Cuando un amigo se va...
Santiago (Guillermo Francella) y Eugenio (Fabián Arenillas) son amigos de toda la vida, pero sobre todo son socios. Juntos llevan adelante un negocio de electrodomésticos, y parecen estar sincronizados tanto en el trabajo como en la vida. Se conocen hasta la respiración, y mantienen una rutina semanal impecable: siempre las mismas salidas, a los mismos lugares, a la misma hora.
Un día, Eugenio desaparece, como si se lo hubiera tragado la tierra, y Santiago se encuentra sin su otra mitad; no comprende como él, que sabe todo sobre su amigo, no puede saber dónde esta. Es entonces que aparece en escena Laura (Inés Estévez), la esposa de Eugenio, quien cree que su marido se fue por propia voluntad, pero desconoce la razón.
A partir de este suceso tan extraño como inesperado, Santiago y Laura deben trabajar juntos en el negocio y en la búsqueda de Eugenio, quien funciona como una pieza faltante, ya que todo lo que saben uno del otro es lo que Eugenio les contó.
Estos dos polos opuestos están ahora juntos en busca de una respuesta, y durante su investigación deben enfrentarse con realidades que no querían ver, con los sueños que han dejado de lado, las cosas que han resignado, y con el hecho de que tal vez ese amigo tan confiable podía guardar secretos.
La historia tiene mucho de esas formulas que vemos muy seguido: la sorpresa, los polos opuestos que finalmente se atraen, y tal vez un uso excesivo de la palabra "sueños". Pero finalmente la fórmula funciona -la sorpresa también- ya que esta sostenida por muy buenas actuaciones y diálogos muy graciosos.
Es una comedia con algo de melancolía, filmada de modo muy prolijo, que con la excusa de una incógnita, lleva a sus personajes a repensar su vida y su situación, a dejar de lado la comodidad y la seguridad de la rutina, para recuperar las ganas y al felicidad.