La primera sorpresa del año con el cine argentino es esta película de Mateo Bendesky (Los miembros de la familia), una especie de biopic sobre el mítico Doctor Tangalanga. Protagonizada por Martín Piroyanski, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh, Rafael Ferro y con participación notable de Silvio Soldán, sigue la historia del tímido Jorge Rizzi hasta convertirse en el popular humorista.
Jorge es un joven que trabaja en una empresa de cosmética y hace dupla junto a su amigo hermano de la vida Sixto (Sabbagh) en la parte de venta de una nueva línea de jabones. Jorge es tímido hasta el extremo y cuando le toca hablar con desconocidos tartamudea o directamente no le salen las palabras, todo lo opuesto a Sixto, convincente y locuaz. Pero cuando por cuestiones de salud Sixto es internado por tiempo indefinido, Jorge es presionado por su jefe (Luis Machín) para hacerse cargo de las reuniones con potenciales clientes, algo que no parece destinado a salir bien.
Sin embargo, lo que empieza a despertar algo oculto, dormido, en Jorge es una vieja grabación familiar. Y luego de un encuentro con una especie de mentalista español (interpretado de manera única por Silvio Soldán) que descubre tras otra frustración a causa de su pánico a hablar y discutir una situación que le parece injusta, ya no será tan fácil apagar aquello que prendió fuego dentro suyo. Cuando apoye la oreja al teléfono, Jorge se convertirá en Tangalanga, un personaje que solo así podrá decir todo lo que se le ocurra por la cabeza pero con un ingenio y humor, y una cuantas puteadas, que llama la atención de cualquiera que lo escuche, sea como receptor o como oyente desde afuera de la llamada, porque esos casettes que le lleva a Sixto para alivianar su situación pronto empiezan a circular a su alrededor y va cobrando una fama en ascenso.
A partir de ese momento, la película muestra el crecimiento y confianza que lentamente va ganando este personaje al que no puede controlar, no al menos todavía. Al mismo tiempo se enamora de la secretaria del hospital (Zylberbeg) pero no puede hablarle más que desde el anonimato que le da el teléfono. Para el colmo, ella se encuentra en una complicada relación con el director del hospital que está casado.
El primer acierto de El método Tangalanga es el humor ligero que aliviana incluso los momentos más dramáticos y emotivos pero sin banalizarlos, aun teniendo en el centro un tipo de humor que se basa en puteadas. No estamos ante una comedia pura, sino una especie de biopic encantadora que sabe dar lugar a una galería de personajes, no solo al propio Jorge sino a aquellos que oscilan a su alrededor. Sabbagh, Zylberberg y Luis Rubio como un doctor amable y querible, logran lucirse en sus secundarios y lo cierto es que Piroyanski está mejor que nunca, alejado de los personajes que suele interpretar. Se nota que hay mucho amor y respeto en cada composición. Quizás algún aspecto del personaje que interpreta Zylberberg queda desarrollado a medias, pero sirve para presentarla como una mujer que espera algo más de la vida que solo atender el teléfono.
Lo otro que se destaca a primera vista y no se pierde en toda la película es la dirección de arte. Hay un cuidado y detalle en la ambientación de época que no solo nos traslada a otro tiempo sino que no se siente nunca artificial. Una ambientación que hasta se manifiesta en el vocabulario que utilizan a veces los personajes sin que se perciba forzado en ningún momento.
Entretenida, sutil, y con buen ritmo, la película podría haber caído fácilmente en situaciones menos afortunadas, como golpes bajos o un humor solo basado en escenas aparatosas y malas palabras, y sin embargo nada de eso sucede. El método Tangalanga funciona en sus varias capas: es una historia de iniciación y autodescubrimiento, un proceso que a veces lleva tiempo y necesita de máscaras por temor a mostrarnos tal cual somos, y es también una historia de amistad y de amor, pero sobre todo nos habla de cómo el humor ayuda a mantenernos a salvo.