, donde pasó toda su infancia y gran parte de su adolescencia trabajando como peón y posteriormente como sirviente de una familia acaudalada dueña de grandes campos. Al salir de allí, donde había aprendido todo lo necesario para trabajar como mayordomo, trabajó en el prestigioso The Omni Homestead Resort, ubicado en la misma ciudad. Años después se mudaría a Washington D.C para trabajar en un reconocido Country Club. Por esas vueltas de la vida, Allen se enteró de que la Casa Blanca estaba realizando entrevistas laborales en busca de asistentes para diferentes puestos, por lo que se presentó y quedó seleccionado como parte de un nuevo grupo de trabajo. Desde el año 1952 y hasta 1986, Eugene Allen trabajó en la Casa Blanca donde fue subiendo peldaños lentamente (entre ellos, el de mayordomo) hasta llegar a convertirse en Maestro de Sala. Allen atravesó a lo largo de sus 34 años de trabajo de 8 periodos presidenciales (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan) y, por ende, vivió desde adentro algunos de los sucesos más importantes de la historia norteamericana moderna. De toda esa historia verídica se valieron el director Lee Daniels (“Preciosa”) y el guionista Danny Strong para realizar una película que va mucho más allá del drama y el patriotismo norteamericano y se centra en un plano mucho más interesante: Los cambios sociales y políticos que generaron los afroamericanos dentro de los Estados Unidos debido a la opresión y violación de derechos que sufrieron por la segregación racial. Ahí me quiero centrar para hablar de “El Mayordomo”, ya que se trata de un film inteligente, con una interesante puesta en escena, grandes actuaciones y un honesto y sentido mensaje social que critica en voz alta a la xenofobia, al racismo y a cualquier otra postura anti-igualitaria. El único problema que tiene esta producción está tan encastrado, tan insertado dentro de su raíz, que resulta muy difícil hablar de él sin caer en la injusticia y la critica sin sentido. Estoy hablando de Lee Daniels, director que se propone hacer llorar a una persona hasta llenar de lágrimas una pileta olímpica en todos sus trabajos cinematográficos a costa de golpes bajos innecesarios, personajes irrelevantes y situaciones pegajosamente dramáticas. Si bien en esta nueva película Daniels no disparó todo su repertorio de amarillismo y sensibilidad barata como si lo hizo en “Preciosa”, se esmeró por darle un lugar importante a esas pequeñas dosis de lágrima fácil en varios momentos del film. El inicio y el final de “El Mayordomo” son el claro ejemplo de esto, pero también hay muchas otras manchitas más que demuestran que Daniels todavía no consiguió pulso prolijo para darle el machazo justo al espectador y emocionarlo de forma honesta. Quiero decir; Se nota demasiado, y hasta resulta chocante, cuando “The Butler” se propone pegar bajo en el espectador ya que lo hace de forma absurda, inesperada e injustificada a través de su guión. Y es una verdadera lástima porque estamos verdaderamente frente a una gran película que, sin necesidad de caer repetidas veces en el golpe bajo, logra hacernos reflexionar sobre un contexto histórico y social que todavía sigue vigente en algunas partes del mundo (de forma menos explícita) y que se adaptó lamentablemente para castigar a nuevas minorías. “El Mayordomo” está ligada históricamente a la lucha por sus derechos como seres humanos y personas que sufrieron y llevaron adelante los afroamericanos (con referencias a personajes como Martin Luther King, las panteras negras, Nelson Mandela y la mismísima presidencia de Barack Obama), pero tranquilamente la podes trasladar y analizar en contextos actuales donde la homofobia y el racismo todavía sigue cobrándose víctimas a lo largo de todo el mundo. Por si fuera poco cuenta con un elenco repleto de talento, donde se destaca ampliamente Forest Withaker, seguido por David Oyelowo, Cuba Gooding Jr. y Alan Rickman. De hecho, por momentos, la historia paralela que sigue la vida del personaje interpretado por Oyelowo termina siendo mucho más interesante que aquella que tiene como protagonista al mayordomo, lo cual es un indicio de que la película podría haberse tranquilamente encarado desde otro lado, con las mismas intenciones, y el resultado sería igual de gratificante. Sin embargo “El Mayordomo” es una propuesta que vale la pena destacar, pese a sus golpes bajos y ciertos pasajes nacionalistas, por su sincero y directo mensaje a favor de la igualdad de derechos en el mundo entero. Que para cumplir ese objetivo se haya escrito un guión (basado ligeramente en personajes y situaciones reales) y posteriormente filmado una película de intachable factura técnica, con excelentes actuaciones, es algo que merece la pena ser apreciado y reconocido.
Cuando los negros vienen marchando Lee Daniels hizo "Preciosa"(Precious, 2009) mostrando sinsabores y dramas marcados en la comunidad de color, ahora regresa dirigiendo un más ambicioso filme que parece transportarnos en el tiempo a la miniseries: "Raíces" (Roots, 1977)y "Raíces, la nueva generación"(Roots: The Next Generations, 1979) donde se narraba la muy extensa y agotadora vida de Kunta Kinte, un esclavo africano y como continuaba la saga con su descendencia, allí no faltaban, los golpes bajos como la tortura, el ultraje, el racismo, etc, items que también están en esta película que ofrece la vida de un mayordomo, y que empieza en una plantación de algodón sureña de niño y que -a través del esfuerzo propio- culmina llevando la bandeja para varios presidentes norteamericanos en la Casablanca. Si bien la historia se supone ficcional está basada en algunas vivencias de otro sirviente, el metraje de a ratos parece un capítulo de "National Geographic", desfilan: el Ku Klux Klan, Kennedy, Martin Luther King, los Panteras Negras, Vietnan, Watergate, Nixon, los Reagan, etc. sin olvidar algunos momentos familiares -la casa del mayordomo- que sugieren un capitulo de "La familia de Bill Cosby". Uma de las productoras es Oprah Winfrey, exitosa animadora televisiva americana, y actriz ocasional, se la recuerda en "El color púrpura" (1985, Steven Spielberg), ella se reservó el rol de la esposa del protagonista, así mismo en el elenco están desde Vanessa Redgrave a Lenny Kravitz, de Mariah Carey a Jane Fonda, de John Cusack a Cuba Gooding Jr., toda una constelación estelar, el protagónico de Forrest Whitaker es acertado, pero no es ningún descubrimiento su talento actoral. El olfato cinéfilo detecta muchísimas posibilidades para la futura competencia de los Oscars, sin dudas, y está hecha prediseñada para eso.En verdad no deja de ser entretenida pero llena, muy llena de golpes bajos y propaganda del gobierno actual, y que si...adivinaron aparece en persona el presi Obama.
Un testigo invisible y silencioso Aunque está basado en la vida de un personaje real (Eugene Allen), el relato de las situaciones que le tocan vivir a Cecil Gaines es “de película”. Víctima directa de la violencia racial en una plantación sureña en las primeras décadas del siglo XX, el joven afroamericano viaja al Norte para tratar de huir de un destino trágico. Educado para servir en las casas de los blancos, consigue un puesto de mayordomo nada menos que en la Casa Blanca, donde servirá a las órdenes de los distintos presidentes a lo largo de cinco décadas. Pero la vida de Gaines dista mucho de haberse convertido en un cuento de hadas: su relación matrimonial no siempre se desliza sobre ruedas, y los enfrentamientos con su hijo mayor son cada vez más intensos y frecuentes. Frente a sus ojos se toman las decisiones más trascendentales de la historia en la segunda mitad del siglo, pero él permanece fiel al consejo que recibió durante su formación como mayordomo: “no hables, no escuches; sólo sirve”. Precisamente esa es la actitud que cuestiona su primogénito, enrolado en los movimientos de lucha contra la discriminación racial en la década del 60. Las contradicciones se agudizan en el seno de la familia, lo que lleva a Gaines a refugiarse cada vez más en su trabajo. Finalmente, ya retirado, recibirá el reconocimiento por tantos años de servicio de parte del primer presidente afroamericano de los Estados Unidos de Norteamérica. Muchos son los méritos de esta producción dirigida por Lee Daniels (también responsable de “Preciosa”, en 2009). Uno de los más importantes es la narración, correcta, atractiva y amena. Otro es la elección del elenco, con tareas descollantes a cargo de Forest Whitaker y de Oprah Winfrey, la popular conductora de la televisión norteamericana, y con breves pero consistentes roles a cargo de grandes figuras en la piel de los distintos presidentes a los que sirve Gaines. Con el telón de fondo de las luchas raciales, la guerra de Vietnam, el asesinato de Kennedy o la crisis del petróleo, la pintura de la vida de Gaines en su trabajo y en su casa resulta sumamente atractiva para el espectador. Poco importa, entonces, la falta de una mirada crítica a las políticas gubernamentales norteamericanas de esos años, porque el eje del filme está expresamente colocado en otro lugar.
"El Mayordomo" es una película para emocionarte, con escenas duras pero muy efectivas. Lee Daniels, su director, sabe muy bien cómo manejar los cables de esta película (es el mismo director de "Precious"). Lo que tiene, y quizás es lo más importante a la hora de contar una historia, es que es sincera. Forest Whitaker, su protagonista, está excelente en su rol... ¡Marche otra nominación! (el año que viene los Oscars van a estar complicados). El resto del elenco, uno más importante que el otro. Un aplauso para Lee Daniels que redobla la apuesta y lo hace muy bien. Ya sabés, una peli dramática, que está genial.
Asuntos internos Qué oportuna para la administración Obama, siempre jaqueada por algún escándalo, es la aparición de esta película. El mayordomo es una suerte de épica del último siglo en los Estados Unidos visto a través de los ojos de Cecil Gaines (Forest Whitaker); desde su niñez en los campos de algodón, donde su madre es violada y su padre asesinado por el mismo violador, Cecil entiende que, por azar de la naturaleza, un exceso de pigmentación lo dejó mal parado ante la vida. Tras escapar del algodonal, ya en la adultez, Cecil tiene chances de trabajar en la Casa Blanca. La película, vagamente inspirada en la vida del asistente presidencial Eugene Allen, arroja la mirada de Lee Daniels (Precious) y el escritor Danny Strong sobre la media docena de mandatarios con los que Gaines tuvo contacto. Desde luego, El mayordomo comienza a vibrar con el magnicidio de Kennedy y los insurrectos años ’60. Una cena familiar muestra tensiones internas cuando Louis, hijo mayor de Cecil, ataca la figura de Sidney Poitier, el buen negro, frente al escándalo de sus padres. Louis y su novia, militantes Black Panthers, son expulsados de la casa; para ellos, Cecil es también un negro obediente. Años después, Gaines entenderá a su hijo; la negativa de Reagan a adoptar sanciones contra Sudáfrica provoca su salida, el reencuentro con sus raíces y el broche final con la asunción de Obama. Demasiado obvia y políticamente correcta, sí, pero puertas adentro, El mayordomo es una película menor apuntalada por buenas actuaciones de Whitaker, Oprah Winfrey, Cuba Gooding Jr. y un elenco estelar.
Platicando con mi esposa, decía que los EU es el país más irónico del mundo. Después de humillar y pisotear los derechos de los negros (o personas de color o afroamericanas, por si se sienten ofendidos), una persona de esa raza es actualmente presidente del país más poderoso del mundo.Y básicamente, de eso trata esta película. Cecil Gaines (Forest Whitaker) es un mayordomo de la casa blanca, cuya infancia fue muy dura en un campo algodonero. Con perseverancia logró formar una familia que vivió los momentos buenos y malos en carne propia y con su hijo sobre los peores actos que le pudieron ocurrir a la comunidad afroamericana. basado en una historia real (de esas que atrapan más gente), Oprah invirtió una buena cantidad de dinero, tanto para filmar dentro de la casa blanca, como para contratar a la gente de su raza más exitosa: Don Cheadle, Lenny Kravitz, Terrence Howard, Cuba Gooding Jr. y un extenso cast que incluye nombres como Robbin Williams, Jane Fonda, Alan Rickman y básicamente cualquier persona que se declare amiga de la otra persona más famosa de los EU. En un filme con bastantes altibajos (a veces entretiene, a veces aburre), se destaca la intención del director, Lee Daniels, de contar una historia, su propia historia como pueblo, de cómo lograron la libertad, de todo lo que enfrentaban a través de los ojos de alguien "infiltrado" en la casa más poderosa del país. de como, bajita la mano, cambiaban la historia y el rumbo del país. Si bien no podemos decir que es una película inolvidable, si pienso que fue injustamente olvidada en los oscares al no llevarse ninguna nominación en rubros como guión, dirección o incluso soundtrack. Como sea, por curiosidad o por entretenimiento, The Butler es una historia que debe verse por lo menos una vez, para aprender un poco más de tolerancia, historia, y por qué no, de humanidad, esa que nos hace mucha falta.
Si Forrest Gump fuera un drama de la vida real... y mala. El trabajo de un director de cine es contar una historia con los recursos disponibles. The Butler es una película sobrada en recursos, pero carente de idoneidad en la dirección. Las falencias narrativas se evidencian desde recién comenzada la película, con una introducción que pretende ser contundente y termina siendo apresurada e insulsa. El relato luego prosigue, inocuo y caótico, a un ritmo que impide el desarrollo de la multiplicidad de personajes propuestos por la historia. Hay protagonistas cuyo ciclo de vida es de escasos 2 o 3 minutos, y aun así se los intenta mostrar como trascendentales; hay pausas forzadas que en vez de consolidar la narración conspiran en su contra, poniendo el foco en hechos insubstanciales o despachándose con diálogos inverosímiles. Hay, en definitiva, una infinidad de deficiencias en la composición de la trama y el modo en que se cuenta. Es sinceramente difícil de entender por qué la crítica ha sido condescendiente con un filme tan malogrado. Evidentemente, la seriedad del tema tratado ha podido con la objetividad técnica. The Butler tiene una historia con un potencial enorme y un elenco envidiable, pero le falta todo lo demás, que es, casualmente, lo más importante.