Su rutina era clásica: llamaba por teléfono a una empresa o negocio, o incluso a una persona, para hacerles algunas consultas que iban adquiriendo un tono insolente, con una catarata de malas palabras. El artífice de estas bromas telefónicas no era otro que el Doctor Tangalanga. Provisto de barba y bigote falsos, anteojos, gorra e inventiva verbal, se convirtió en un emblema de la comedia argentina cuando su obra trascendió mediante discos, giras y apariciones televisivas.
El cine comenzó a inmortalizar su figura en Víctimas de Tangalanga y su secuela, ambas de Diego Recalde, pero en esos casos el ojo estaba puesto en quienes padecían sus ocurrencias. La apuesta más ambiciosa llegó de la mano de Mateo Bendesky, director de El método Tangalanga.
¿Se trata de un biopic de la persona detrás del personaje? Sí y no: la película toma la esencia de la vida real de Tangalanga (nombre real: Julio Victorio De Rissio, de profesión zapatero) y hace su propio camino con respeto, humor y corazón. Martín Piroyansky compone a Jorge Rizzi, empleado de una empresa y ciudadano de la Buenos Aires de 1962. La timidez le impide disertar en las reuniones de trabajo y acercarse a las mujeres. Cuenta con Sixto (Alan Sabbagh), compañero y amigo y más propenso a las relaciones públicas. Entonces, más por casualidad que por intención, llega a un evento encabezado por un mentalista español (Silvio Soldán). Unas palabras claves acerca de conectarse con su verdadero ser y un tañido similar a un tono telefónico liberan a su yo extrovertido, directo, audaz, malhablado, encantador. Cada vez que levanta un tubo de teléfono aflora ese repentino Mr. Hyde, que adopta el alias con el que se haría famoso. Una nueva identidad perfecta para vengarse de quienes se comportaron injustamente con él; alegrar a Sixto, internado por un problema de salud, y acercarse a Clara (la siempre estupenda Julieta Zylberberg), la recepcionista del hospital y amante de Giordano (Rafael Ferro), médico y villano de la ecuación.
Bendesky y su equipo narran con dinamismo y gracia las peripecias del antihéroico protagonista y cómo va ganando admiradores cuando las cintas para Sixto se propagan por el boca a boca. Desde el principio hay un respeto por el personaje, y resulta fundamental la actuación de Piroyansky: transmite el desparpajo de Tangalanga y la ternura y humanidad de Jorge. El notable desempeño interpretativo del elenco (Sabbagh y Machín vuelven a engrandecer otros de sus roles) también se aprecia en las escenas menos cómicas y más dramáticas y románticas. Mención especial para Soldán, que brilla en su primera composición de un papel cinematográfico.
El método Tangalanga presenta el origen del mito y, al mismo tiempo, le rinde tributo.