Emiliano Fernández (Metacultura):
Sobre el kung-fu en Occidente
La figura de Bruce Lee es muy difícil de abarcar en su justa medida porque el señor fue por un lado el principal difusor de las artes marciales en esta parte del globo y por el otro un actor mítico marcado por el halo de la tragedia debido a una muerte temprana, a los jóvenes 32 años. Si bien muchas veces se lo suele limitar al carisma que desplegó en el producto televisivo El Avispón Verde (The Green Hornet) y en películas como El Furor del Dragón (Meng long guo jiang, 1972) y Operación Dragón (Enter the Dragon, 1973), o a aquella anécdota centrada en la traición de los ejecutivos estadounidenses de la Warner Bros. en lo referido a la serie Kung Fu, un concepto ideado por Lee para sí mismo y luego rapiñado sin darle ningún crédito, lo cierto es que el norteamericano/ hongkonés desarrolló de manera progresiva una nueva y compleja rama de las artes marciales denominada jeet kune do, sin duda la gran precursora de la multiplicidad y riqueza que dominan actualmente en el rubro.
A lo largo de las décadas, después del fallecimiento de Lee en 1973, se sucedieron distintos intentos en pos de retratar al susodicho en términos explícitos o implícitos: la insistencia no fue sinónimo de calidad y cada fallido convertía en más lejano e inaprehensible al amigo Bruce, poniendo además en primer plano el hecho de que la distancia cultural entre Oriente y Occidente -esa que a Lee le resultó tan fácil de sortear- se transformó de inmediato en un escollo insalvable para los productores, directores, guionistas, actores y cualquiera que se propusiese analizar al hombre y su tiempo. La presente El Nacimiento del Dragón (Birth of the Dragon, 2016) no escapa a este patrón general ni tampoco llega a superar al que todavía sigue siendo el “mejor” exponente de esta colección de fiascos, Dragon: The Bruce Lee Story (1993), un trabajo más o menos digno que sin embargo lamentablemente incluía un sinfín de inexactitudes y algunos pasajes oníricos estereotipados y por demás delirantes.
Y una vez más tenemos una historia “inspirada” en la vida de Lee que -como no podía ser de otra forma- tiene poco y nada que ver con el hombre real, circunstancia que en este caso se agrava porque la trama ni siquiera pone a Bruce en el eje del relato sino a un blanquito yanqui llamado Steve McKee (Billy Magnussen), racismo y whitewashing hollywoodense mediante. Un punto a favor de este opus del realizador George Nolfi, el de la correcta Los Agentes del Destino (The Adjustment Bureau, 2011), es que sorprende con el período elegido, la primera mitad de la década del 60, y el incidente concreto a retratar, la pelea con Wong Jack Man de diciembre de 1964, otro maestro de artes marciales que representaba el purismo del kung-fu y la negativa general de los chinos a que se transmitiese a occidentales sus secretos filosóficos/ culturales/ religiosos/ de lucha cuerpo a cuerpo. Así las cosas, la película coloca al ficticio McKee como un nexo entre Wong y Lee a través de una hiper ridícula historia de amor entre el burguesito y una mujer esclava/ secuestrada por la mafia china de San Francisco, lo cual obliga a Wong, una suerte de monje pacifista, a enfrentarse a Lee, un docente de un instituto pionero en la enseñanza del kung-fu en Estados Unidos.
Más allá del catálogo de “licencias creativas” de todo tipo y lo forzado de las situaciones planteadas por el guión de Stephen J. Rivele y Christopher Wilkinson, el film no llega a ser un desastre total por las buenas actuaciones de Philip Ng como Lee y de Xia Yu como Wong, dos intérpretes convincentes que se las arreglan para sobrellevar con gracia la pobreza de los diálogos y la triste unidimensionalidad de los personajes (aquí Lee es un presumido con algunos instantes de lucidez y Wong está consagrado a expiar culpas por un error en una pelea de demostración en China). El Nacimiento del Dragón trata de examinar sucintamente el contexto social adverso que le tocó vivir a Lee en aquella época, con sus colegas y compatriotas viendo con muy mala cara que le enseñe a caucásicos, y la “apertura mental” de Bruce luego del combate con Wong, en esencia descubriendo que su estilo necesitaba evolucionar a lo que más adelante sería el jeet kune do, no obstante la propuesta es dramáticamente muy limitada y se basa en clichés que no le hacen justicia a Lee ni a su legado, por más que en ocasiones la obra parece obviar el clásico trasfondo de las biopics para volcarse a un esquema de acción tradicional… uno bastante anodino y light, por cierto.
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